Aquí se aprende a nadar antes que a andar

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ANGEL MANSO

OJO, QUE LLEGAN LOS «MINI PHELPS» No tienen medalla (de momento), algunos ni caminan, pero no veas cómo estos renacuajos se lanzan a la piscina. Incluso bucean. Sí, sí.

25 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Algunos llegan en brazos a clase, lo que da una idea de la edad de los alumnos. Sujetos por sus padres se van metiendo en la piscina de 1,05 metros que está a unos 29º. No hay caras de miedo. Chapotean que da gusto. «El mayor temor es de los padres, ellos ni se dan cuenta», explica Miguel, que lleva siete años coordinando las actividades acuáticas de la Casa del Agua. Apenas quedan huecos libres en las clases de natación para bebés (de 3 meses a 2 años). Es más, hay lista de espera. ¿A qué se debe este furor acuático? ¿Estamos ante una remesa de mini Phelps gallegos? ¿Es más el ansia de los padres por que sus hijos se defiendan en el agua? Nos tiramos a la piscina.

ANGEL MANSO

Hay que calentar. En brazos del adulto (es bueno que no siempre sea el mismo para que no se acostumbren) dan un par de vueltas por la calle. Antes de nada hay que ponerse el churro. Entiéndase por flotador de espuma. Lo primero que hay que tener claro es que no pasa nada porque el niño sumerja la cabeza unos segundos. De hecho, hay niños que nacen en el agua. Hasta los 6-9 meses, la glotis está cerrada y el agua no se cuela en las vías respiratorias, así que como mucho estornudarán y la expulsarán. A partir de esa edad, tampoco, pero hay que aliarse con los juguetes para sumergirlos, saltar o desplazarse sin problemas. Y es que lo que no consiga un muñeco no lo consigue nadie... Cuando los pequeños ven los monigotes de espuma se lanzan a por ellos. Y así como quien no quiere, están realizando el primero de los tres ejercicios que tienen por delante. Sujetos con el churro a la altura del abdomen y guiados por el adulto, que siempre va delante, persiguen al cangrejo o al delfín que flota entre ambos. Lo cogen y lo sueltan. Suficiente. Primera ronda superada.

ANGEL MANSO

LO PRIMERO, RELAJARSE

Las clases empiezan siendo de 10-12 minutos y semana a semana se van alargando hasta conseguir la media hora en el primer mes. Este proceso de adaptación es necesario para que niños (que a veces tienen 3 meses y lo más cerca que han visto el agua es en la bañera de su casa) y padres consigan relajarse. Muy importante lo segundo. «Si los padres están nerviosos los niños lo notan. Es necesario que sientan estabilidad para darles más confianza. Hay ejercicios que con unos padres puedo hacer y con otros no, voy viendo hasta dónde me dejan llegar. Si el padre me da más juego yo le doy más libertad. Siempre con el adulto cerca».

Hay renacuajos de 18 meses que saltan, bucean y vuelven a la superficie sin problema, y otros de 24 que para desplazarse necesitan un brazo humano. Uxía es un claro ejemplo del primer grupo. Digna sucesora de Mireia Belmonte. Ella sí que es un pez en el agua. Hasta parece que le sobra su madre cuando salta desde el bordillo, que por cierto es el segundo ejercicio. «Nunca hay que forzar la situación, el proceso de aprendizaje en el agua lo lleva el niño. Si el primer día van con el cuadrado (un flotador más estable) y el padre no es capaz de soplarle en la carita y soltarlo 3-4 segundos para que el niño vaya solo, al día siguiente no le puedo dar el churro y que vaya solo a por el juguete. Hay que ir viendo la referencia de cada niño». Para ello, Miguel ofrece a los padres unas pautas de tres o cuatro ejercicios, y supervisados por él fuera o dentro del agua, cada uno avanza a su ritmo. Raúl incluso bucea.

El siguiente es el más divertido. Una colchoneta llena de muñecos en medio del agua. Solo hay que jugar, aunque para ello haya que subir y bajar unas cuantas veces. Después de tanta intensidad toca bajar pulsaciones. Un par de largos de espaldas, apoyados en papá o mamá, ayudan. Es hora de ponerse el albornoz, que no de tirar la toalla. Nadar solos llegará, todavía queda, lo importante es que cojan confianza. No mucha tampoco. Y siempre con dos ojos puestos en ellos.