La meca de los restaurantes está en Oporto

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La Casa de Chá da Boa Nova, en la costa de Matosinhos, combina paisaje, la arquitectura de Álvaro Siza y la cocina de Rui Paula para que el comensal sienta que devora el océano Atlántico

21 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

La Casa de Chá da Boa Nova significa muchas cosas. La primera, un homenaje al arisco paisaje costero portugués. Incrustada entre las rocas, apenas visible desde la Avenida da Liberdade de Matosinhos que corre en paralelo al horizonte, esta pequeña edificación se mimetiza con el entorno. Dos cubiertas de madera se elevan ligeramente, apoyadas en varios paños de hormigón y cristal, y marcan la frontera entre un extenso prado verde y la salvaje línea costera donde rompe el Atlántico. Es difícil llegar hasta aquí si no se sabe qué se está buscando.

Por eso, la Casa de Chá también muestra, ante todo, una intención estética. Es el reconocimiento a una naturaleza indiscutiblemente atlántica e indiscutiblemente portuguesa, pero es también uno de los primeros pasos hacia la modernidad arquitectónica lusa, el primer proyecto importante del arquitecto local (e internacional) Álvaro Siza Vieira, que en 1958 compuso esta sinfonía de detalles decorativos. Por último, significa supervivencia.

Algunas fotos registran el trágico momento en que, hace ya tres décadas, un temporal arrasó estas cristaleras y usurpó todo el tesoro, en forma de mobiliario, que protegían en el interior de la casa. Así, saqueado por la misma naturaleza que la complementa, el establecimiento se dirimió durante años entre el derribo y la restauración. Venció la segunda, con una reforma ejecutada por el propio Siza Vieira y que la hizo merecedora, en el 2011, de la categoría de Monumento Nacional.

Poco después, en el 2014, el chef Rui Paula recibió la invitación para convertir uno de los edificios más reconocidos de Portugal en lo que ahora también es uno de los restaurantes más reconocidos del país. «Cuando me invitaron, nada más llegar aquí y ver las escaleras por primera vez, ya supe que iba a aceptar. Se invirtió mucho dinero para firmar un contrato de larga duración y transformar el lugar. Ya había sido casa de té, restaurante, pero nunca nada así. Mantuve unas 40 reuniones con Siza Vieira para apuntalar todos los detalles; lo discutimos todo», comenta el chef Rui Paula.

En definitiva, es una experiencia sinestésica, porque todos estos estímulos de tipo visual quedan reunidos en la cocina de Paula, que es uno de los chefs portugueses más reconocidos y que, desde entonces, está tras los fogones de este restaurante galardonado con dos estrellas Michelin. «Llevamos nueve años en este edificio, es una gran responsabilidad. Es bonito, único, viene gente de todo el mundo a comer aquí. Si la arquitectura es bonita, estás obligado a dar una buena comida, esa es la responsabilidad que nos hace crecer», explica Paula.

La Casa de Chá da Boa Nova es uno de sus tres restaurantes actuales y pone la guinda a una trayectoria profesional y gastronómica que sigue el curso del río Duero: «El restaurante DOC en el valle del Duero (en Trás-Os-Montes), el DOP en el centro de Oporto, que acaba de ser renovado, y este», explica Paula. «Uno en el Duero histórico, otro en el centro urbano y este junto al mar. Este río navegable une dos patrimonios de la humanidad y nos trae hasta la Casa de Chá da Boa Nova. Río, ciudad, y mar. DOC, con carnes y pescados, es más tradicional. El DOP es más ecléctico, con cócteles, con bar, música más amena, comida internacional que conocí en mis viajes y a la que doy un toque portugués. Pero aquí, en la Casa de Chá, solo trabajo con pescado y mariscos. Los sabores que ven en el plato proceden directamente del mar».

Hasta Finisterre

No solo eso, sino que el comensal siente, directamente, comerse el Atlántico. Esas mismas olas que un día habían destruido la casa, ahora siguen acechándola, pero también la alimentan e inspiran su menú. Se ven, se huelen y se escuchan mientras siguen trayendo lo que Rui Paula prepara en la cocina. «Toda la costa portuguesa, incluyendo hasta el cabo Finisterre gallego, ofrece los mejores pescados y mariscos del mundo. Hay que aprovechar y sacar partido de este mar maravilloso que tenemos. Es lo importante y es lo que hago aquí con mucho amor, mucha pasión, mucho rigor y mucho espíritu de sacrificio», comenta Paula, que llega a dedicar hasta seis meses para desarrollar alguno de sus nuevos platos.

El proceso de creación, como la experiencia del visitante, es tan inesperado y apasionante como surcar este mar amenazante. De ahí que el menú no se organice en platos, sino en cantos, una clara alusión a las partes del clásico literario portugués Os Lusíadas, en el que Camões narra la aventura de Vasco da Gama alrededor del planeta. «Una idea que nos permite ampliar el lado creativo. Imagina que quiero hacer una receta coreana o japonesa. Puedo hacerlo, porque Portugal estuvo allí. Encontramos en el poema y en esta manera de componer el menú nuestra libertad para tener creatividad. Da libertad para introducir referencias a comida india, asiática…».

La libertad se traduce en imaginación, en unos platos que transportan con sus formas y sabores. «A partir de las proteínas, hacemos una mezcla con Asia, con Brasil… y ofrecemos tres formatos de menú, de 6, 12 o 21 cantos; lo esencial es que el cliente salga de aquí satisfecho. Los tres menús conservan la calidad estética, el sabor, y se complementan con un servicio de sala diferente a todo lo que hayas visto», explica Paula, que, a la vez, insiste en dejar de hablar para que «la comida se exprese por sí misma». Y así lo hace, de una manera que merecería otro canto de Camões.

Acunados ya por el mar, o por la levedad del vino, es posible también visitar la sala de máquinas, abierta a todo el que quiera admirar la coordinación que este equipo de varias decenas de personas se exige.

En todo este camino, lo más sorprendente es la tripulación, la compañía, que se encarga de que todo fluya: podemos pasar varios minutos comentando el delicioso Barbeito de 30 años y el decimotercer canto (carabinero del Algarve acompañado de piña azoriana caramelizada, puré de limón y crema de ajo negro). O puede servir el octavo canto (ostra con tartar de atún) sin que apenas nos demos cuenta. Porque será la decisión del visitante, o del navegante, disfrutar de lo que tiene ante sí: una conversación, una vista, un sabor.

Precios: los menús van de 165 a 265 euros. El maridaje, de 120 a 200 euros.

Horario: de 12.30 a 15.00 y de 19.30 a 22.30 horas. Cerrado domingo y lunes

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