Por trece razones

YES

28 may 2017 . Actualizado a las 09:52 h.

Acudimos poco a las cicatrices de la pubertad, a esas muescas imborrables de esa frontera física y mental en la que las cosas dejan de ser como solían pero todavía no son cómo serán. Tendemos a minimizar el tumulto de esos años, a despreciar o a azucarar sus desafíos. Y así es complicado aproximarse a esa persona que de un día para otro parece haberse comido a tu pequeña, a ese adolescente que ahora es taciturno y un minuto después explota como si estuviese poseído por alguien de otro mundo.

Recordamos fatal nuestra adolescencia. Como si hubiéramos dejado de tener presente el volcán, el desasosiego, la furia, el desconsuelo, la ansiedad, la pasión, el egoísmo, esos pespuntes en los que no te soportabas ni tú y la convicción de que excepto tu colega del alma los adultos con los que convives no tienen la mínima capacidad para entender tu mundo y tu cabeza, con lo claro que está, o no.

Hoy, ante el subidón emocional que se registra en una casa cuando irrumpe en ella un adolescente, los padres suelen acudir a dos estrategias para encarar su desconcierto: o desaparecen y se desentienden de ese ente desconocido o lo mantienen bien encerrado en el territorio de la infancia en el que en realidad ya no habita, aunque nadie parezca haberse dado cuenta.

UNA ADOLESCENTE SENSIBLE E INTELIGENTE

Por eso nos perturba tanto Por 13 razones, la serie de Netflix que observan con inquietud educadores del mundo occidental y que parece haber abierto una puerta de emergencia en esos edificios conocidos como institutos de segunda enseñanza en los que, tras una apariencia plácida y previsible, una adolescente sensible e inteligente puede estar librando una batalla terrible que la conduzca a una muerte voluntaria. En la ficción basada en el libro de Jane Asher no hay familias desestructuradas -excepto una- ni padres ausentes. No hay nada de esas sordideces que parecen anticipar o justificar los dramas. No hay grandes tensiones sociales, ni guerras, ni refugiados, ni siquiera muchas drogas, en realidad las habituales. Son entornos acomodados, sin conflictos evidentes, casas acogedoras, desayunos en familia, deportistas y madres modernas y preocupadas que creen conocer a sus hijas, pero que un día se las encuentran con las venas abiertas flotando en una bañera.

13 reasons why es un puñetazo en el estómago para cualquier madre en proceso de crianza. Demuestra que el mundo de los que hoy son adultos y el de los que lo serán en breve está cortocircuitado, sin conexión, y que ese ser al que amas profundamente puede ser un perfecto desconocido que está sufriendo sin que tú te enteres de nada. La serie retuerce algo por dentro porque plantea que una madre inteligente y atenta no garantiza la felicidad y que a veces resulta imposible saber quién duerme en ese cuarto en el que todavía descansa un oso de felpa. Ese misterio puede resultar mortal.

La serie revisa también los límites del acoso, que no siempre se concreta de forma estrepitosa, sino que a veces se teje gracias a muchos brazos que van cerrando la máscara de quien de repente ya no encuentra razones para seguir adelante.

Un trago duro.