«Los que encendieron la movida con un salto de calidad fueron Siniestro Total»

Carlos Punzón
carlos punzón VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Óscar Vázquez

Carlos Leiro recuerda el viaje que los vanguardistas madrileños hicieron para conocer el escenario del bum que colocó a Vigo en el mapa de la creatividad

16 jun 2017 . Actualizado a las 12:57 h.

Vigo amaneció con 116 muñecos de tamaño humano colgados en la plaza de la Constitución, el scalextric y el Concello. Toda una alegoría del estado en el que se vivía cada noche la movida, y al mismo tiempo una escenificación de lo que era el fin cercano de la explosión creativa con la que Vigo se puso en los años ochenta al frente de la vanguardia cultural en España.

Los muñecos, vestidos con moda gallega, formaban parte del atrezo con el que, en el último fin de semana de septiembre de 1986, la ciudad olívica se reivindicaba al mismo nivel que la capital de España en creatividad artística. «Madrid se escribe con V de Vigo» fue el lema con el se empapeló todo el centro para hacer ver a un centenar de artistas madrileños a pie de escenario, barra y pista que Vigo tenía banda sonora propia. Manuel Soto y Joaquín Leguina lideraron aquella expedición llegada en tren.

«Era una ciudad triste, deprimida por la reconversión naval, por los conflictos laborales, por la falta de trabajo y perspectivas. Y ante ese panorama surgió la búsqueda de otras vías, la creatividad. Todo el mundo se puso a hacer cosas», argumenta Carlos Leiro, vigués del 62, músico de grupos como Gas y 091, coleccionista de recuerdos del bum creativo de hace tres décadas y fiel seguidor de cuanto concierto, fiesta y experimento entonces surgía.

La llegada del tren de los artistas fue anunciada con profusión en La Voz de Galicia. Decenas de páginas de las ediciones viguesas y general del periódico describieron en ese 1986 aquella final de la Champions del divertimento que disputaron vigueses y madrileños. «Las treinta y seis horas que duró el encuentro en la vanguardia entre las movidas de la capital y de Vigo, estuvieron presididas por la diversión más que por el sentido cultural de la misma, lo cual tampoco es del todo malo», valoraba La Voz.

«El tren que nos trajo de Madrid y en el que me colé, era una auténtica barra libre», rememora Leiro, asiduo a los viajes a la capital y que acompañó en aquella ruta especial del expreso Rías Bajas a Alaska, Ana Curra, Fabio McNamara, parte de Gabinete Caligari y de Aviador Dro, el Hortelano, Jesús Ordovás, Cessepe, Ouka Leele, Víctor Aparicio, Lamazares, Carlos Berlanga, o García Alix, entre los más reconocibles con el paso del tiempo.

«El viaje fue un caos, unos buscando a otros, copas, cámaras por el medio», apunta Leiro. Y es que aquel tren, recibido por el mítico gaiteiro Polo, media docena de periodistas y otra media de curiosos, había sido elegido también por casualidad por el director Pedro Costa para rodar varios planos de su película «Redondela» sobre el caso de corrupción de la venta de aceite del caso Reace.

Carlos Leiro coincide en su análisis con lo que el periodista Ordovás -portavoz oficioso de la expedición- apuntaba nada más bajarse del tren en la antigua estación de Urzaiz. «Fueron Siniestro los que encendieron la mecha en Vigo y activaron la movida con un salto de calidad», mantiene. De hecho, Leiro atribuye al histórico concierto de la banda en el cine Salesianos de principios de los ochenta el concepto de «acto fundacional de la movida». «Allí solo había cuatro gatos, fue un fracaso de público, pero visto con perspectiva está claro que ese fue el arranque oficial de todo», añade.

Madrid se escribe con V de Vigo nació de la cabeza de Virgilio Cano, consejero de Gobernación de la Comunidad de Madrid, quien recibió en aquel fin de semana una placa de manos del alcalde olívico por ello. Pero la idea se perfiló y mejoró con la creatividad viguesa, con manos como las de Bibiano.

Alaska con los Nikis, Gabinete y Siniestro hicieron saltar en el pabellón a los más ansiosos por ver a los de la movida madrileña. «Los innombrables», como indicaba La Voz que los artistas autóctonos llamaban a los de la capital para picarlos. El concierto duró hasta las cinco de la mañana, pero no es lo más recordado de aquella aventura. Un botellazo lanzado sin destinatario por McNamara, pero que impactó en la cabeza de una invitada, dejó más que una cicatriz. «Fue la representación final de la movida, que realmente murió de inanición cuando los políticos dejaron de financiarla y aprovecharse de ella», concluye Carlos Leiro con nostalgia a toneladas.