Hacen mal los populares en desdeñar los argumentos de Podemos desacreditando a sus dirigentes, porque eso, que en realidad es una muestra de debilidad, no hace más que engordar al adversario. Para las personas y sus faltas o sus delitos no están los partidos, sino los jueces y la policía. Lo políticos tienen que hablar de política, tienen que contrastar y rebatir argumentos, no a los que los expresan. Si Jack el Destripador o el Dioni apuntan una fórmula sensata para reducir el paro, habrá que escucharles, aunque hablen desde la cárcel o vayan a entrar en ella. Porque lo que están haciendo los partidos es lo de la paja en ojo ajeno y la viga en el propio (ya sé que parezco Cayo Lara con mis ejemplos bíblicos), y, qué quieren que les diga, la viga se nota muchísimo. Aunque también hay que decir que los de la paja se están pasando a la viga velozmente. Y es curioso que cuando más se acercan sus señorías al pueblo es cuando se desmayan o juegan a los comecocos como si estuvieran en su despacho de una empresa de esas de baja productividad. Ay, Celia, que lo que yo no te perdono no es lo del chófer Manolo -que «no es más tonto porque no se entrena»- sino haber acusado a la madre de un bebé marroquí que murió esperando a ser atendido en Melilla en el año 2000 de abrigarlo mucho, cuando todo el mundo sabe, etcétera, etcétera. No cabe duda de que el parlamento teatrero de los abucheos y los aplausos deja mucho que desear. Pero también es cierto que a los políticos no los eligen las encuestas.