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Raúl Canoura: «Antes había sempre xente no porto, agora perdeuse a esencia da pesca»

PESCA Y MARISQUEO

Raúl Canoura, en el puerto de Portocelo (Xove), donde reside
Raúl Canoura, en el puerto de Portocelo (Xove), donde reside PEPA LOSADA

Embarcó por primera vez a los 13 años y a los 15 era cocinero de un barco bonitero

16 oct 2021 . Actualizado a las 04:45 h.

«Eu non sei se poderás poñer isto na entrevista», advierte Raúl Canoura (Burela, 1961), «pero eu empecei a andar ao mar con 13 anos, cando aínda non che daban a libreta ata os 15. Comecei con meu pai e por iso puiden». Así resume el armador burelés una vida laboral consagrada al mar, desde niño. Era un quinceañero y ya ejercía como cocinero de un barco bonitero de la flota burelesa.

A mediados de los años 70, cuando Canoura empezó en el sector, nombrar al puerto de Burela equivalía a decir la palabra bonito. El túnido «era todo» para la flota local: «botabas o ano pesando na costeira e pasabamos de cen barcos», apunta.

Recuerda la expectación que había en el muelle con las descargas. «Había sempre moita xente nos portos, outra ía ao monte buscar felgos para colocar as pezas e que non esvarasen. Había un reloxo grande onde agora está a Cruz Vermella en Burela e alí se facía a venda. Era un acontecemento. Agora acabouse a esencia da pesca», indica.

Aquellas campañas de junio a octubre, que «daban ao final da costeira para comprar un coche ou unha moto», resalta Canoura, suponían un trabajo duro e incesante en la mayoría de los días. «Non había carretes e metíanse os bonitos á man. Acababan peladas», relata. En las jornadas restantes, los marineros sufrían el otro extremo de las dificultades del oficio, «o aburrimento», al convivir hacinados en un buque de madera en alta mar sin encontrar pescado. El armador regala una vieja expresión del argot pesquero: «a navegar dun lado a outro sen atopar nada chamabamoslle ‘pasear o cabalo.

Aunque Burela sigue siendo un puerto de referencia en el norte de España en cuanto a la comercialización del bonito, la flota burelesa que faena al túnido ha menguado significativamente. Menos de diez barcos locales participaron en la campaña pasada. Canoura atribuye esta situación «á burocracia excesiva» y a la corta duración de las últimas costeras, que por la cuota se cortaron abruptamente en agosto.

Canoura comenzó en el barco Solabarrieta Arrizabalaga. Su padre compró después el San Prudencio. Luego vendría el Gran Mariñeda. Raúl -así se llamaba también su progenitor- logró los títulos de puente y máquinas y ejerció como patrón de pesca desde los 22 años.

El curso 1991 fue señalado en su trayectoria: nació su hijo, Adrián, y comenzó a construirse el palangrero de fondo Raúl Primero, cuya botadura fue en 1992. Hoy, el armador sigue el testigo de 49 años de tradición pesquera familiar.

Casi medio siglo en el que hubo de todo, duras y maduras. «Lembro un temporal no que a auga pasaba por riba de todo. Os partes non eran coma os de agora, que che permiten saber aos sete días que vai pasar. Había que tentar escapar e recoñezo que aquela vez tiven pánico», confiesa. En las fiestas patronales de 2017 portó en su buque la imagen de la Virxe do Carme, de la que se acuerdan las tripulaciones en los momentos más duros, como admitía entonces.

«Agora estou xubilado, pero ás veces doume de alta, unha marea ou dúas, para darlle descanso ao patrón», cuenta Raúl. Aún así, y quizás como un resto de aquella sociedad que pasaba horas en los muelles, se acerca al puerto de Burela «todos os días, para ver a mercancía que vai entrando e como van as cousas», destaca.

Su hijo planea un documental sobre cintas que Raúl grabó en alta mar

A finales de los años 80 y principios de los 90, barcos espaderos de Burela solían parar a propósito en Ceuta para repostar. No solo el combustible era más barato: «traiamos cámaras de fotos a esgalla, unha cada vez que iamos. E veña a quitar fotos», recuerda Raúl Canoura.

Faenando en el caladero de Gran Sol compró una cámara de vídeo, «unha daquelas de VHS que funcionaban con cintas». Entonces comenzó a hacer del trabajo diario escenas del día a día en alta mar: «gravaba os traballos, como largabamos, e tamén os temporais, as descargas, a entrada nos portos, ou como pasabamos a Noiteboa e Fin de Ano no barco. Máis que amosarllas a outras persoas, quería ter aquelas gravacións como recordo para min», señala.

Unos 30 años después, podría decirse que de tal palo tal astilla. Adrián Canoura, realizador premiado en el festival de Cans de 2021 con el galardón al mejor videoclip, trabaja ahora en un documental sobre la pesca a partir de las viejas cintas que grabó su padre. Embarcó una marea en el Raúl Primero para abordar también el hoy de las tripulaciones.