«Soy de Coruña y nunca fui a Riazor ni a la Torre»

La Voz NOELIA SILVOSA, SANDRA FAGINAS, CÁNDIDA ANDALUZ, YOLANDA GARCÍA

A CORUÑA CIUDAD

MARCOS MÍGUEZ

Reunimos a cinco gallegos que, quizás por tenerlos demasiado cerca, aún no han visitado los puntos más emblemáticos de su ciudad. Y no tienen pinta de hacerlo

23 may 2015 . Actualizado a las 16:54 h.

Aunque lo parezca, juramos que no es una broma. A sus 34 años Manuel Villaviciosa, nacido en A Coruña y vecino de O Temple, nunca ha clavado la sombrilla en la playa de Riazor. Tanto es así, que la primera vez que pisó la arena lo hizo para la foto que ilustra este reportaje. De no ser por YES seguiría sin bajar porque, sencillamente, no entraba en sus planes. 

«Nunca se me dio por ir allí», confiesa Manuel, que no obstante sí que se acercó alguna vez a los arenales de la zona. «Hace muchos años, igual diez o más, sí que me bañé un día en el Orzán. Pero en Riazor, nunca», asegura. Y no se trata de que no le guste la arena o de que el agua esté demasiado fría. Para nada. Lo suyo trasciende a todo eso, y es que este coruñés se define como un hombre de campo que rara vez cruza el puente «del Pasaje» en lo que a ocio se refiere. Sí que tiene que acercarse a diario hasta A Coruña, ya que es donde trabaja y no le queda otro remedio. «Lo mío es el verde, allí es donde soy feliz. Por eso voy poco por el paseo marítimo», indica.

Manuel se parte de la risa mientras narra sus más y sus menos con la ciudad que le vio nacer. Porque lo suyo tiene aún más delito: «Tampoco subí a la torre de Hércules», revela insistiendo en que «de verdad que no se dieron las circunstancias». Ahora ya puede decir que bajó a la playa de Riazor, y lo de la Torre no lo descarta. «Es posible que suba, pero las dos o tres veces que fui estaba llena de gente», indica. 

VIVO EN MILLLADOIRO Y NUNCA FUI A LA CATEDRAL DE SANTIAGO 

«No van por fe, es todo turístico»

SANDRA ALONSO

Existe. Lo teníamos todo en contra para encontrarlo, pero os presentamos a un hombre que lleva diez años con su negocio en Milladoiro y que nunca ha entrado en la catedral de Santiago. Se llama Bautista, es natural de Palas de Rei y a sus 43 años regenta la panadería Sande con dos empleados. En pleno jueves de la Ascensión, fue rompiendo uno a uno los dogmas de muchos santiagueses que nos miraban como a extraterrestres cuando les preguntábamos por algún residente que no entrase en la catedral. «Voy mucho a Santiago para arreglar papeleo, y claro que estuve en la plaza del Obradoiro, pero no entré en la catedral», dice convencido. ¿Que por qué no cruzó sus puertas? «Porque no tengo curiosidad», responde. Sin embargo, Bautista sí viajó hasta Tenerife para ofrecerse a la Candelaria y este mismo lunes partirá hacia el Rocío para recoger las flores que le dejó a la Virgen el año pasado. «Yo tengo fe, pero ¿cuánta gente viene aquí por fe? Alguno habrá, pero pocos. Esto ya es un tema turístico», resuelve con rotundidad. Como no podía ser de otra manera, el tema suscitó debate en el local, hasta el punto de que alguien que prefiere conservar su anonimato alzó la voz contra el sacro templo y reveló que tampoco entró ni entrará nunca: «¡Catro pedras e cincuenta mil escravos mortos, eu alí non entro!», exclamó. Pero Bautista es más moderado. «¿Irás?», le preguntamos. «Puede ser».

