«¿La mujer más guapa que he vestido? ¡Ava Gardner!»

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ALBERTO BERNÁRDEZ / TESA

A Elio le marcó su nombre. Fue un niño pobre, a su padre lo fusilaron el mismo día que a Lorca, pero nació con un don que iluminó su destino: el dibujo. Y se convirtió en la gran estrella de la moda. Es el último de la estirpe de la alta costura, el que descubrió a Nati Abascal, vistió a artistas y reinas y mandó a Óscar de la Renta a Nueva York. Elio tiene mucho que contar

26 mar 2015 . Actualizado a las 13:08 h.

Si las casas hablan de quien vive dentro, la de Elio Berhanyer (Córdoba, 1929) en Madrid es de las que te hacen enseguida sentirte cómoda. Hay mucha luz, flores frescas en un jarrón, increíbles obras de arte, un enorme cuadro de Pepe Caballero, y la única foto que preside el salón es la de Alejandra Rojas (hija de Charo Palacios) con él. Elio nos recibe con esa misma calidez, vestido de blanco, con un jersey azul y unas Adidas que son tendencia. Ha cumplido ya los 84 años, su memoria es prodigiosa, cita nombres, lugares y diseños con precisión y solo interrumpe la conversación para levantarse a por sus dibujos, sus primeras crónicas en la revista Estela y para encender un cigarrillo. Elio da significado a su nombre. Es un sol que ha resplandecido la moda que ya no se hace, la costura de altura a la medida de cada mujer. Es el último grande que exige el ?tú? como único tratamiento. Con la misma sencillez de un chiquillo de 9 años que se inventó otra realidad cambiándose el apellido.  

BENITO ORDOÑEZ

-Si miras hacia atrás, ¿qué crees que es lo mejor que has hecho?

-No sé, ¡he hecho tantas cosas! Bueno, aparte de mis colecciones, ten en cuenta que yo empecé haciendo alta costura en 1960 que fue cuando saqué mi primera colección, pero yo ya había hecho muchísimo vestuario para teatro antes, inauguré El Corral de Comedias de Almagro, hice muchas obras con Adolfo Marsillach, he hecho cuatro de Antonio Gala. Hasta que pasé al prêt à porter en 1978, aunque nunca me gustó el prêt a porter. Pero en aquella época éramos los cuatro de alta costura: Balenciaga, don Pedro Rodríguez, Pertegaz y yo.

-De lo que hiciste, ¿qué fue lo que más te gustó?

-Quizás las joyas de la Alhambra porque se distinguían de la moda. He hecho alfombras, he hecho montones de cosas. 

-Y si miras hacia delante, ¿qué te interesa?

-Yo ahora estoy muy pendiente de lo que hacen los jóvenes que empiezan, por eso estoy viajando por España. Siempre hay un jurado para premiar a los más jovencitos, me gusta ver lo que están haciendo. De vez en cuando voy a Cibeles a ver a mis compañeros, pero me interesan más los jóvenes que empiezan. 

-¿Crees que hay cantera?

-Hay una afición por la moda en España que no la hay ni en Italia ni en Francia. La cantidad de gente joven que quiere abrirse paso es impresionante. Y hay otra cosa fundamental, antes la moda de la mujer la hacíamos los hombres. Quitando a Chanel. Y ahora hay muchísimas mujeres, son mayoría. En eso ha cambiado totalmente, es otro mundo distinto. 

-Si cierras los ojos, ¿cuál crees que ha sido tu momento más brillante?

-Los años 60 y parte de los 70. Fue el gran momento de la moda española, no solamente mía, porque íbamos a todos los grandes almacenes americanos, algunos han desaparecido otros no, como Bergdorf Goodman. Yo tuve un contrato de tres años con ellos en Nueva York. Entonces yo presentaba mis colecciones de alta costura en veintipico capitales, en Japón, en Austria, en todos los sitios... Ahora ya no hay alta costura, la moda española no sale tanto, no hay compradores. En aquella época venía Harper?s Bazaar, Vogue, los grandes fotógrafos que hoy están en los museos, Irving Penn, Henry Clarke, es un mundo que ya no existe en España. Sí en París o en Nueva York. 

-¿Qué se perdió con la alta costura?

-Se ha perdido el lujo, el gran lujo. Todos los grandes bordadores, todo ese oficio, teníamos una artesanía extraordinaria. 

-¿Nunca has sentido que se juzgaba la moda como frivolidad? 

