Bares no lugares

Eduardo Rolland
Eduardo Rolland LA BUJÍA

VIGO CIUDAD

21 abr 2017 . Actualizado a las 12:52 h.

Vigo tendrá en breve su primer Starbucks. Y la noticia ha sido recibida con alborozo en redes sociales. Porque es raro que una ciudad de 300.000 habitantes aún no tuviese un local de la multinacional del café que reparte 23.768 bares por el mundo. En este sentido, nos equiparamos a Italia, donde apenas tiene implantación. Cuando, hace un año, abrieron en Milán uno de sus primeros establecimientos en el país, un periódico comentó que lo mejor de su café era que servía para calentarse las manos. La propia BBC recogió la noticia titulando: «Cada vez que un italiano entra en un Starbucks, se suicida una cafetera». Puede que en Vigo se haya demorado también Starbucks porque tenemos un buen café. El estraperlo con Portugal nos permitió presumir, incluso en las peores épocas, de un expreso bastante decente. Lo cierto, en cualquier caso, es que ha tardado en llegar la marca, pese a que es muy marinera: lleva el nombre del primer oficial de la Pequod, el barco que salió a cazar a Moby Dick. Y además tiene una sirena como logotipo, que haría buena pareja con el Sireno. Pero lo que a mí me extraña de todo esto es la algarabía desatada con la llegada de Starbucks. Cuando nadie ha llorado por el cierre del Eligio, del Goya o del Méndez Núñez, por ejemplo. Bares propios, con personalidad, desaparecen para que emerjan «no lugares», que diría Foucault. Espacios iguales, prefabricados, indistinguibles unos de otros. Mientras tanto, hacemos calles que son como pasillos de aeropuertos: todas con los mismos rótulos, mismas tiendas, mismas marcas. Por eso, mientras pueda, seguiré tomando café donde siempre. Seré así de snob.