No vayas a Cerdeña, quédate en Ourense

YES

FUCO REI

06 abr 2024 . Actualizado a las 10:09 h.

Cerdeña, Okinawa, Nicoya e Icaria. Y ahora también, Ourense. Con estas cinco localidades podría crearse una ruta turística que ofrecería a la decadente provincia galega una oportunidad de futuro inesperada. Sus achaques demográficos, su flaqueza económica, incluso su desgraciada singularidad política podrían quedar compensados si consiguiésemos poner en valor una circunstancia extraordinaria que es precisamente la que nos iguala con los otros cuatro exóticos destinos: son los cinco puntos del planeta en los que más años se vive. En una sociedad que aspira a la juventud eterna y que ha convertido en el negocio de moda todo lo que mantiene a las personas con la máquina del tiempo parada, habría que empezar a promocionarnos como uno de los lugares del mundo en los que morir es más improbable. Las cifras son espectaculares: en Ourense hay ya ocho personas mayores de 100 años por cada diez mil habitantes y en quince años se triplicará el número de seres humanos que superen el siglo, lo que significará además un laboratorio viviente para averiguar qué demonios hacen algunas personas para vivir tanto y en concreto qué narices sucede en Ourense para que sea tan singular. Porque además de vivir mucho, en general viven muy bien, con una calidad que estudia desde hace tiempo el Gerontology Research Group, con dos delegados en España que rastrean la vida de los supercentenarios, la etiqueta con la que se califica a los mayores de 110.

Hay ya, claro, algunas pistas y muchas deducciones lógicas. La parsimonia económica ourensana facilita un ritmo vital sosegado y ya se sabe que el estrés y la longevidad no se llevan bien. Se considera también que la singular longevidad ourensana podría estar relacionada con el clima, algo distinto en Ourense por ser más continental que el de sus hermanas con costa, pero también con una cierta herencia genética que nos ha preparado para desafiar las leyes de la biología hasta límites históricos.

Con muchas certezas ya encima de la mesa, la longevidad ourensana debería convertirse en una cuestión de estado (provincial), una maravillosa y excitante singularidad que tendría que ser cuidada y promocionada porque viene a ser algo así como nuestro petróleo.