El corte de pelo que cambió el mundo

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Cuando en 1961 Paul McCartney y John Lennon cambiaron su tupé por un flequillo, no sabían que eso se iba a transformar en la imagen de una revolución social y cultural. Empezaba el nuevo mundo

22 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Primero fue el tupé de Elvis Presley. Transmitía rebeldía, sexo y peligro. Luego, se redobló la apuesta con el flequillo de The Beatles. Apelaba a la alegría, la libertad y lo ambiguo. Entre uno y otro se conformó algo totalmente nuevo para la civilización: la cultura juvenil. La II Guerra Mundial era un pasado que se quería olvidar y para los chicos que nacieron en sus ruinas no resultó nada difícil. El sistema pronto estableció un espacio autónomo donde no tenían que comportarse como sus padres. Tampoco peinarse igual que ellos. Y muchos miraron a los iconos antedichos. A Elvis incluso lo imitaron de inicio The Beatles, que engrasaban sus cabellos buscando ese filo del cuchillo del rock and roll. Hasta que todo cambió. Bordeando las cejas, el pelo tapó la frente y simbolizó una de las grandes revoluciones del siglo XX: la beatlemanía.

Lo recuerda Craig Brown en Los Beatles marcando el tiempo (Contra): «Todo el mundo hablaba de su pelo, y en muchas familias estas conversaciones acababan en bronca, con los más jóvenes rotundamente a favor y los mayores rotundamente en contra». Lo dice un fan que vivió toda esa convulsión con 7 años recibiendo una peluca de The Beatles como regalo de Navidad. Sí, lo que ocurría en las cabezas de Paul, John, George y Ringo se manifestaba en cosas como esa. O el Magnetic Hair Game, un juego donde las testas de los músicos eran imanes que atraían pequeños fragmentos de hierro negro para recrear los peinados. Se trataba del principio de algo que duraría toda la década de los sesenta y llegaría hasta hoy, con subastas disparatadas en las que un mechón de alguno de los cuatro músicos puede subastarse por 10.000 euros en adelante.

Sobre el origen del corte beatle existe cierto consenso. La fotógrafa alemana Astrid Kirchherr se coló en 1961 en un club del distrito rojo de Hamburgo junto a su novio Klaus Voormann. Allí vio a los jovencísimos Beatles. Se enamoró de Stuart Sutcliffe, el guitarrista del grupo, con el que viviría una historia de amor que la transformaría por completo. Al poco, dejaría que le cortase el pelo. Para ello Astrid supuestamente se inspiró en un filme de Jean Cocteau de 1950, El testamento de Orfeo. El aspecto horrorizó a sus compañeros, que seguían apostando por la imagen rockera. Stu acabaría dejando la banda. Y ellos, varios meses después, pidiendo un peinado similar en una peluquería de París en 1961. Craig Brown lo atribuye a la posibilidad de incrementar las posibilidades de ligar de Paul y John en la capital gala. Pero lo cierto es que ese día se puede decir que el mundo cambió para siempre mientras el suelo de la peluquería se llenaba de mechones.

El pelo beatle se convirtió en la imagen de la nueva era. El mundo dejaba de ser antiguo y se hacía tremendamente moderno con esos chicos a los que llamaban chicas para meterse con ellos. Lo recuerda Bruce Springsteen, quien adoptó el corte en su juventud: «Los golpes, los insultos y el estatus de outsider era algo que tenía que aceptar para ir así». La polémica llegó incluso al Parlamento británico, donde el pelucón beatle llegó a ser objeto de debate en la Cámara de los Lores. En países como Indonesia o la Unión Soviética fueron directamente prohibidos. Y prestigiosas instituciones educativas, como la Clarks Grammar School, lo llegaron a vetar.