Justin e Ivanka

Fernanda Tabarés DIRECTORA DE VOZ AUDIOVISUAL

YES

18 feb 2017 . Actualizado a las 05:15 h.

«Quédate con una persona que te mire como Ivanka a Justin Trudeau». Fue tendencia en Twitter el martes. La hija del presidente de Estados Unidos convocó al primer ministro canadiense a un acto político que devino en un vals amoroso con Ivanka poniéndole ojitos a Justin. Menuda pareja.

KEVIN LAMARQUE

El canadiense es el político de moda en América del norte. Hijo del ex primer ministro Pierre Trudeau, este atractivo cuarentón entró en la escena pública por la puerta grande en octubre del año 2000. Ese día pronunció el elogio fúnebre dedicado a su padre con el ademán exquisito marca de la casa y ese nosequé que también ha seducido a Ivanka. Fidel Castro, Jimmy Carter y Leonard Cohen estaban en aquel funeral que anticipó en seis años la carrera política de este Kennedy a la canadiense, liberal en el sentido anglosajón del término, feminista, ecologista, partidario de legalizar la marihuana y azote del clientelismo político. Justin forma parte de la nobleza política canadiense desde su nacimiento. La pareja que integraban sus padres ofrecía a la sociedad de finales de los sesenta todos los ingredientes necesarios para acaparar las páginas de economía y las de sociedad. El matrimonio entre el maduro Pierre Trudeau y la vitalista Margaret Sinclair acabó mal, pero el carácter original de ella abasteció de información a la prensa canadiense durante décadas y normalizó un tipo de relación ajena a las convenciones. A Fidel Castro, Maggie Trudeau llegó a considerarlo el hombre más sexi del mundo; hablaba de él con tanto arrobo que ha llegado a especularse con que el actual primer ministro pudiera ser hijo del cubano, una loca teoría respaldada por un cierto parecido físico entre ambos. El mencionado apoyo de Justin a la legalización de la marihuana lo pudo haber construido en la casa familiar, a la vista de la confesión que en su momento hizo su madre a Paris Match: «Fumo marihuana igual que los patos beben agua. Me hace feliz. Las esposas de otros hombres de Estado reaccionan de diferente manera a su triste destino. Betty Ford y Joan Kennedy buscaron el olvido en el alcohol». En 1977, Margaret abandonó a la prole para seguir a los Rolling Stones y en especial a Ron Wood. Fue el gran titular de una original biografía que escribió su epílogo público una noche de 1984 cuando fue retratada bailando en la mítica Studio 54 de Nueva York. Al día siguiente su marido perdía las elecciones y se iniciaba la decadencia de esta Lindsay Lohan del momento.

La vida de Ivanka Trump transcurrió en paralelo a la de Justin unos cuantos kilómetros al sur. Cuando tenía 16 años y despuntaba como modelo la despampanante muchacha declaró: «Suelo llevar a mis amigas a la mansión de Florida dos veces al mes, cuando papá tiene sitio en el avión, porque también él invita a menudo a sus amigos, a Elizabeth Taylor o a Michael Jackson. Solemos repartirnos las cuarenta habitaciones entre nuestros respectivos amigos. Aunque yo siempre conservo la mía, porque tiene una tele enorme». Semejantes inquietudes no le impidieron acompañar a su padre en toda su despendolada carrera empresarial y ejercer de primera dama tras las elecciones en ese pudin que ha resultado ser la presidencia de Trump, con un inaudito revoltijo entre la esfera pública y la privada. El martes pasado, después de ponerle ojitos a Trudeau, Ivanka era conminada por su padre a ocupar su sillón en el Despacho Oval, un gesto que ha metido más gasolina en el incendio constante en el que vive instalado Donald Trump.

El glamur del canadiense y el cheiro chabacano de la estirpe Trump se encontraron el martes en Washington. Después de ver la caidita de ojos de Ivanka todavía hay esperanzas. Puede que el charme político acabe imponiéndose a la bazofia institucional.