-Hay unos matices, en la alta costura, tú tratas a la mujer, la mujer elige los trajes, se le hacen a su medida, la diriges, le haces sus pruebas, le aconsejas. En el prêt à porter no. Ya no sabes quién compra. Pierdes el contacto con la mujer y para mí es la gran diferencia entre la alta costura y el prêt à porter. La costura es más cara, por supuesto, pero también tienes otros elementos para trabajar, unos bordados extraordinarios, la creación es mucho más amplia en la alta costura. 

-Tú has conocido a mujeres espectaculares. 

-Mujeres muy elegantes, maravillosas, yo he tenido mujeres que se vestían en Balenciaga, que cuando él cerró vinieron a mí. Otras se fueron a Pertegaz. Pero la mayoría de las de Madrid a mí. Mujeres que siendo mayores ahora han sido sumamente elegantes, como Aline Romanones... ¡Ya somos muy mayores todos!

-¿Quién te gustó más? ¿La más guapa? 

 -En la costura tienes que vestir a mujeres guapas, mujeres que no son guapas, mujeres gorditas, mujeres bajas, altas, a todo tipo... Indudablemente lo que procuras es conocer a la mujer y aconsejarla. Este color no te va porque tu piel es así o ese traje a tu edad no te lo pongas así, elige una manga de gasa. Porque muchas mujeres no tienen conciencia de que están envejeciendo y tú tienes que compensar eso para que con la vestimenta se sientan más guapas, mejores.

-¿Pero no hay una que te haya gustado más?

-Sí, la mujer más guapa que he vestido ha sido Ava Gardner sin duda ninguna. 

-Vale. [Risas] ¡Menos mal...!

-Entonces Ava Gardner estaba rodando Cincuenta y cinco días en Pekín y fuimos muy amigos, salíamos todas las noches... El cuerpo mejor que he vestido es el de Cyd Charisse. Ten en cuenta que las piernas las tenía valoradas en no sé cuántos millones de dólares. Lo curioso es que no es tan conocida aquí, y he vestido a mujeres elegantes porque siempre digo que la elegancia no la pongo yo, la pone la mujer. Cómo se mueve, cómo respira, su interior...

-Pero la elegancia se ha relacionado con la discreción. ¿Tú lo crees?

-Yo siempre recuerdo una definición que me dio Balenciaga: una mujer que entra en un sitio lleno de gente y todo el mundo se vuelve para mirarla no es una mujer elegante. Una mujer elegante entra discretamente y luego la miran, pero una mujer que llama la atención no es una mujer elegante. 

-No tiene que ver con la naturalidad tampoco.

-No. Tiene también que ver con saber cuando uno viste adónde va. De pronto se pone unos trajes despampanantes y luego va a un sitio discretito donde la gente está muy normalita. Está en ese equilibrio. 

-Tus colecciones siempre han tenido colorido, pero solías acabar con el blanco y negro. 

-Claro. Mi tierra son los cortijos blancos, las fachadas encaladas y las mujeres de negro sentadas en su silla al atardecer. Mi Andalucía es blanca y negra. Yo detesto la feria porque está llena de colorines, quizá en todo caso la Semana Santa, la mantilla y el traje negro...

-La reina Letizia ha lucido mucho últimamente de blanco y negro, ¿te gusta?

-Yo creo que está muy pendiente de lo que se pone. Su suegra, Sofía, era  muy sencilla. No se preocupaba tanto como Letizia. Hay un traje que yo admiro, que no hice yo desafortunadamente, y es el rojo que llevó Letizia a la boda de Dinamarca, maravilloso el traje y ella lo llevaba muy bien, esa es la verdad.

-Si tuvieses que salvar uno de tus trajes, ¿cuál sería?

-¡He hecho tantos! ¡Dios mío! Quizás un traje que curiosamente hice para una obra de teatro y luego para una de las Fierro: es un traje blanco con las mangas hasta el suelo forradas de negro y luego lo hice a la inversa, traje negro, y las mangas forradas de blanco. Creo que es el traje que más he repetido.

-Tú has mirado para adelante. ¿Has tenido algún momento de bajón, de decir no sigo por aquí? 

-No, el momento de bajón ha sido cuando dejé la alta costura, fue el momento más vago mío, porque tuve que cerrar y pasarme al prêt-à-porter porque nos pusieron un impuesto altísimo. Y tuvimos que cerrar. Fue en 1974 y aguantamos todos hasta 1978. Ese año cerró Pertegaz, cerró Balenciaga y cerró Pedro Rodríguez. Yo seguí, pero en el prêt à porter porque estaba enamorado de mi profesión. 

