Daniel Grao: «Soy tímido, obsesivo y un poco adicto al trabajo»

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David López Arias

Daniel Grao lo dice casi todo con la mirada. El nuevo chico Almodóvar tiene 40 años, dos hijos, «La sonata del silencio» y «La catedral del mar». Protagonista de la obra teatral del año, «La piedra oscura», él asegura que el cine lo salvó cuando estaba a la deriva: «Me ha ido reconciliando con mi vida».

24 sep 2016 . Actualizado a las 10:28 h.

Se acuerda de ir a devolver a la bodega de su barrio los cascos de las Fantas, de ver el tren desde la ventana de casa, de la zapatilla amenazante de su madre y del olor a mandarina de su infancia. De la primera chica que le gustó y de poner una y otra vez Brothers in arms de Dire Straits en un radiocasete. Daniel Grao (Sabadell, Barcelona, 1976) nos puede con la mirada. A él, confiesa, le gana lo emocional. Y eso que suscribe que el amor no está para hacernos felices, sino más conscientes. «Sí, quizá le quite romanticismo, pero para mí es la manera sana de enfocarlo. Si no el enamoramiento nos pasa factura, estaríamos en lo mismo uno y otra vez. El amor nos hace más conscientes de nosotros mismos».

-No dejas de sumar estrenos. «Julieta», «La piedra oscura», y en televisión, «La sonata del silencio» y en breve «La catedral del mar». Justo el año que has cumplido 40. Tienes la edad de «Rocky», «Taxi Driver» y «Todos los hombres del presidente». ¿Con cuál te quedas?

-¡Guau! Qué difícil... Mmmm...

-¡Tienes que elegir!

-Taxi Driver.

-¿Adónde te diriges?

-Donde la vida me lleve.

-¿Te dejas llevar?

-Menos de lo que debiera. A veces soy muy de querer llevar el control y empujar las cosas hacia donde creo que deben ir. Y no se puede...

-Quince años de carrera. Empezaste en el 2001. ¿Cómo recuerdas ese debut?

-En aquella época los trabajos venían un poco a ráfagas. Al principio fue solo un coqueteo.

-Pero se convirtió en algo serio, porque desde entonces no has parado. ¿Llegaste al cine por casualidad?

-Creo que fue una mezcla de circunstancias y causalidades. Empezó en la época del instituto. Conocí a un profesor, del que sigo siendo amigo, un profesor de Literatura que se llama Jesús Alonso y que trabajaba con un grupo los viernes por la tarde, La Mandrágora. Un grupo de teatro en el que hacíamos un poco de todo. Leíamos poemas de Lorca, escuchábamos música... Pero el teatro era el motor. En ese momento yo estaba a la deriva y no sabía qué hacer con mi vida. Entonces no tenía muy claro nada en general...

-¿Se llama adolescencia?

-Yo vivía una etapa familiar complicada y sentí que, de alguna manera, con la interpretación podía sacar de mí eso que veía negativo para hacer algo, convertirlo en buen material de trabajo.

-Un misterio ese exorcismo; ¿cómo es, qué sale de ti en el escenario?

-El material con el que trabajas en esto eres tú. Son tus vivencias. Te acercas a los personajes desde ti, desde lo que imaginas y sientes entrando en ellos. Expresas a través de otros personajes y ficciones, pero tu vida siempre está ahí. Creo que es sanador. A través del cine me fui reconciliando con las que cosas que viví.

-En eso ayuda el tiempo. ¿Cambia la perspectiva con la edad?

-El tiempo hace su trabajo, pero en según qué cosas no basta, hay que remangarse. Tienes que enfangarte en tu propio fango para saber qué tienes, qué crees, qué quieres cambiar. El otro día mi hijo mayor me preguntaba: «¿Papá, los ancianos son sabios?». Y se me ocurrió decirle: «Pues... dependiendo de lo que hagan en el transcurso de su vida hasta llegar a ser ancianos». Si uno se trabaja, con el paso del tiempo tendrá más probabilidades de llegar a ser sabio que si no. Es algo que hasta se nota en la cara.

David Hernández

-Tienes dos hijos varones. ¿Ganas de ir a por la niña?

