El sándwich sube a los altares

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Oscar Vazquez

La periodista y el diseñador se unen en un nuevo proyecto de hostelería basado en la comida sana

14 mar 2017 . Actualizado a las 14:34 h.

La periodista viguesa Belén Bobo compara el flechazo profesional que surgió entre ella y el diseñador Jandro Villa cuando se conocieron en la fiesta de boda de una amiga común como «encontrarse el hambre con las ganas de comer, pero de empatía. Él es un tío creativo y divertido que proyecta en mí que se me ocurran mil ideas y es recíproco», comenta. Lo cierto es que a ella tampoco le hace falta que la espoleen demasiado porque alumbra proyectos a la velocidad del rayo.

El último se llama Botánica (calle Cuba, 2) y acerca a Vigo un concepto que ensalza el bocata y lo coloca en el lugar que merece hasta elevarlo a los altares que alcanza la comida rica y sana cuando está hecha con calidad y cariño. Obviamente, la cosa no va de juntar dos rebanadas de pan común y meter dentro un loncheado.

Estando Jandro por medio, el diseño tampoco iba a ser un tema menor, pero tenían muy claro que querían que fuese un espacio con personalidad. «Para nosotros era como un mantra: que no se pareciese a nada de lo se está haciendo, ni bombillas de filamentos, ni suelo de baldosa hidráulica ni espacios logotipados patrocinados», advierte. A cambio hay apliques, vajillas, azulejos y sillas que han encontrado poco a poco en ferias de anticuarios, lo que le da un toque retro sin el hartazgo del vintage. Su plan era construir desde el reciclaje y expresar lo máximo con lo mínimo para hacerlo acogedor, contando, además, con otra pieza fundamental: Gogó Pérez, la socia de Belén, "que aporta cordura y sin la cual nada hubiese sido posible", reconoce.

Todos los negocios de hostelería que ha tenido siempre han estado fuera de onda (por delante) en cuanto al concepto de comida y de local. «Cuando empiezo pienso en ofrecer algo nuevo, sencillo, diferente, y siempre, acogedor», asegura la periodista curtida en el sector, que hace unos 10 años abrió en la misma calle el primer japonés de la ciudad, el Vigo Kyoto, y más tarde (y no a la vez), dos restaurantes más y luego otros tres en Madrid.

El concepto gastronómico también lo tenían claro y lo resume con un ejemplo: «poder tomarme un sándwich de tataki en un lugar agradable, rodeado de plantas y que transmite frescura». Pero matiza que aunque Botánica remite a lo verde, no se limita a lo vegetariano y a los productores de cercanía que les suministran. «Va más allá, de forma que pueda disfrutarlo un vegano, un vegetariano un carnívoro o un celíaco».

«Hay opciones para todos porque desde que llega a cocina esa información se adapta», añade Villa, cuya creatividad hace que la carta se modifique bastante. «Y no tener gluten en el 99 % de los productos que usamos no deja de ser sano para unos y otros».

«Es el retorno del bocadillo con sabor, con pan bueno, digestivo y cocinado tal cual lo haría en mi casa», señala el único chef del mundo premiado con el Dedal de Oro (el mismo galardón que recibió Elio Bernhayer o Vittorio y Luchino), lo que hace del Botánica en espacio único en el que el cliente puede sentarse sobre tejidos que ha usado en alguna de las colecciones que han desfilado en París. Entre fogones, Villa se aplica con la misma intensidad que con la aguja y las tijeras. El vigués aprendió todo lo que sabe de fogones con su abuela, Lola, «que tiene 90 años y sigue siendo la que cocina en casa».

Decir bocadillos es resumir el formato de un plato de calidad entre dos rebanadas de pan cuyo prototipo han estudiado con el artesano Diego Caride hasta dar con la consistencia perfecta. El menú del día se completa con una crema o una ensalada y se cierra con postre.

«El sándwich bar es un concepto supercomún en toda Europa pero en España hay muy poco. La hamburguesa está muy bien pero ya cansa y el bocadillo ofrece un abanico creativo mucho más amplio», indica la viguesa que, como en sus inicios, ha vuelto a apostar por el pujante y muy poblado barrio de Casablanca, un poco por casualidad, ya que estaba buscando un local para un proyecto solidario de un amigo y por el camino se le cruzó el que hace tres meses se convirtió en Botánica. Al verlo, la periodista, que atesora desde hace dos décadas una amplia experiencia en hostelería, tuvo un pálpito y llamó a Jandro para proponerle el plan. «Si de repente me dice si montamos un circo le digo que sí», aclara. A ambos les apasiona su proyecto conjunto, pero ninguno ha dejado atrás sus vocaciones, la comunicación y la moda. «Yo siempre he estado ligado a la hostelería y he compaginado el diseño con el negocio familiar -de camarero por la tarde y haciendo vestidos por la mañana en un coworking-, pero no soy un chef profesional al uso, por eso cualquier cosa que cocino es como si lo hiciera para mis amigos, pero más veces». Los amigos se le multiplican desde que abrieron al finales de diciembre. Estuvieron casi un mes de prueba, sin avisar, y la aventura les proporcionó sorpresas divertidas, como la de clientes creyendo que entraban en una floristería o en una tetería.