El otro galeón

VIGO CIUDAD

El pecio de la Armada Invencible de Ribadeo nos recuerda el valor del patrimonio submarino como el de Rande

18 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El mar de Galicia está sembrado de tesoros. Sin embargo, no son los doblones de a ocho que cantaba el loro de Long John Silver. Sino la riqueza natural de estas costas, con su espectacular flora y fauna. A la que hay que añadir una vasta colección de restos históricos a los que hemos sabido sacar poco partido. Los hay de todas las épocas: desde el mercante romano que naufragó en Alcabre dejando el lecho marino lleno de trozos de ánforas. Hasta ruinas tan recientes como el carguero Casón, frente a la playa de O Rostro, en Fisterra.

En Vigo, la estrella del patrimonio submarino es sin duda todo lo relacionado con la batalla de Rande. En el fondo de la ría, siguen los galeones hundidos en 1702, visitados en estos tres siglos por muchos cazatesoros y, en más raras y felices ocasiones, por arqueólogos como Javier Luaces, con sus importantes campañas de 2007 y de 2011, en las que utilizó un georradar, que nos asombró con la figura de los buques en el fango marino.

Parece improbable que algún día se reflote uno de estos galeones de la plata. No hay planes como el que, en Suecia, convirtió al Vasa en uno de los grandes atractivos turísticos de Estocolmo. Pero en Galicia hay un pecio similar que, en los últimos años, ha cobrado gran protagonismo. Se trata del galeón de Ribadeo. Una asociación defiende su memoria y ha sido ya objeto de varios estudios arqueológicos con participación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). El galeón, que se halla a solo cuatro metros de profundidad, fue descubierto de forma casual en el año 2011. Cuando se realizaban rutinarios trabajos de draga, la manguera de succión quedó atascada por restos de plomo, madera y piedras. Una inspección posterior determinó que aquellos minerales no se correspondían con la geología de la zona. Y la madera y el plomo resultaron ser parte del casco de un buque.

La historia comenzó a reconstruirse gracias al arqueólogo Miguel San Claudio, que fue quien identificó el pecio. Se trataba del Santiago de Galicia, un galeón que se hundió en aguas de Ribadeo y que había participado en la cuarta expedición contra Inglaterra armada por el rey Felipe II en el siglo XVI.

Nueva flota

Tras los fiascos de la Armada Invencible, en 1588, y del desembarco de Smervick, en 1579, Felipe II decidió enviar una nueva flota sobre Inglaterra. Un total de 155 barcos y 20.000 hombres salieron de Lisboa con rumbo a Irlanda en octubre de 1596. Pero la mala suerte regresó con una terrible tormenta que, a la altura de Finisterre, provocó la pérdida de 44 embarcaciones y obligó a la nueva armada a refugiarse en Ferrol. Entre estos barcos va el Santiago de Galicia.

Al año siguiente, el rey Felipe vuelve a la carga y monta una cuarta armada, que zarpará de A Coruña en octubre de 1597. En esta ocasión, van 160 buques, 12.600 hombres y 300 caballos con el objetivo de desembarcar en Cornualles. El galeón Santiago de Galicia destaca entre la flota, ya que incorpora algunos notables adelantos para su época, como un casco de doble forro que dificultaba la adherencia de los organismos marinos y hacía más rápida su navegación. También tenía una doble cubierta de seguridad, que le permitiría permanecer a flote incluso tras recibir un cañonazo en su casco.

El Santiago de Galicia fue construido entre 1570 y 1580 en Nápoles. Y para muchos era el mejor buque de la armada, junto a su gemelo, el San Felipe. Pero esto no le impidió ser cañoneado por un navío inglés y tres holandeses, que le infligieron graves daños. Finalmente, un temporal a 75 millas de Falmouth obligó al galeón a regresar. Y así, en un estado lamentable, entró en la ría de Ribadeo, donde la tripulación fue acogida por los vecinos. Poco después, el 13 de noviembre de 1597, se hundía, quedando en el olvido hasta su hallazgo casual con la draga del año 2011.

Miguel San Claudio, al frente de un equipo de arqueólogos, fue catalogando el pecio, hallando sus cuadernas, las piedras de lastre, restos de cerámica, balas, objetos de vidrio... El buque, con tres cubiertas de cañones, tenía 32 metros de eslora y casi 10 de manga. Sin embargo, no se conserva ninguna pieza de artillería, lo que hace sospechar que fueron rescatadas después del naufragio por su importante valor. Muchos de estos cañones eran de bronce. La Asociación de Amigos del Galeón de Ribadeo rescata ahora su memoria y promueve acciones para darle relieve. Mientras que el proyecto ForSeaDiscovery, en el que participa el CSIC, ha realizado ya estudios sobre el pecio, dentro de un proyecto europeo para catalogar barcos hundidos de singular valor histórico.

Así que en una ría al otro lado de Galicia, en Ribadeo, hay un «pariente» de los galeones de la plata. Hundido un siglo antes que los galeones de la batalla de Rande. Pero que señala el camino para dar valor al verdadero tesoro de nuestro mar: el de su patrimonio natural e histórico.