-[Risas]. ¡No, no, no, no, no! No me aburro... Con esto ¡suficiente!

-Mejor actor protagonista por La piedra oscura, que ahora da el salto del teatro al cine. ¿Qué ha hecho contigo?

-¡Ese es mi bebé!... No sé ni cómo decírtelo. Es esa mezcla de sencillez y de emocionalidad que tiene. En La piedra oscura tienes que estar como muy permeable, requiere mucha sinceridad. Es algo que no puedes hacer a medio gas.

-Tienes un cariño especial por el teatro, pero te conocemos por televisión, por tus papeles en Sin identidad, Los nuestros o Águila Roja.

-Sí. Un poco por azar he hecho más televisión. Al principio se iba dando de forma natural. Hubo una época de inercia, en que fui saltando de proyecto en proyecto de tele. Pero sí es cierto que le tengo un cariño especial al teatro, y he hecho muy poquito en mi vida. Lo del medio me da un poco igual, lo que me importa es la historia.

-¿Y qué debe tener la historia para que le digas que sí?

-Si me ofrecen algo difícil ¡tengo que hacerlo! Me gustan los retos.

-¿Cómo se lleva el título de chico Almodóvar? ¡De aquí a Cannes, Hollywood y el mundo entero!

-La verdad es que el eco que hay fuera de nuestras fronteras con el cine de Almodóvar es muy diferente. Pocos directores pueden representar su trabajo en festivales como el de Cannes. Esto es una nota diferencial, pero el trabajo al final es parecido, tienes que contar esa historia con el director. Yo no lo noto tanto en mi trabajo como a posteriori, en ese circuito internacional. Almodóvar abre puertas.

-¿Es muy difícil como director?

-Es muy exigente. Una secuencia no la da por buena a la primera. Almodóvar va a probar. Se va a probar a sí mismo, pero lo que te exige a ti se lo va a exigir primero. Es muy cariñoso y tiene mucho sentido del humor. Me ha maravillado la capacidad de control que tiene sobre todos los elementos de la película. Los colores del vestuario, el racord... Tiene todo en la cabeza.

-Dices que no eres mitómano. ¿Cómo eres tú?

-Eso parece fácil pero es muy complicado [risas]... No lo sé... ¡Muy normal!

-¡Pero si nadie es normal!

-Soy... un poco adicto a mi trabajo, un poco obsesivo y muy tímido, y no es fácil para mí.

-¿Por eso te dedicas a esto, es el cine para ti una terapia de choque?

-Puede haber algo inconsciente ahí que me empuja para compensar esa timidez. Pero no tiene nada que ver estar tú en un escenario con un personaje y con una historia que vas a contar que subir a recoger un premio... Ahí me pueden los nervios. ¡Da miedo! Ja ja ja

-Dices que te cuesta decir que no.

-¿En el trabajo?

-¿Solo en el trabajo?

-Sí, me cuesta decir que no. A veces estás rodando una serie durante la semana, tienes funciones de teatro los fines de semana y te encuentras con dos o tres días libres y llega un corto que te gusta... y te cuesta decir no. Pero tengo dos hijos.

-¿Concilias?

-Bueno... ¡ahí estamos! Es difícil.

-La paternidad es...

-Una revisión constante. Los hijos te pegan los pies al suelo, es un cambio continuo, porque crecen cada día, continuamente se están planteando cosas en voz alta y hacen que te las replantees tú. Si vives la paternidad despierto, es todo un aprendizaje.

-¿Somos iguales hombres y mujeres, al margen de diferencias obvias?

-¡Afortunadamente, no!

-¿Qué debe tener una buena película?

-A mí me conquistan por lo emocional. Y a veces me ganan más de la cuenta, si las reviso a veces pienso: «Pues no es tan buena». Pero siempre me asalta a la cabeza una, mi peli fetiche, The Dreamers de Bertolucci. Ahí están el despertar sexual, el erotismo, todo eso...

-En lo erótico, te gustan las Lolitas, hemos leído. Desconcertante.

-Bueno, como una cosa seductora, pero eso es una frivolidad [risas].

-¿Lo mejor de la vida?

-Los que tengo alrededor. Al final, eso es lo más importante.