El epílogo del caso Asunta: «Estoy convencido de que Rosario no mató a su hija»

YES

CESAR QUIAN

Cuando se cumplen tres años del suicidio de su clienta, el que fue su abogado defensor, José Luis Gutiérrez Aranguren, mantiene que sigue habiendo incógnitas: «Siempre tuve la esperanza de que dejara escrito algo. Oficialmente no lo hizo. Pero me quedó la duda»

19 nov 2023 . Actualizado a las 16:23 h.

El pasado 16 de septiembre se cumplieron diez años del caso Asunta. Aquel terrible asesinato por el que fueron condenados sus padres, Rosario Porto y Alfonso Basterra, a 18 años de prisión y que conmocionó a todo el país. La sentencia fue ratificada por el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia y por el Supremo. Ahora, una década después, y cuando se cumplen tres años del suicidio de Rosario —se ahorcó el 18 de noviembre del 2020 en su celda de Brieva (Ávila)—, el que fue su abogado defensor, José Luis Gutiérrez Aranguren, sigue ejerciendo una defensa implacable de la que fue su clienta, a pesar de que el caso esté ya cerrado y la sentencia fuera firme. Hablamos con él sobre la condena de su clienta, el juicio y las consecuencias mediáticas de un caso que

Ha marcado un antes y un después en este país.

Aranguren sigue manteniendo que la defensa de Rosario «era un caso claro de absolución»: «Se jugó con circunstanciales con mucha habilidad por parte de las acusaciones y se convenció a un tribunal de jurados de que había pruebas de cargo». Cree que el jurado popular no era tan objetivo como debería haberlo sido porque todo el mundo ya conocía el caso. «Lo admití porque era de aplicación, pero ¿qué juez imparcial me voy a sacar de la provincia de A Coruña, que es donde se obtienen a los candidatos a jurado, cuando el tema está más que contaminado, hablado y condenada mediáticamente mi cliente? Era luchar contra los elementos. Confié en la honestidad del jurado y en las respuestas de los que decían que iban allí limpios de prejuicio. Me demostraron que no era cierto», comenta.

Únete a nuestro canal de WhatsApp

Aranguren explica también que recurrió ante el Tribunal Superior de Xustiza y en casación al Supremo: «Escuché por la radio: ‘El Tribunal Supremo acaba de confirmar la condena de Rosario y Alfonso por el caso Asunta por mayoría de votos'. No gustándome, me dije: ‘Bueno, tengo una oportunidad en el Constitucional porque hay división'». Pero va más allá. «Eso sale en la radio después de que el día anterior a última hora de la tarde recibiera un correo de mi procurador notificándome una resolución del Supremo diciendo más o menos: ‘Que dada la complejidad de los debates y la discusión que genera en los miembros del tribunal, se dan 30 días de prórroga para resolver'. Esto era el día anterior por la noche y al día siguiente ya estaba resuelto. Y lo peor: cuando a mí me notifican la sentencia no era por mayoría, era por unanimidad», indica.

El que fue letrado de Porto entona el «mea culpa» por no haber hecho más por conseguir una visita conjunta con la psicóloga y la psiquiatra de Rosario Porto, que la estaban tratando antes de ser trasladada al penal de Brieva, y «que hicieron un papel fundamental para mantenerla viva hasta el juicio». Lo que pretendía era evitar así el aislamiento de los profesionales que la estaban tratando. «Pero no conseguí nada», reconoce.

Abogado mediático

Durante el tiempo que duró el juicio, Aranguren fue consciente de que le llamaban abogado mediático: «Me dejé querer, pero de forma voluntaria y, de algún modo, tuve respaldo». Y lo justifica. «Me encontré que tenía que pelear más fuera del juzgado que dentro. Porque se publicaban cosas, había gente que te cruzabas por la calle, incluso compañeros de profesión, que te decía: ‘Ya sabemos que es culpable'. ‘¿Y tú eres abogado?'. También hubo manipulaciones que denuncié en su momento y que me costaron querellas. Entonces, lo que hacía era ser el primero», cuenta. Y continúa: «Si la tesis oficial era que a Asunta la habían drogado en la casa de Basterra y, por la cantidad de medicación que tenía en el estómago en el momento en que le hicieron la autopsia, tenía que estar muerta o comatosa y, de repente, pasan unos días y se ve que Asunta salió de la casa de su padre tranquilamente y una amiga suya, horas después, se la cruzó con su padre por el Ensanche de Santiago... Si dejo que eso pase sin decirlo... Entonces me adelantaba y conforme tenía la noticia la daba. Y me costó una querella de la Guardia Civil por decir que estaban manipulando la instrucción».

