¿Con cuántas personas puedes llegar a vivir?

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MARCOS MÍGUEZ

UN GRAN HERMANO SIN CÁMARAS Si tres son multitud, imagina cuando seis personas viven bajo el mismo techo. Estos seis jóvenes tienen la fórmula para una convivencia perfecta. 

10 oct 2015 . Actualizado a las 18:42 h.

¡Bienvenidos a la casa en directo! Porque lo que van a leer a continuación podría ser algo muy similar al formato televisivo, aunque salvando las diferencias. Aquí ni nominan, ni hacen pruebas, y sobre todo no se insultan. Pero llamemos al timbre, a ver quién nos abre. En este piso de A Coruña viven seis jóvenes, (han llegado a vivir hasta siete, pero uno de ellos ha abandonado la casa),  además de Carlos y María Antonieta, que no es que sean adultos, es que son del género animal. En concreto un gato y un erizo, que solo se encuentran cuando sus dueños así lo desean. No se llevan mal, pero tampoco se hacen excesiva gracia. De hecho, cada vez que el gato maúlla, María Antonieta se enrosca y solo muestra la parte de su cuerpo más afilada. También hay un conejo, pero este también prefiere mantenerse al margen para evitar conflictos. 

Pero es que aquí ni los humanos tienen problemas de convivencia, a pesar de lo que pudiera parecer por la cantidad de habitantes. Dicen que al haber tanto espacio «no hay problema ninguno». Razón no les falta. Cuando uno llega arriba no sabe para donde tirar, porque la casa se extiende para la izquierda y para la derecha. Cinco habitaciones, dos baños, cocina, salón y terraza, ¡menuda terraza!  Será porque tienen horarios muy distintos que incluso no hay cola para coger el baño. Y ya es raro, porque a veces esto pasa (os lo digo yo) con solo un compañero de piso. Solo ?chocan?, y para eso no siempre, cuando van a colgar la ropa porque solo hay una cuerda, o al poner la lavadora. Pero es cuestión de esperar turno, y listo. 

El hecho de que se conocieran (más o menos) antes de comenzar a vivir puede haber facilitado bastante la convivencia. Además, sus gustos y aficiones parecidas también ayudan a que no haya discusión, por ejemplo, por la televisión. «Pasamos mucho tiempo juntos jugando a la consola», explica Lucía. Aunque preparan la cena de forma individual, solo hacen bote para artículos de limpieza e higiene comunes, se suelen juntar por la noche todos en la sala. Aun así, las veladas no se extienden hasta la madrugada, sino que cada uno le pone el punto y final cuando debe para poder cumplir al día siguiente, bien con el trabajo o con los estudios. «Y si hay fiesta o más ruido en el salón no te enteras», dice Adrián, que duerme justo al otro extremo de la casa. «Pero ni yo que duermo justo al lado escucho nada», dice Suri, que duerme en la misma habitación que María Antonieta. 

MARCOS MÍGUEZ

INCIDENCIAS VÍA MÓVIL

Es difícil no cruzarse por el pasillo con alguien, pero por si acaso no coinciden, se han hecho un grupo de WhatsApp para registrar las incidencias que puedan surgir en el día a día. Que hay un plato en la encimera sin meter en el lavaplatos, pues se hace foto y se busca al responsable. Y suerte que hay lavavajillas, si no tendrían que escribir un blog. «Lo importante es tener las zonas comunes limpias, luego que cada uno tenga su habitación como quiera, de puertas para dentro no nos metemos», explica Kris. 

 Nos vamos que llama el súper. No la voz en off, sino la necesidad de hacer la compra. 

Aquí no hay animales, al menos no como los de la página anterior. En este piso de Santiago viven cinco estudiantes que tras un breve paso por una residencia han decidido independizarse. Lo mejor de ser cinco, dicen, es que todo el rato tienes a alguien para hacer algo. Pero no os vayáis a pensar que solo hablamos de fiesta. Aquí lo mismo se arrastran para divertirse como para estudiar. «Cada uno se mete en su habitación y no hay problema», explica Ángel. Aunque saben que los roces por la convivencia llegarán en algún momento, el curso acaba de empezar y solo ven ventajas. «Tres de nosotros estudiamos Políticas, dos coinciden en algunas asignaturas por lo que se preguntan cosas y se ayudan, y yo que voy un curso más también les echo una mano en lo que puedo», comenta Gonzalo. 

 A día de hoy confían en la buena voluntad de cada uno para las tareas domésticas. Se supone que si alguien ensucia algo lo limpia, y no hay horarios ni turnos en la nevera. (Dadles unas semanas, todo llega). En donde que sí tienen un líder es en la cocina. Aurelio ha sido nombrado, porque le gusta, no por obligación, cocinero oficial. «Me gusta bastante, y me suelo encargar yo, por eso también organizo un poco la compra», explica. «Pero nosotros le compensamos», dicen. «Sí, sí, me ayudan mucho. Yo me pongo, y a los cuatro los tengo de pinches, si necesito que me laven o abran algo los tengo muy cerca, porque se ponen al lado con el ordenador y la música». Si echamos un ojo al menú, cualquiera diría que estamos en un piso de estudiantes. Pimientos al horno, ensalada de garbanzos, e incluso merluza. Impensable en otras viviendas de universitarios. Incluso, siempre que los horarios se lo permiten, suelen sentarse juntos a la mesa. 

 Son amigos y ya convivieron durante dos años, y eso se nota. Hacen mucha vida en común, y raras veces uno se queda solo en casa. Excepto los fines de semana. Aurelio es de Mallorca y lo tiene más difícil para irse cada semana como sí hacen el resto. Suelen echar horas en la consola o viendo pelis, y siempre suele haber cuórum. «Si estamos viendo la tele, y quieren jugar a la Play no hay problema, nos gusta a todos», explica Javi. Y si hay alguien que tiene que trabajar se encierra en su habitación. «Si ves que elevan el tono, es muy fácil. Un chillido y que paren, solo faltaría», explica Aurelio, que estudia Biología. 

Álvaro Ballesteros

Quizás lo más difícil de todo haya sido encontrar un piso de cinco habitaciones. Ellos tenían claro que querían ir todos juntos, y han tenido que buscar a conciencia. Una vez instalados, un rápido sorteo de habitaciones y a sus puestos. «Cada uno tenía sus prioridades, pero aceptamos el resultado, y así nos vamos a quedar todo el año», dice Gonzalo. Si hubiera un pero, ese sería la ducha, aunque al tener horarios diferentes tampoco es mucho problema, explica Arturo, que confiesa (creo que es compartido por todos) que de momento esa casa es como vivir en el paraíso.