Homenaje

Carlota Corredera DIRECTORA DE «SÁLVAME DIARIO»

YES

11 abr 2015 . Actualizado a las 05:15 h.

Cuando les anuncié a mis compañeros directores Raúl Prieto y David Valldeperas que mi último día en Sálvame Diario antes de ser mamá sería el 26 de marzo, añadí: «Quiero un homenaje, llevo aquí seis años y quién sabe si cuando vuelva de mi baja por maternidad seguirá el programa». Y ellos, tan obedientes y generosos, cumplieron con mi petición hasta límites que jamás hubiese alcanzado a imaginar mi mente. «Homenaje» en nuestro idioma es un bonito y previsible vídeo resumen de todo lo que hemos vivido en estos seis años en ese intenso programa. Pero no. Me equivocaba. Y mucho.

A tres días de mi despedida, varias de las personas que más quiero en el mundo, se pusieron de acuerdo para engañarme. Carlos, mi marido, me dijo que tenía que irse con su cámara a Chipiona con Rosa Benito para su sección «Más benita que ninguna». Yo refunfuñé porque sé que ese tipo de grabaciones son una paliza para él pero así es nuestro trabajo. ¡Cómo iba a imaginar yo cuando me dio un beso de despedida ese martes por la mañana que adonde se iba con Mar Fernández, guionista de Sálvame, era a Vigo y no al pueblo de la Jurado! ¡Cómo iba a pensar yo que mis compañeros directores iban a convencer a mi madre para que saliese en la tele hablando de mí y de nuestra familia! Es más, ¡cómo era posible que todo eso sucediese y yo no me enterase de nada! Pues así fue. 

El pasado jueves 26 me sentí una pequeña estrella televisiva. Sin prisas, me maquillé y peiné y me subí con Carlos al camerino de Jorge Javier esperando a que me tocase salir a escena. Era una situación rara. Nadie me dejaba acercarme al plató. A mi plató. Ni los compañeros de producción ni las azafatas ni los regidores. No podía acceder ni al guion ni a la escaleta. Top secret máximo. Me estaba empezando a poner tensa cuando me llevaron a las puertas del estudio 1 de Telecinco. Cuando vi los pedazo de focos que habían preparado flipé con el despliegue. Y cuando mis nervios ya estaban de punta comenzó mi despedida. Jorge vino a por mí y me cogió del brazo para llevarme hasta el centro del plató que estaba en penumbra. Mientras escuchaba aturdida los aplausos del público y los colaboradores, no fui consciente de que la escenografía era como la de un cine y menos reparé entonces que esa disposición era la habitual de «Orígenes», una sección que Sálvame Diario emitió hace algún tiempo sobre la vida de los colaboradores. Ni siquiera al sonar los acordes de Volver caí en la cuenta. Cuando escuché una voz en off de mujer con acento gallego, no la reconocí. Ni siquiera el plano de las vistas de Vigo desde la ventana del salón de mi casa me dio la pista definitiva de lo que estaba viendo en ese momento toda la audiencia del programa. Solo cuando apareció en plano mi madre, sentada en nuestro sofá, hablando de mí, de nosotros, de nuestra vida, fui consciente de la que me habían liado. La Ría, la playa de Patos, el monte de O Castro, los astilleros de Vulcano, Povisa, mi casa de la calle Zamora. Cuando reconocí el edificio donde me crie se me paró el corazón. Desde que se murió mi hermano pequeño, Nani, en 1995, no había vuelto a verlo, ni a pasar por allí. Y de pronto mi madre estaba en nuestro portal, de nuevo, como si no hubiese pasado toda una vida desde que nos fuimos de nuestro hogar, abnegados por el dolor y los recuerdos. Se me removieron muchas cosas esa tarde. He estado en shock durante varios días. Nunca me había sentido tan desnuda en público. Pero hay algo que me reconforta enormemente, y es que ahora todo el mundo sabe lo excepcional que es mi madre. El verdadero homenaje y reconocimiento es para ella. Se lo merece. Qué suerte la mía. Aún no he podido volver a ver el vídeo en la intimidad. Esperaré para disfrutarlo de nuevo a estar abrazada a ella, a la inminente abuela Elisa.