Según explica, esa denuncia se archivó. «Yo no tuve conocimiento de la querella, lo supe por la prensa. Un día, la Audiencia de Santiago me notificó la desestimación», indica. «El auto me pareció muy razonable y muy acorde con lo que pensaba y por lo que yo había prescindido de mi privacidad y había saltado a los medios. Lo que venía a decir a los querellantes fue que cuando alguien defiende a su cliente en el juzgado, su libertad de expresión está limitada al juzgado. Pero cuando alguien tiene que defenderse de ataques que tienen lugar extramuros de los juzgados, tiene el mismo derecho a defenderse fuera que dentro».

También reconoce que durante el juicio se vio sobrepasado por la repercusión que tuvo el caso. «Salía a la calle en A Coruña y era el centro de atención. Con alguna cara retorcida mirándome. Me he encontrado con gente de Latinoamérica, que me paraba por la calle y me decía que en su país seguían el caso Asunta. Me condicionó mucho. Y además me afectó de forma importante», asegura.

Traslado del cuerpo

Sobre el hecho de qué fue realmente lo que pasó en el caso Asunta, Aranguren responde: «No lo puedo saber». Y confiesa que cuando se enteró del suicidio de su clienta, creyó que podía haber dejado una nota. «Tenía la esperanza de que hubiera escrito algo. Oficialmente no lo hizo. Pero siempre me quedó la duda de si escribió y no convenía... », dice. Y añade: «No había una sola prueba de cargo que pudiera servir para condenarla. Ni una sola. Si ese tema se dilucida intramuros [en el juzgado se refiere], el resultado hubiera sido otro. Pero ella fue al cadalso de cabeza, iba condenada al juicio. Tengo todavía el expediente completo y, algún día, si tengo tiempo, a lo mejor me pongo a escribir sobre el caso. Y ya le dije a más de uno que no saldría bien parado de lo que yo pueda decir», comenta. E insiste: «Pero nunca supe lo que pasó. Y estoy convencido de que ella no la mató».

Lo argumenta: «Físicamente, hubiera sido imposible. Pedí que le hicieran una prueba de fuerza para ver si era capaz y el Imelga en Santiago me contestó que alguno en ciertas circunstancias no se sabe la fuerza que puede llegar a tener». Pero él reitera: «Yo no puedo mover un tren de una tonelada por más irascible que esté. Ella no arrastró ese cuerpo, no lo llevó en ningún momento en el coche. No había ni una sola piedra de la cuneta en las alfombras examinadas que coincidiera». También mantiene la misma versión sobre las cuerdas. «Se habló de que eran las mismas cuerdas. Era la misma composición, pero no eran las mismas. Porque los matices son importantes. Pero se jugó con eso y se convenció. Y ahí pequé de ingenuo. Lo tengo que reconocer», dice.

Cree que se equivocó en la estrategia. «Procuré utilizar más la racionalidad, pero como decía Santo Tomás, ‘una vez y nada más'. Y la segunda vez que tuve oportunidad en un caso parecido fui a degüello y hubo pronunciamiento de no condena». También cree que ahora hubiera podido ejercer una mejor defensa: «Evidentemente. Lo que pasa es que hay cosas que solo sabes después. Tú juegas con lo que aprendiste en el ejercicio durante años y con el derecho en la mano, y esto ya es hablar de asuntos externos».

Aranguren explica que, si bien ser abogado penalista es lo que más le gusta hacer, últimamente lleva más casos económicos porque los clientes que le llegan así se lo demandan. Y aunque tiene la esperanza de jubilarse, no se atreve a dar una fecha. Eso sí, la pandemia le ha permitido reunirse con sus antiguos compañeros del colegio Peleteiro y lo disfruta: «Tardé dos años en reunirlos, pero mantenemos el contacto y, de vez en cuando, nos ponemos de acuerdo algunos y pasamos un rato juntos».