Los gallegos acabarán por matar al ejército más fuerte

VIGO CIUDAD

cedida

El mariscal Soult dejó escrito su temor a los paisanos en armas días antes de ser derrotado en Ponte Sampaio en 1809

31 may 2017 . Actualizado a las 10:44 h.

Jean de Dieu Soult, duque de Dalmacia, fue uno de los más brillantes mariscales de Napoleón. A su genio estratégico se atribuye la victoria francesa en Austerlitz. Pero su suerte cambió en 1809 cuando pisó Galicia. Venció en enero en la batalla de Elviña, en A Coruña, en la que murió el general inglés Moore. Pero a partir de ahí solo conocería la desdicha. Tras tomar Vigo y dejar en O Castro los carros con la caja de pagos de su ejército, pasó a Portugal, donde fue rechazado por los lusos con la ayuda inglesa. Y cuando, a finales de mayo de 1809, regresa a Galicia, se encuentra un país en armas, que su colega el mariscal Ney no ha logrado en absoluto pacificar pese a sus terroríficas expediciones de castigo sobre villas y ciudades.

Es entonces cuando Soult reconoce un problema que unos meses antes el propio Napoleón había despreciado. En una carta fechada el 24 de septiembre de 1808, Bonaparte minimiza el peligro de las guerrillas, aunque su ejército «sea inquietado por perros, miqueletes, paisanos insurrectos, por eso que se denomina guerra de partisanos… eso no es nada».

Después de combatir en Galicia, Soult no compartía esa idea. Y, en una carta a José I Bonaparte, ya reinando en Madrid, escribe desalentado: «Los gallegos acabarán por aniquilar al ejército más fuerte». Aquella frase no fue un comentario: fue una profecía.

En mayo, con Galicia entera en armas, los dos mariscales franceses celebran una cumbre en Lugo. Ambos se acusan mutuamente del fracaso de su misión y terminan desenvainando sus sables para batirse. Sus ayudantes lograrán separarlos.

Ney ha perdido Vigo a finales de marzo, con la Reconquista. Y, posteriormente, Tui y Santiago. Soult llega aplastado por el duque de Wellington en Portugal. Ha regresado a Galicia por las sierras de Ourense, bajo un temporal con un ejército de pordioseros, hambrientos y harapientos que saquean las aldeas a su paso. Una situación muy dura para el soberbio duque de Dalmacia.

Por su parte, Ney regresa desde Asturias al conocer el desastre general de sus tropas en Galicia. Así que en la entrevista, celebrada el 29 de mayo de 1809, ambos mariscales trazan un plan para ocupar de nuevo el país. El plan consistía en un avance combinado, en forma de pinza. Ney marcharía desde Lugo sobre A Coruña, para ir bajando por la costa y tomando, sucesivamente, Santiago, Pontevedra, Vigo y Tui. Por su parte, Soult debía mandar a su ejército desde Lugo hasta Ourense, por Monforte, avanzando luego paralelo al Miño hasta cerrar la tenaza sobre Tui y Vigo.

Sobre el papel, el sistema de tenaza debió haber funcionado a los mariscales de Napoleón, quien dividía a sus ejércitos en dos facciones: una destinada a tomar las ciudades y mantener el orden y otra encargada del avance sobre el terreno y de presentar batalla. El historiador francés Louis Madelin explica así la distribución de roles entre Soul y Ney: «El emperador constituye, pues, dos ejércitos: Un ejército de ocupación, distribuido en gobiernos militares, encargado de la pacificación, y un ejército de operaciones, libre de tal preocupación, constituido por las más sólidas tropas, cuya misión es la de ir contra el cuerpo de batalla enemigo. El problema es que ni Ney supo pacificar Galicia, ni Soult tuvo éxito batallando en Portugal. Y gran parte de la responsabilidad está en las revueltas populares, con las que no contaban.

Además, ahora el plan tampoco saldrá bien. En buena parte, porque el mariscal Soult no está dispuesto a cumplir su parte. Así que, en lugar de dominar la Galicia interior, se larga hacia la Meseta. Mientras Ney marcha sobre Santiago con el objetivo final de tomar Vigo, después de mandar hacia Madrid, por inservibles para el combate, a una columna de más de mil soldados enfermos y heridos, los llamados «descabalgados», que van caminando y desarmados.

Ney llega a Santiago con ocho mil soldados, 1.200 jinetes, once cañones y dos obuses, lo que constituía una fuerza descomunal. En la capital de Galicia, el mariscal arenga a sus tropas, les habla de sus pasadas victorias en Europa, y afirma que el gran objetivo es aplastar Vigo y, por ende, toda la provincia de Tui. «La existencia de los habitantes de esta turbulenta provincia es incompatible con las miras del gran Emperador y con la tranquilidad de España, y que el ejemplar castigo a que se han hecho acreedores contendrá en su justo deber a las demás provincias de la península española».

No se puede formular una amenaza más temible y es seguro que, de haber vencido en Ponte Sampaio, Ney hubiera sometido a Vigo a una completa destrucción.

Pero, tras la Reconquista de Vigo, a finales de marzo de 1809, los combatientes gallegos están mucho más organizados. Ahora imperan la disciplina y la logística, están mejor armados, tienen mandos experimentados y existe un plan general de defensa. La ayuda británica, como la que prestaron en Vigo las fragatas Lively y Venus ayuda a los rebeldes. Así que todo se prepara para la gran batalla final.

El ejército gallego, formado por unos ocho mil paisanos, marcha sobre Ponte Sampaio. Allí llegará también el ejército del mariscal Ney, que será derrotado a comienzos de junio de 1809. Esa batalla, que pronto estará de aniversario, marcará la expulsión definitiva de las tropas napoleónicas de Galicia. Así demostrarán que el mariscal Soult tenía razón: : «Los gallegos acabarán por aniquilar al ejército más fuerte».

la bujía Por Eduardo Rolland

eduardorolland@hotmail.com