Con todo, los distintos miembros de esta familia, desde los abuelos de Salvador a sus hijos, pasando por sus padres, han estado empadronados en A Silvarosa. «E tamén pagamos impostos como o IBI. Ata nos chegaron a embargar por non pagar unhas multas polo pastoreo no monte. Digo eu que se non fose noso ou non tivésemos ningún dereito non nos poderían embargar nada, non? Non se entende», comenta el hombre.
A la luz de las velas hasta hace pocos años
Cuando a principios de los años setenta Salvador Arias retornó a España después de dos décadas en Venezuela, no lo hizo solo, sino acompañado por su mujer, Carmen, y su hijo Raúl. Y la imagen que se encontró la familia en la antigua aldea minera era desoladora. A pesar de estar situada a pocos kilómetros del centro de Viveiro -hoy se llega en menos de diez minutos en coche-, las condiciones de vida que ofrecía A Silvarosa eran pésimas. Por no haber, no había ni electricidad en un lugar que siempre tuvo luz pagada por la empresa mientras funcionó la mina. Los Arias Machado compraron un generador, pero en 1980 Barras Eléctricas les obligó a renunciar a él.