Cuando rebozar unas ostras de Arcade no es pecado

Francisco Balado Fontenla
fran balado REDACCIÓN / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

Además de al natural, en el Mosquito también las pasan por harina y huevo

28 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«Las ostras, de Arcade. Son las mejores. Con diferencia». La que habla con tanta contundencia es Sonia Iglesias, que de esto sabe un rato. Junto a Santiago Bello, su pareja, es la encargada del restaurante El Mosquito, un local que no cuenta ni con dos años de vida pero que ya se ha convertido en una de las grandes referencias en la hostelería viguesa. Ubicado en plena plaza do Berbés, a pocos metros del histórico mercado del casco vello, tiene garantizado el acceso al mejor producto.

«La ostra tiene que ser fresca. Tiene que estar viva. Si no lo está, hay que desecharla», advierte. Para librarse de cualquier duda, una vez abierta se puede tocar su borde con una ramita de perejil o el extremo de un cubierto. Si la ostra reacciona, es que se encuentra en perfectas condiciones.

¿Condimentos? Los más vanguardistas experimentan con un ligero toque de pimienta o tabasco, pero el más extendido es el limón. Unas gotitas de este cítrico multiusos sobre el molusco son muy apreciadas por algunos comensales. Aunque los más puristas prefieren comerlas a pelo.

Sin sal. Solo que sea buena ostra y que se sirva bien fresquita.

M.MORALEJO

Sonia y Santiago son los que llevan la batuta del equipo del Mosquito, pero sobre todo es ella la que echa más horas en el negocio, porque él también es el metre del Balneario Mondariz, y de momento no tiene la capacidad de estar en dos sitios a la vez.

«Nosotros trabajamos con gente de todo tipo. Tanto de Vigo como de fuera de la ciudad. Algunos turistas regresan después de mucho tiempo y se acuerdan de unas ostras rebozadas que tomaron aquí. La verdad es que no las tenemos en carta, porque la gente suele preferirlas al natural, pero las hacemos». La pareja tomó las riendas del Mosquito en mayo del 2015 con la idea de relanzar un local histórico. «Espero que el legado lo sigan mis hijos. Todavía son muy pequeños, uno tiene cinco años, pero ya les pica el gusanillo de la hostelería», dice orgullosa.

Sonia comparte con los lectores de La Voz los pocos secretos que tiene preparar unas deliciosas ostras rebozadas. «Se abren con la puntilla, se despegan de las dos conchas y se pasa primero por harina y después por huevo. Luego se fríen en abundante aceite de oliva virgen. Para la presentación volvemos a ponerlas sobre la misma concha. No hace falta salarlas. Siguen conservando el sabor a mar», explica.