Hacerte uno a medida es lo Massimo

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cedida

Piezas únicas que te harán vestir de manera exclusiva y sin embargo accesible. El Personal Tailoring de la firma gallega tiene todos los ingredientes para que con el traje vayas seguro. Si eso, duda de a quién llevas a tu lado.

21 may 2016 . Actualizado a las 09:45 h.

No hay segunda oportunidad para una primera impresión. Pues habrá que hacerle caso a Oscar Wilde y no descuidar detalle a la hora de vestir. Si no fuera así, iríais de chándal. Y si te pones traje, atento. Escucha, o lee en este caso, de los que más saben, como es el caso de Massimo Dutti. Seguro que tú también has entrado alguna vez en sus tiendas pensando que quieres uno que te quede igual que al que te está atendiendo. No desesperes. Es posible. Tienen a los magos del Personal Tailoring (servicio de confección personalizada que no se limita exclusivamente a los trajes, sino que ofrece la posibilidad de hacer a medida cualquier prenda de sus tres líneas: Extreme -sofisticada-, Business -seria- y Weekend -casual), que te van a hacer vivir la experiencia del lujo a medida. Estás en buenas manos. Las mismas con las que te van a hacer un traje, nunca mejor dicho, porque la elaboración es completamente artesanal.

Hay mucha tela que cortar, así que lo primero es elegir entre una selección de tejidos exclusivos e inimitables, que combinados con un corte exquisito te dejarán una silueta perfectamente delineada. En definitiva, llevas encima todos los ingredientes de la sastrería del siglo XXI, así que sal a la calle a lucirte. Coge el pasaporte, no tienes fronteras. Massimo Dutti exporta un estilo típicamente europeo pero apreciado por hombres de todo el planeta. Sus trajes son reconocibles por su elegancia, que a su vez es sinónimo de simplicidad.

Cuentan con cuatro familias de trajes: Finley, Poole, Row y Lodge. Las chaquetas las hay entalladas o rectas y todos los modelos presentan dos aberturas posteriores. Si buscas una opción sofisticada y de fantasía tuyas son las dos primeras series, que se caracterizan por los cuellos en punta de lanza con dos botones y dos tipos de bolsillos diferentes, aunque también existe la opción cruzada con el mismo cuello y bolsillos inclinados o rectos.

¿Que buscas algo más? También tienes el esmoquin (como el que lleva Jon Kortajarena en la portada) y el dinner jacket, el primero más formal mientras que el segundo es más sofisticado. Ambos pueden ser cruzados o solo con un botón.

Prenda por prenda

El Personal Tailoring no se limita a los trajes, y ofrece un gran abanico de posibilidades para crear piezas a medida y por lo tanto especiales. Y ya que los hombres se visten por los pies empecemos por los pantalones, porque los calcetines y los zapatos ya te los pones tú solo. Una de las máximas a la hora de elegir el pantalón es que resulte cómodo. A partir de esto, los nuevos modelos de la firma gallega proceden de un patrón que ofrece dos hechuras: una básica y otra más retro con más altura en el tiro y ceñidores en la cintura, por si quisieras llevar tirantes. Además, incorporan una vuelta en los bajos, así como un discreto ojal y un botón oculto que sostiene la vuelta. Y una última novedad, sobre todo para el bolsillo. Llevan una cinta interior cosida para que el pantalón no se desgaste con el roce del zapato.

Una buena camisa debe tener en cuenta tanto la calidad del tejido como su terminación, por eso los nuevos modelos cumplen los requisitos clave, como: versatilidad del patrón, igualdad en la anchura de los hombros y mangas pero con diferentes volúmenes de cintura y bajo. Por cierto, ¿sabías que los botones van cosidos en aspa? Lo digo por si te cae uno, que no llame la atención cuando lo repongas.

Si tú también eres de los que tardas poco en preguntar cuándo te puedes quitar la chaqueta, estás de enhorabuena. Igual ya no necesitas quitarla. Porque las de la nueva colección se acortan para hacer un look más casual y por lo tanto más cómodo. La «nueva» blazer lleva solapas nuez y martillo y como novedad estrella destaca la incorporación de un tercer botón oculto, un guiño a la sastrería antigua.

Que todo sea por que vayas hecho un pincel, como el chico de la tienda. ¡Qué bien les queda! Ehhh...

MARCOS MÍGUEZ

«El riesgo vende más que un traje azul marino»

La casualidad ha ido cosiendo con mimo la vida de Juanjo Rig. Él prefiere creer en el trabajo, pero admite que la fuerza del azar es grande, tanto que a veces parece encajar todas las piezas del puzle de una historia: «Mi comienzo en la sastrería fue casual. Me fui a Santiago a estudiar Empresariales, pero casualmente unas Navidades empecé a trabajar en El Corte Inglés. Entré y vendí dos trajes, pero se jubilaba el sastre». Con esa circunstancia a favor, alguien (Ángel Vaca) vio «algo» en él y arrancó su carrera en el textil, la que le ha llevado a Fabulare, su marca.

