José Luis Perales: «No soy Paul Newman ni Caruso, pero me ha ido muy bien»

YES

X

A sus 71, con un libro, nuevo disco, tres nietos y un árbol que necesita ver crecer, Perales no necesita más: «¿Qué más puedo pedir?». Este contante de historias celebra que le versionen grupos como Elefantes, Love of Lesbian y Sidonie. Y con pasión presenta «Calma»: «Con calma se pueden decir verdades como puños». Veamos cómo es él...

30 abr 2016 . Actualizado a las 11:38 h.

Mi madre me decía «¡Con lo bueno que eres y la guerra que me das!», cuenta José Luis Perales. Cuesta creerlo porque con él llegó la paz. Este contante de historias, como él se dice, nació en el 45. El 18 de enero; en un pueblo de Cuenca al que 71 años después no ha dejado de volver. «No solo al pueblo, sino a mi casa del campo, que está en mitad de la nada. En la Alcarria más olvidada por los políticos y los no políticos. Allí he escrito todas mis canciones. Necesito ir, al menos, un día a la semana». Ahora que ha llegado su tercera nieta -«Noa, ¡tiene unos ojos preciosísimos!»- presenta un nuevo trabajo que suena «muy americano». Calma lo llevará de gira por España hasta septiembre y cruzará el charco después. El productor del disco es su hijo, Pablo. ¿Pablo el de la canción, el niño al que su padre le canta eso de «por haberte tomado el jarabe que sabe tan mal»? «¡Sí! Mi hijo». Yo me preguntaba ¿cómo se puede hacer de esta frase canción? «Es ponerle música a la cotidianidad. Lo que me gusta más a mí», dice Perales.

-Muchos hemos crecido con tus vinilos. Con Pablo y con María...

-Ja ja ja ¡Y con Manuela!, ¿no? Pues que te digan esto por las mañanas es un subidón.

-¿A estas alturas, con tanto detrás?

-Es que cuantas más alturas, ¡más subidón!

-Y esto dicho con «Calma», disco que arranca en mayo una gira que no tiene parada en Galicia. ¿Y eso?

-Pues... fíjate que no, ¿por qué no me llaman de Galicia? Ya me estoy preocupando... Cuando empecé, en mis primeros años, los inviernos me los pasaba entre Bilbao, San Sebastián y Galicia. El nueva Olimpia de Vigo lo reventé, iba a Ourense, a As Neves... Antes me pasaba el año entero haciendo giras, ahora es distinto. Te haces mayor y te vas prodigando un poco menos. No por no prodigarte, sino por tener tiempo para otras cosas. Quiero tiempo para mis libros, mi cerámica, mi escultura, mi jardinería, para viajar a Italia...

-Pero no has dejado nunca de escribir. ¿Qué le das al tiempo para que se entregue?

-No es que no tenga tiempo, es que me sobra.

-Dinos el secreto...

-Organizarse. Pero lo más importante es la pasión. La pasión por las cosas nos hace estar vivos.

-¿Se aprende a vivir con «calma»?

-Hay que distinguir lo importante de lo que no lo es. Y a las cosas pequeñas hay que prestarles atención, son las que más feliz te pueden hacer.

-Le has cantado mucho a los ciclos de la vida, tú que has conocido sus edades. ¿Qué tal como abuelo?

-Muy bien, ¡ahora tengo un tercer nieto! Manuela tiene su canción; Guillermo, la suya en este disco, y de pronto... me viene Noa. Y ahora ¿qué hago yo? ¡Tendré que hacer otro disco! Esto es una motivación continua.

-¿Qué nos dan los hijos que se lo damos todo? Esto de la crianza con apego, que le dicen, es una «esclavitud».

-Pero tiene sus compensaciones. Un hijo es un regalo. Mira, ¿quién me iba a decir a mí que Pablo, el niño al que le cantaba lo de «por haberte tomado el jarabe que sabe tan mal», es el productor maravilloso de este trabajo? ¿Quién me iba a decir a mí que mi hijo me iba a acompañar a mis conciertos? Esta es una unión que no se ha perdido nunca.

-¿Cómo se mantiene el lazo?

-Con los hijos tiene que haber apego, pero respeto a su independencia.

-No has sido entonces un padre helicóptero...

-No. Absorber su vida... eso no lo hemos hecho nunca ni Manuela ni yo. Y ahora a nuestros hijos ¡los tenemos de clientes cada dos por tres! [risas].

-¿Eras testarudo y temerario, como dice una canción de «Calma», la que dedicas a tu nieto Guillermo?

