La zostera, una planta fascinante pero muy amenazada

antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO CIUDAD

La limpieza de las playas y la retirada de las praderas marinas redunda en una peor calidad del agua

05 jul 2017 . Actualizado a las 11:37 h.

Disfrutar viendo una enorme y verde pradera es un espectáculo bonito, pero tampoco especialmente extraordinario. La cosa cambia si dicha pradera está en el mar. Tampoco parece gran cosa verificar que en el mar existen algas y buena parte de ellas son verdes. Nuevamente la sorpresa surge al comprobar que esas inmensas praderas marinas no están formadas por algas, sino por plantas terrestres que heroicamente se adaptaron para vivir en el mar, y sumergidas en el océano al menos la mitad de su vida.

En la ensenada de San Simón ese espectáculo es visible cada marea baja, y la protagonista es la Ceba, o Zostera marítima. Es una hierba, por tanto sin órganos leñosos, que se adaptó a vivir donde ninguna de sus primas del campo podían hacerlo y así, en amable simbiosis con las algas, consiguió prosperar. Es fácilmente reconocible por sus tallos largos y finos como cintas de hasta metro y medio que las mareas arrojan de vez en cuando a las playas, que de esta forma fertilizan. El listado de especies de flora y fauna asociadas íntimamente a las zosteras es amplísimo, pero estando San Simón es inevitable destacar a los chocos, que encuentran en estas praderas el hábitat perfecto para completar su ciclo vital y poner sus huevos. Una buena parte de los motivos que justifican que esta ensenada sea un espacio natural protegido a nivel europeo tiene que ver con estas praderas. Quienes se dedican al choco las aman, pero quienes viven de los bivalvos las desprecian e intentan erradicarlas porque su presencia dificulta la extracción del marisco. Es un buen ejemplo de un conflicto de intereses que tiene a la naturaleza y las actividades humanas que repercuten en ella como protagonista involuntaria. En estos casos lo pertinente es tomar partido y en nuestro caso, ya se lo ven venir, apostamos por la Zostera. Como todas las plantas macrófitas que viven en flotación, las zosteras son eficientes depuradoras naturales, que fijan en sus raíces y tejidos una buena parte de la contaminación que llega a la ensenada de San Simón, algo que debería ser especialmente valorado por el sector marisquero de a pie que sabe, aunque no les guste, que la ensenada conserva en sus sedimentos preocupantes niveles de contaminación por metales pesados (fundamentalmente plomo) heredados de la ya extinta fábrica de cerámica de Pontesampaio. Eliminando la zostera están trabajando contra su mejor aliada que, además, sirve de refugio y alimento al zooplancton y fitoplancton del que a su vez se alimentan los bivalvos. El descenso en productividad que pueda generarles la cobertura vegetal se compensa sobradamente, también en términos económicos, con el ahorro en depuración y el aumento en tamaños y calidades. Pero no solamente a efectos ecológicos es vital su presencia, sino que su influencia alcanza a la cultura popular: para que siga siendo veraz la canción «para peixe fresco Vigo, para chocos Redondela» es imprescindible que existan las praderas de zostera. Pero nuestra amiga tiene un enemigo añadido: el veraneo, que se encuentra con la desagradable sorpresa de que las playas están «sucias». Hay mucha basura en las playas, ciertamente, pero no son las algas y las zosteras lo que nos debería preocupar, todo lo contrario. El problema es que a la hora de limpiar las playas no distinguimos amigos de enemigos. Este enfermizo concepto de limpieza nos lleva a considerar que todo lo que no sea arena en una playa es basura que debe ser eliminada. Una ría sin zosteras incrementa sus niveles de contaminación y en una playa sin algas les recomendaríamos, por su salud, que no se acerquen al agua, por mucha bandera azul que tenga. Será una playa limpia, sí, pero muerta.

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