«Nosotros somos sastres de profesión. Sastres de hilván a mano. Aquí todo es artesanal. Cada pieza lleva cuatro o cinco días de trabajo». Fabulare tiene un equipo de costura de cuatro personas: un pantalonero, un chalequero y dos oficiales de primera. Formado en Madrid, Juanjo Rig es fiel a su equipo y viceversa: «Estas personas están conmigo desde el principio de mi carrera profesional».

Tienen un lenguaje propio, revela el sastre pintando con tiza una V en un tejido. Esa tiza es un «jaboncillo», explica, y la V, un signo que su oficial «debe interpretar correctamente, él sabe qué significa».

Hoy casi todos los sastres proyectan su idea del textil en una marca, algunos se han convertido incluso en iconos, advierte Rig. «Nuestra idea se proyecta en Fabulare. Y el 90 % de lo que ves aquí se cose en la provincia de A Coruña; es una labor artesanal que proyecta lo que suele llamarse way of life, un estilo de vida. Aquí no hay pegamento, todo va cosido a mano». Las telas de Fabulare son de importación, costosas. Unos 100 o 200 euros por metro de tela que llega de Inglaterra e Italia, los grandes referentes en tendencias, dice Rig ante un tejido marcado como una pista de Scalextric.

Garantía de por vida

Chaqueta granate, pantalón claro, pañuelo, chaqueta semicerrada con un botón («mejor, siempre abrochada, así se conserva mejor»), Rig apuesta por los verdes, los granates y los rojizos para las chaquetas esta temporada. En pantalones, colores claros, buscando el contraste. ¿Entonces qué hay del clásico traje azul que no falla? «No, no falla, pero el riesgo vende más que el mejor traje azul marino que puedas hacer. En lo diferente te fijas, para bien o para mal», asegura.

Más allá de la marca, ¿qué distingue a un buen sastre? «Un buen sastre tiene que hacer un buen traje. Partiendo de eso, lo que marca la diferencia es la confianza de la persona. Del cliente».

Con un uso aceptable, un buen traje «debería durar toda la vida», asegura este profesional, que sostiene que en la primera entrevista entre un sastre y su cliente manda el factor psicológico: «Como sastre, debes fijarte en la persona, saber a qué se dedica. No vestirías igual a un abogado que a un comercial. Y si eres comercial, te mueves mucho en coche y no tratas especialmente bien la chaqueta, no podemos irnos a tejidos delicados, pero quizá podemos arriesgar más en tendencias».

Cambian la moda, las hechuras, y los sastres con ellas: «Reinventarse o morir. Uno de los logros de las nuevas generaciones de sastrería es acabar con la idea del sastre como un profesional trasnochado. Nosotros afrontamos los cambios de moda con una garantía del traje de por vida. Siempre podemos estrechar una chaqueta, modificar el hombro, hacer un poco más anchos los pantalones».

El deber de un sastre, según Juanjo Rig, es invitar a que la persona dé «un pequeño salto, al menos un paso más». Que la vida se viste mucho más de una vez.

XOAN CARLOS GIL

«El sastre se adapta a los tiempos igual que el traje al talle»

Tener un traje de calidad, bien confeccionado y a medida, formaba parte de los rituales de la vida adulta. Como ese niño africano que se enfrenta a una bestia salvaje para demostrar valor, el imberbe urbano se enfrenta al sastre y aprende a hacerse el nudo de la corbata para hacerse un hombre. Hoy ese concepto se ha quedado muy antiguo y la elegancia pasa por caminos raros y pedregosos. Pero los sastres siguen ahí. Y sus hijos tratan de revitalizar una profesión que hoy no ve claro el horizonte y despeja la neblina con otras fórmulas. Eso es lo que hace, por ejemplo, José Antonio Antas Lemos, hijo de uno de los escasos sastres que quedan ya en Vigo. Su padre, José Ces Antas, se curtió en el oficio empezando de aprendiz a los 15 años y antes de montar su propio negocio se formó con los mejores en una época en la que había muchos. Ahora le ronda la jubilación, pero padre e hijo ya llevan más de un lustro ideando un futuro para el establecimiento que abrió en 1964 en el número 15 de Marqués de Valladares. «El futuro es la medida industrial, que permite al cliente elegir entre una amplia gama de modelos. Se encarga a fábrica, allí lo hacen como nosotros se lo pedimos y una vez que nos llega, se adaptan los últimos detalles a medida, como hacemos también con el alquiler de prendas ( trajes, chaqués y esmoquin), que es el futuro», explica el joven, que aunque no es sastre tiene una idea muy clara de por dónde van los tiros en el gremio. «Esto es un poco como una metáfora de la profesión, el sastre se adapta a los tiempos, como el traje se acopla al talle», indica. «La sastrería a medida sigue existiendo de momento y mi padre aún confecciona así, bajo demanda, porque aún hay clientes que lo piden, pero cada vez menos», reconoce.

