«La noche del 3 de abril, al conocer los resultados, supe que iba a ser alcalde»

Juan Manuel Fuentes Galán
juanma fuentes VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M.Moralejo

Manoel Soto ve «humanamente comprensible» la desilusión de Víctor Moro al perder la alcaldía, y califica a los fallecidos Arca y Leri de «amigos para siempre»

21 ene 2019 . Actualizado a las 09:41 h.

El 3 de abril de 1979 España aprobó una asignatura fundamental con la celebración de las primeras elecciones democráticas. En el caso de Vigo, según titulaba La Voz dos días después, supuso pasar «de la certeza al asombro», ya que casi dos de cada tres vigueses se quedaron en casa eligiendo no votar. La ciudad otorgó representación a seis partidos, cuatro de izquierda, uno de derecha y el sexto, UCD, de centro, que fue el que más actas de concejal obtuvo. El resultado de aquella sopa de siglas fue que, unos días después, el socialista Manoel Soto se convertía en el primer regidor de la entonces nueva etapa democrática.

«Los datos electorales fueron, al principio, un shock para mí. Aunque siempre participas para ganar, la idea general era que Víctor Moro [el candidato ucedista] iba a ser el alcalde. Tenía una trayectoria muy conocida y todo jugaba a su favor», confiesa Soto a La Voz en una charla el día 3 de abril. El hoy retirado político ha llegado sin percatarse que la fecha no tiene nada de casual: es, también, 3 de abril, como el día en que los vigueses lo convirtieron en alcalde, en las elecciones municipales de hace 38 años.

Aun sin caer en la cuenta, tiene frescos sus recuerdos de aquella noche. «Al conocer los resultados supe que iba a ser alcalde, que se impondría la mayoría de izquierda. Y también que dirigir el Concello iba a ser una operación difícil. Con todos los respetos, ni color con lo que supone ahora». Se refiere a la situación de quiebra en que se encontraba Vigo, «con el 80 % del presupuesto, unos 1.500 millones de pesetas [9 millones de euros al cambio actual], para nóminas y el resto para devolver los créditos del banco oficial, el ICO».

Esa investidura se haría realidad el 19 de abril, día inolvidable para Soto. La crónica de La Voz señaló que «estaba emocionado y tenía lágrimas en los ojos». En una entrevista, tras asumir el cargo, explicaba a este periódico su deseo de que no se le aplicase tratamiento especial alguno. «Cuando fui a recibir los cadáveres de los niños muertos en Santa Cristina de la Polvorosa se me cuadró un guardia. Me puse colorado. Aquel hombre es el compañero guardia, y a mí me gustaría que todos los días me saludaran diciéndome solo ‘compañero Soto’».

Después vinieron cuatro años de gestión complicada para la transformación de la ciudad marcados por la ausencia de dinero. «No teníamos para nada, ni para pagar al panadero y el lechero, comentábamos entonces». Y la alusión a estos suministros no es casual. «Entonces el Concello tenía un hospital a su cargo, y a ambos les debíamos dinero. Y la cosa estaba tan mal que Agustín Arca y otros concejales pusimos dinero de nuestro pecunio para comprar aceite para los camiones de basura, que de otra forma no podría salir. En cuanto se enteró Leri, mi gran amigo para siempre, que en paz descanse, lo mismo que Arca, dijo que de ninguna manera, que lo ponía él».

Con estos mimbres se fueron tejiendo relaciones personales en el seno de la corporación, hasta el punto que sus integrantes vivos (18 de 27) celebran de vez en cuando una comida. «Al principio no fue fácil», explica un Soto que todavía hoy es el alcalde vigués con un mandato más dilatado (12 años; Abel Caballero lleva diez). «Y humanamente lo comprendo, ya que ni Víctor Moro ni su partido digirieron la derrota. Quisimos darles delegaciones, para que todos los concejales se implicaran, pero UCD no aceptó y Coalición Democrática (antecedente del PP actual), sí».

Pasado un tiempo, la corporación democrática logró capear el temporal «y en dos años pusimos en marcha un plan de inversiones, al poder acceder al crédito, de 2.000 millones de pesetas, que entonces era dinero, y con un eje claro: que llegara a todas las parroquias. Eso fue una novedad absoluta, el rural estaba dejado de la mano de dios, con caminos de tierra, sin luz casi todos y 70.000 personas sin saneamiento y muchos sin agua corriente».

Soto recuerda con claridad que en su toma de posesión estuvieron presentes familiares de Martínez Garrido, el alcalde socialista del 36 que fue fusilado. La Voz lo recogía en su edición de Vigo: «Se hallaban entre el público la nieta y el nieto....». «Se trataba de soslayar el paréntesis franquista», explica Soto.