-Tú le dijiste que no a Balenciaga. 

-Sí. Es que cuando él me dijo que me marchara con él a París yo ya tenía un nombre, era conocido, luego me ofrecieron la casa Dior y dije que no. Cuando Yves Saint Laurent dejó Dior me mandaron un avión y me daban mucho dinero, una casa en París... Y dije que no porque ya en Madrid tenía mi nombre. En aquella época era distinto. Hoy se saben los nombres de los diseñadores, pero antes solo funcionaba el nombre de la firma. Nadie sabía quién diseñaba para Dior, hoy se sabe quién hace Chanel, quién Dior. 

-Le echaste valor. 

-Yo creo que no me he arrepentido de nada. No sé qué hubiese pasado. También he de decir que a mí me influyó mucho que los franceses no me gustan. París me encanta, pero los franceses me caen muy mal. Y también el amor a España, yo amo a mi país. He tenido ofertas de Elizabeth Arden para ir a Nueva York, pero le dije que no y mandé a Óscar de la Renta, que estaba aquí. Le envié dibujos de él. Yo le dije: «Yo no voy, pero te mando a un diseñador estupendo».  

-Tu nombre, Elio, tu hermana, Plinia... Son curiosos. Estás marcado ya desde la infancia con distinción. Te marcó un destino de glamur.

-Mi padre nos puso esos nombres, rarísimos para aquella época. Yo no he ido a un colegio nunca, aprendí a leer y a escribir muy tarde, con 12 o 13 años, por mí mismo. Luego cuando supe leer empecé a comprar libros, a oír música. Mi primer disco fue de Bach, luego me leí a todos los rusos, ahora ya no puedo leer desgraciadamente... Tengo Niágaras [risas]. 

-Pero tú empezaste a dibujar muy pronto.

-Sí, sí, dibujaba muy bien, nadie me enseñó. A veces cuando descubro dibujos antiguos me quedo con la boca abierta...

-¿La primera vez que viste una colección de moda te impresionó?

-Yo era botones en Sevilla de una agencia de publicidad y ahí hice mis primeros dibujos de moda, porque editaron una revista que se llamaba Estela. [La enseña]. Yo era el botones, y como el dibujante se enfermó, y a mí me veían haciendo dibujitos por todas partes, entonces me dijeron: «¿tú eres capaz de hacer un anuncio para un periódico de transportes Ochoa? Porque no podemos hacer fotografías del camión que el papel es muy malo». Por supuesto dije que sí y salió una página entera, que firmé con un Elio muy pequeño. 

-¿Cuándo te cambiaste el nombre?

-Muy pronto, luego ya puse Elio Berhanyer. Yo hacía las crónicas falsas, como si estuviera en París y en Londres para mostrar las tendencias... [risas] Ponía cosas como «París hierve» y luego tenía que hacer los dibujos como si hubiese estado en París, los dibujos de las marcas. El nombre me lo cambié a los 9 años, a mi padre lo fusilaron el mismo día que a Lorca. Y  por un problema de familia, que no viene al caso, empecé a jugar con las letras y de Berenguer salió Berhanyer. Yo me escapé de casa de mi abuela, estuve un tiempo en que nadie se ocupó de mí, pasé hambre, estuve una semana sin comer, me desmayaba en la calle, me cogían los vecinos y entonces, a los 9 años, decidí cambiarme el nombre. 

-Y te creaste otra realidad: has llegado a tener un rolls royce, un guepardo...

?Sí, sí. Un ocelote. En el primer viaje que hizo la reina, fue a Adis Abeba, y yo había visto una foto de El Negus con dos guepardos encadenados al palacio. Y entonces yo le dije: «Señora, cuando usted llegue, a ver si le puede pedir al Negus un cachorro». Entonces cuando regresó, me contó: «Se lo traigo, pero no se lo puedo dar, porque dije que era para mí y me van a coger en una mentira». Luego Miguel de la Quadra me llamó un día y me dijo desde Canarias: «Te lo mando en un avión». 

-¿La gente no se asustaba?

-No, no, nunca hizo daño a nadie. 

-¿Quién es Charo Palacios, condesa de Montarco, para ti?