«Nosotros podemos hacer un traje desde 550 euros y del otro modo lo puedes conseguir por 200 o 250 euros menos», indica.

La gente reclama prendas más ajustadas, y no solo hablamos de la hechura, sino, sobre todo, del precio. Ese servicio de «semimedida» complementa la labor que hace el mismo personal que ahora se ocupa de que la ropa alquilada para eventos y ceremonias le quede a uno como si fuera suya. Impecable.

Lo que no cambia es la propia manía de cambiar que tiene la moda, una característica intrínseca que impide que muera. Hasta en el vestir más clásico hay tendencias y José Antonio Antas cuenta que continúan en boga los pantalones estrechos «y cada vez más cortos en el traje, con o sin dobladillo, pero con una inclinación a llevarlo incluso por encima de la línea del zapato. Las americanas vienen más cortitas y en cuanto al chaqué, lo enfocamos con las mismas medidas, algo más corto y más entallado». El Pantone de la sastrería masculina no es muy amplio, pero, aún así, cada año hay tonalidades con más reclamo.

Según el experto, este año es el azul marino oscuro de siempre o uno un poco más claro, tanto en chaqués como en trajes. En plena temporada alta, el vigués, que abandonó su carrera deportiva como futbolista hace unos años, encara los meses con más actividad ceremonial con jornadas maratonianas de pruebas, encargos o visitas a la tintorería.

MARCOS MÍGUEZ

«Mejor entallados, con la tela justa»

Lo primero que llama la atención cuando estos dos chicos de la imagen -Alejandro y Álex- se prueban sus respectivos trajes es que les quedan tan entallados que por momentos da la sensación de que el margen para agacharse es poco. Pero es verdad que de pie están impecables. ¿Esto es moda o es marca de la casa? Les pregunto a los encargados de la tienda de Félix Ramiro, un templo ya de los trajes a medida, que lleva tres meses abierta en A Coruña. «Es nuestra filosofía, pero también es tendencia, ambas cosas; Félix, el sastre que dio nombre a la marca, siempre dice que nos caracterizamos porque los trajes son entalladitos, muy justos, con líneas frescas y jóvenes, pero que le sientan bien a cualquiera», explica Diego, uno de los encargados de la tienda. Solo con ver cómo va vestido se entiende que la mezcla es el ideal de hoy: viste traje azul marino con cuadros ventana de líneas rojas, una camisa de rayas, corbata azul marino con topos y un pañuelo con flores también en tonos rojos. «Cuadros, flores, rayas, lunares...». ¡El traje es ahora una fiesta! «Bueno, a mí me gusta ir así, pero cada cliente es un mundo; en cualquier caso, de base está el azul marino y el rojo, que son dos colores que funcionan muy bien, pero sí, hoy se puede combinar casi cualquier cosa». A su lado, Ángel, otro de los responsables de este negocio, avanza que «este es el año de los azules, en toda su gama». «Hasta los chaqués de boda más clásicos han venido en ese color, el traje azul marino de siempre es un básico indispensable, pero para las personas más arriesgadas el azul se amplía con otra gama».

Menos corbatas

La firma Félix Ramiro se diferencia, según apunta Ángel, por unos acabados impecables, las mejores lanas vicuñas, y el made in Spain que los clientes agradecen siempre. «Fíjate qué forros, qué cuidado tenemos», enseña con orgullo. Hay trajes que visten desde 200 euros, los más básicos, pero uno hecho a medida puede irse ampliando hasta la cantidad que se quiera. ¡Los hay hasta de 10.000 euros! «Todo depende de lo que la persona elija, hay lanas de hasta 500 euros el kilo». Los jóvenes que siguen la tendencia ya no pasan por el nudo de la corbata, excepto que el traje tenga una finalidad más ejecutiva, de trabajo. Pero la pajarita se ata con alegría en todas las ceremonias -«son modas que van y vuelven y ahora mismo es la que arrasa»-, siempre a juego con el pañuelo de la solapa. El chaleco también es una prenda que se impone (obligatoria en el chaqué), pero que da mucho juego si rompe con el estampado del traje liso. Que por cierto este año coge esos aires del pasado, a lo Miami Vice, con la delantera cruzada apuntalada con seis botones (los dos superiores, ornamentales).

¿Y la pinza de los pantalones? ¿A favor o en contra? «¡Uf -resopla Diego-, eso ya es muy al gusto, yo no soy muy partidario, pero es normal que muchos clientes la pidan, depende del cuerpo de cada uno». Por eso Ángel es partidario de usar tirantes y no cinturón con el fin de que el pantalón siempre quede en su sitio. No por esnobismo sino por comodidad. ¿Cómo visten los gallegos? ¿Son arriesgados? Los dos hacen una mueca que nos adjetiva en la indefinición. «A diferencia de en otros lugares, aquí creo que a los clientes les cuesta mucho decidirse por su exigencia. Hasta que no están de doce no eligen. Y eso a nosotros nos viene mejor porque nos implica hasta dar el máximo. Para vestir bien no hay que conformarse nunca».