Esta es una empresaria industrial y tiene 510 trabajadores

La Voz

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

Maruxa Sanmartín, presidenta del grupo Maviva, es una de esas mujeres empresarias del sector que se cuentan con los dedos de una mano porque no hay

23 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Le gusta hablar de personas con capacidad de trabajo, sin diferenciar entre hombres y féminas. Maruxa Sanmartín, presidenta del grupo Maviva, es una de esas mujeres empresarias del sector industrial que se cuentan con los dedos de una mano porque no hay. Ante los ejecutivos, profesores y políticos del Foro Económico de Galicia se definió como obrera del metal. Y nadie le rechistó. Ella niega que sea fuerte, aunque lo es. A sus 59 años está buscando un socio que garantice la sucesión el día que ella falte. Su decisión es firme. Estas son sus impresiones.

Todo comenzó con su padre

«Al lado de los grandes hay buenas sombras». «Cuando empezamos a trabajar mis hermanos y yo (fuimos cinco y ahora somos tres), comenzamos descargando camiones, moviendo carretillas... Mi padre, el pequeño de once hermanos, era un excelente hombre de negocios, pero la gestión no era su fuerte. Tenía una mentalidad muy arraigada de servicio industrial. Sabía que al lado de los grandes había buena sombra. Creó varias pequeñas sociedades de suministro industrial que derivaron en lo que hoy es Maviva».

El salto generacional

«Entre hermanos no se puede negociar». «El paso de la segunda generación es un proceso traumático. Dicen que a este cambio solo sobreviven el 10 % de las empresas familiares. Nosotros comprobamos que entre hermanos no se puede negociar. Sí lo pueden hacer a través de representantes. Así lo hicimos, valoramos el patrimonio familiar y lo repartimos. En mi caso, la compensación fue la empresa [tras el reparto, pagó durante unos años a sus hermanos por la adjudicación de la sociedad], y tengo el 100 % de las acciones desde que mi hermana Begoña, que era mi socia, falleció. Mi pacto era que o tenía el 51 % o no hacía nada. No quería intromisiones y necesitaba salir para adelante».

Futuro y sucesión

«Estoy eligiendo novios». «Sí, quiero jubilarme (algún día). Tengo dos hijas, que no están en la empresa. Hoy mi trabajo se centra en buscar un buen socio, un acompañamiento para que nos fortalezca saliendo de Vigo. El mundo es global y nuestros clientes están por muchos sitios del mundo. Yo ahora estoy en un baile eligiendo novio. Hay que ir sabiendo buscar la continuidad. Es mi responsabilidad. Necesito buscar la sucesión. Llevo mucho tiempo intentando preparar a todo el mundo mentalmente para cuando ya no me vean a mí y para que, entonces, acepten otras estructuras».

La excelencia

«Buscamos el error cero». «Somos una empresa de logística. Con un volumen de facturación de 20 millones de euros. Y somos en torno a 510 personas, Recibimos material, lo ordenamos y le agregamos componentes. Imagínese los techos de coches a los que hay que añadirles piezas. Se dice que hay artículos que viajan mal por el volumen que ocupan. Suministramos ruedas, techos, defensas, hacemos premontajes en secuencias, entregamos faros, secuencias de cables. Trabajamos dentro de la planta de Citroën para cumplir con los tiempos de requisición. Significa eso que tenemos que entregar la mercancía en tiempo y forma para que se pueda montar el puzle del coche. Un ejemplo: hemos hecho un inventario de cables de un cliente japonés que fabrica en Marruecos, y comprobamos que, tras mover un millón de elementos, el inventario tuvo como resultado cero fallos. Casi es la excelencia. Tenemos que seguir así. De cada fallo aprendes muchísimo. Empiezas a investigar qué ocurrió: quién falló, por qué se dio mal una orden... así se llega al objetivo: cero fallos».

Método

«Lo que no se controla se descontrola». «Es una frase que aprendí y la hice mía. La he colgado con carteles en todas partes. Estamos aquí por mis miedos. Un pequeño fallo puede parar toda la industria para la que trabajas. Está todo tan engranado que un error se traduce en un coste elevadísimo. Ese miedo a no poder asumir una factura nos ha hecho blindarnos. Nuestros procesos están securizados para que nadie venga y nos diga: lo has hecho mal y te voy a facturar un coche. ¡Que, por cierto, no sería la primera vez!».