-Cuando yo llego a la moda a las maniquíes se les pagaba muy poco y generalmente, generalmente eran prostitutas. Yo decidí cambiar eso y coger a chicas de la alta sociedad. Charo trabajaba en la Embajada de los Países Bajos y se lo ofrecí. Yo empecé a coger a niñas bien y a pagarles. Entonces Pedro Rodríguez vino a verme y me dijo que estaba jodiendo la profesión porque estaba pagando a las chicas. Le pedían más dinero [risas]. Yo les enseñaba a andar en pasarela, y con el tiempo Charo pasó a ser directora de costura, luego cuando empecé a viajar me la llevaba porque habla muchos idiomas, francés, inglés, italiano, portugués... Yo siempre viajaba con seis maniquíes de aquí y luego elegía al llegar al país otras. Así también me llevé a Nati Abascal y a su hermana. Yo estoy lleno de historias. Un día en Torremolinos las vi en una placita sentadas al sol. Dos chicas iguales, muy andaluzas y exactas. Entonces eran exactas. Y les pregunté si querían ser maniquíes. Total, que me fui a Sevilla a hablar con sus padres y ellos dijeron que nanai de la China, pero cuando les expliqué que era para llevarlas a Nueva York cambiaron de opinión. Cuando llegué a Manhattan se me ocurrió que para desfilar salía Ana María e inmediatamente cuando volvía ella salía Nati. Como eran exactas la prensa empezó a decir: «La maniquí más rápida del mundo». Entonces me llamaron de Harper's Bazaar porque querían conocerla y se lo tuve que confesar: son gemelas. Y a partir de ahí las contrataron. Ana María se vino porque ya tenía novio y Nati se quedó. 

-¿Tú te sientes reconocido? ¿Lo suficientemente valorado?

-Sí, sí, absolutamente valorado. Yo tengo todos los premios que se le pueden dar a una persona. La medalla de Bellas Artes (me la entregó el rey), la de Andalucía, la de la Comunidad de Madrid... Qué sé yo. Siento que mi país sí me ha valorado. 

-¿Estás pendiente de la política?

-Más o menos sí. Porque, claro, si quieres a tu país estás pendiente de lo que está pasando y de lo que pueda pasar. 

-¿Y estás preocupado?

-Sí, la pena es que por mi edad no lo veré. Este momento es muy complicado porque están surgiendo nuevos grupos, algunos no me gustan mucho. Yo no soy de derechas ni de izquierdas. A mí me han preguntado cosas tan estúpidas como «¿su colección es de izquierdas o de derechas?». Mire usted, yo tengo mi mano derecha y mi mano izquierda y con las dos trabajo. Otras he dicho, si estoy en un restaurante caro, soy de derechas; si estoy en uno baratito, de izquierdas. 

-Yo me refería al interés político. 

-Yo parto de la base de que no me gusta ni el PP ni el PSOE. Ahora hay muchos partidos. Ahora Ciudadanos, ahora los que quieren que seamos como Venezuela, los de Podemos... Todos quieren ser independientes. Es un país de locos. Es un país que amo, pero está loco. No la gente, están locos los políticos. Todos estos escándalos de corrupción... es tremendo. 

-¿Has tenido que aguantar muchas tonterías en los años sesenta y setenta?

-Era la época de Franco, yo he vivido la Guerra Civil y cuando fusilaron a mi padre yo tenía 7 años. Posteriormente, con toda la miseria que trajo esa guerra, viví la época de Franco y en ese momento es cuando la alta costura estuvo en su momento de esplendor. No tiene nada que ver con Franco, pero fue así. Había una Cámara de la Moda, que no tenía que ver con la política, que la dejaban funcionar y desarrollaba todo eso. Mi primer uniforme de Iberia, que compitió con los mejores, hechos por los más grandes diseñadores, fue premiado como el mejor del mundo. 

-Ese que lució luego la muñeca Nancy.

-Sí, sí. Pero yo no tenía nada que ver con aquello de Franco. 

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-¿A la hora de crear eras muy rutinario o te dejabas llevar por la pasión?

-Yo no he vivido para mi familia, aunque he tenido dos hijos. He vivido para mi trabajo, lo que más me ha importado siempre. Y todo lo que rodeaba a mi trabajo. Y me he sentido muy querido. Eso lo he dicho muchas veces, lo que he sacado en limpio al final de mi vida es que me han querido, que la gente me sigue queriendo [se emociona], ese es el final, lo más importante. El final más grande y más bonito es sentirse querido, y querido por tu país. 

-Es un buen final. Lo dejamos aquí entonces.  

-Estoy alejado de mi profesión, pero me quieren mis compañeros, voy por Córdoba y la gente me hecha piropos. Es constante, eso es maravilloso. 

-¡Pero sigues fumando!

-Sí, sí, sigo fumando. Dame uno, anda [se lo pide a su asistente]. Está el mundo como para dejar de fumar.

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