-¡Sí! De pequeño buscaba los nidos de los pájaros hasta en la última rama de un nogal muy alto.

-Te ha marcado ser hijo de un lugar.

-Me ha marcado hasta el punto de que a mis 71 años, viviendo en Madrid desde hace 20, necesito ir a mi pueblo cada semana, no ya al pueblo, sino a mi casa del campo. Allí he escrito todas mis canciones. Necesito el olor del árbol del paraíso. Tengo una pequeña viña de tempranillo, 300 o 200 cepas... Pequeña, pero tengo que verla. Ver cuánto ha crecido el último árbol que planté. Lo necesito. Me siento muy gallego en la morriña.

-¿Qué le hace la memoria al pasado que suele suavizarlo?

-La memoria es generosa, suele querer borrar aquello que no fue tan bueno para quedarse con lo mejor.

-Cuántas cosas duras nos ha dicho Perales de dulce manera... Solo hay que volver a escuchar, por ejemplo, «Te marchas».

-[Risas] Sí. Lo que nunca he hecho yo es abanderar la protesta, pero no por eso he dejado de decir las cosas que quería. Se pueden decir cosas durísimas con sutileza, de buena manera, la gente lo entiende igual o mejor. La agresividad es lo último. Con calma se pueden decir verdades como puños.

-¿Qué canción (de las tuyas) habla más de tu vida?

?-Es difícil decirlo. En cada canción estoy yo. Soy excesivamente transparente en lo que escribo. Escuchando una canción puedes saber cómo soy.

-Este disco habla de los necios que se creen sabios y de los gobernantes que lo desgobiernan todo. ¿Dónde nos han... o nos hemos metido?

-Los gobernantes, en general, se miran el ombligo continuamente y se creen los dueños del mundo. Cuando deberían servirnos en bandeja. No podemos estar esperando hasta que se les ocurra a ellos decir sí.

-Una de tus canciones, que mi madre me cantaba a mí, decía «Escúchame, yo también tuve 15 años, y ya lo ves, estoy rozando los 40». Yo tenía 15 entonces. Ahora que rozo los 40, ¿qué me dirías tras haber cumplido 70?

-¡Que te quedes ahí!

-¿No dirás ahora que los 40 son la mejor etapa de la vida?

-No, no, no, sinceramente no. La mejor etapa de la vida la estoy viviendo ahora. De verdad. He tenido unos hijos estupendos, he hecho de mi profesión algo vocacional y la gente lo ha admitido con tal cariño... como tú me dices. ¿Qué más se puede pedir?

-¿Es cierto eso de que cuando empezaste te dijeron que no tenías físico ni voz?

-Bueno... me dijeron la verdad [risas]. Yo no soy Paul Newman ni Caruso, pero me ha ido muy bien.

-Has escrito el «Porque te vas» de Jeanette, para Miguel Bosé, para Paloma San Basilio. ¿Cómo es esto de escribir para otros?

-En el compositor hay una parcela de actor. De transformismo: te transformas en ese personaje para el que escribes la canción, para que le quede a la medida y la sienta como si la hubiera hecho él. Esta es una servidumbre que me obliga a «travestirme» [risas].

-Inolvidable tu «Marinero de luces» para Isabel Pantoja. 1985. Disco de platino. 800.000 copias...

-Marinero porque era de Barbate y de luces porque era torero... Para escribir una historia hay que sentirla. En el caso de Isabel Pantoja era una artista muy famosa ante una gran pérdida. Un cuplé antiguo. El torero y la folclórica. Esa España nuestra lo entendió muy bien. En esa servidumbre me metí con mucha responsabilidad y mucho miedo, porque no dejaba de ser Isabel Pantoja en la cresta de la ola, con el torero muerto, sin querer salir nunca más a cantar. Me costó un poquito, pero la conseguí.

-¿Talento o esfuerzo?

-Las dos cosas. Pero si no hay inspiración no me pongo a escribir. ¡Yo dejo que las musas lleguen, se recreen, me den besos, me abracen...!

-¿Y qué te parece que te versionen Elefantes, cómo te suena tu «Te quiero» en esa versión que cantan con Love of Lesbian y Sidonie?

-Que gente tan moderna, tan indie, diga que soy un ejemplo... siendo un tío de 71, ¡imagínate! Es una gran felicidad. Lo han hecho muy bien. Son una gente estupenda... Oye, ¡te olvidas de La lluvia en el jardín!... [dice Perales cuando la conversación se acaba] Que digo la lluvia en el jardín y se me aparece Galicia.