VIVO EN OURENSE Y NUNCA FUI A LAS TERMAS

«El agua es espectacular, pero debería haber más control»

MIGUEL VILLAR

Elisa Iglesias Nogueira, de 47 años, conoce la zona termal de Ourense desde hace mucho tiempo, pero asegura que nunca se ha metido en sus aguas. En las piscinas al aire libre. El emblema por excelencia de la capital, además de As Burgas, el Puente Romano y el Santo Cristo (en la catedral), es para ella un lugar totalmente desconocido. No es por falta de tiempo, por no apreciar la calidad de las aguas o, simplemente, por vagancia. Elisa Iglesias asegura que no se ha bañado nunca porque cree que no existen las garantías sanitarias suficientes como para disfrutar de las piscinas termales. Una afirmación rotunda, que subraya sin pelos en la lengua. «El agua es espectacular, pero tendría que haber más control. El espacio en donde se encuentran también es impresionante, pero no hay nadie que diga a la gente cómo hay que meterse en el agua. Que les diga que hay que ducharse antes, por ejemplo», afirma. Es, por lo tanto, una crítica a la gestión más que una decisión personal. Destaca su carácter terapéutico para explicar que muchas de las personas que acuden a la piscina lo hacen por problemas de salud, muchos relacionados con la piel. «Hay muy poco control sobre esto y estamos hablando de enfermedades», añade. Iría, dice, si las cosas cambiaran. «Yo he ido a balnearios en Budapest con aguas mucho peores que estas, pero allí es otra cosa. Hay una seguridad sanitaria que aquí no se ve y también vigilancia y un cierto orden», subraya. Ni A Chavasqueira, ni  Outariz (en la imagen), ni  O Tinteiro, los tres enclaves termales capitalinos por excelencia, ofrecen para ella las mínimas condiciones como para disfrutar al cien por cien: «Tendrían que cambiar mucho para que me bañase».

SOY DE RIBADEO Y NUNCA FUI A LA PLAYA DE AS CATEDRAIS

«¿A que voy ir agora? Xa a vexo pola tele?»

PEPA LOSADA

Pillamos a Dolores Losada Fraga en su casa de Ribadeo cocinando: «Ía fritir unhas croquetas». Es primavera y falta un mes para que llegue el verano y regrese un fenómeno en A Mariña: las larguísimas colas de As Catedrais. El récord se batió el año pasado, 540.000 visitantes en un municipio de 10.000 vecinos. Como Dolores, que no conoce la masificación de Augas Santas, que es el otro nombre de la playa As Catedrais, ni motivada que se siente a sus 79 años de edad: «¿A que vou ir? Xa o vexo na televisión. Aínda que penso, eses que van ver os seus furados, parecera que nunca viran nada». Sí tiene energía para sacarse la foto para el YES: «¡Home! ¿é logo? Claro que fun á perruquería». Lo anecdótico de su historia, y viviendo tan cerca de ese lugar que ilustra pósteres y folletos promocionales y forma parte ya de muchos recuerdos fotográficos de bodas y viajes, es que su hijo trabaja en la Oficina Municipal de Turismo. Ella pocas opciones ve de ir ya, a estas alturas de la vida: «Non podo viaxar moito». Y vive en Ribadeo.

SOY DE CORUÑA Y NUNCA FUI A LA TORRE DE HÉRCULES

«En 33 años no subí, y no tengo trazas de hacerlo»

PACO RODRÍGUEZ

No subió ni cuando sus familiares llegaron desde Venezuela dispuestos a conocer la leyenda de Breogán. «Vinieron y nos acercamos varios hasta la torre de Hércules», dice Julián Veiga, un coruñés de pro que vive en Elviña, pero que sigue resistiéndose a las escaleras del faro romano. «Ellos subieron, pero yo me quedé abajo», apunta. Estaréis preguntándoos cuál será la razón de tanta reticencia. No, no es el miedo a las alturas. Tampoco se trata de una cuestión metafísica. Simplemente, mantiene que «no se dio el caso». 

Y eso que Julián está acostumbrado a eso de padecer las escaleras, porque vive nada más y nada menos que en un octavo y cuenta que «cuando se va la luz, hay que subir a patas». Es decir, que solo hace el esfuerzo por obligación o cuando es absolutamente necesario. Por eso de todas las veces que pasó por la Torre, que fueron varias, ninguna tuvo intención de recorrerla por dentro para disfrutar de las vistas. 

«En treinta y tres años que tengo no subí, y la verdad es que no tengo trazas de hacerlo», sentencia divertido este coruñés, que además añade: «No me llama especialmente». De hecho, dice con claridad que tampoco le quita el sueño la posibilidad de hacerlo más adelante: «Ni siquiera sé si cobran por subir, pero si cobran todavía menos», apunta. De momento, está claro que seguirá viéndola desde abajo.