El Obradoiro no pudo con un Real Madrid que juega de memoria

ANDAR MIUDIÑO

XOAN A. SOLER

La afición acabó coreando las decisiones arbitrales a favor del equipo blanco

21 oct 2018 . Actualizado a las 21:35 h.

No hubo sorpresa en Sar. El Real Madrid abrió brecha hacia el final del primer cuarto y pasó el rodillo. No se vio inquietado en ningún momento, en un partido aguado por un arbitraje obtuso que por momentos fue coreado por la afición, en el último cuarto, cada vez que le pitaban una falta a favor a los merengues. Cualquiera que conectase en ese momento con el partido podría pensar que los de Laso jugaban en casa. Ironía de Sar que difícilmente olvidarán los encargados de dirigir la contienda.

Aun sin Thompkins, Ayón, Taylor ni Llull, el Madrid es mucho Miura. Y cuando Obst le hizo tres averías seguidas al joven Pantzar en el segundo cuarto, para acercar al Obradoiro a trece puntos, Laso pidió tiempo y recompuso filas. Los blancos no regalaron nada.

Antes de llegar ahí, el partido no empezó mal para el conjunto santiagués. Durante más de cinco minutos discurrió por cauces de igualdad por el desacierto en ambos lados. Faltaban los triples para hacer daño a los visitantes. Dos de Pozas, dos de Llovet y uno de Navarro no encontraron la red.

El caso es que el Madrid necesita muy poco para coger vuelo. En apenas un minuto fabricó un 8-0 con un triple de Yusta y una antideportiva de Brodziansky sobre Tavares. Ahí abrió brecha, y ya no se dejó sorprender.

El Obra lo intentó, pero era una lucha desigual ante un adversario que juega de memoria, que supo buscar las ventajas de Reyes y Kuzmic en la pintura y liberar espacios para los tiradores. Tiene de todo en su repertorio e incluso ha corregido las lagunas de antaño, aquellos minutos en los que parecía ausentarse.

Otra antideportiva, esta vez de Singler sobre Rudy, le costó de nuevo un 0-5 a los compostelanos, con un triple de Carroll sobre la bocina.

Lo que no le falló al Obradoiro fue su afición que, viendo el partido muy decantado, se mostró cariñosa en los ánimos y crítica con algunas decisiones arbitrales en las que entendió que el criterio no era el mismo en los dos lados. Eran doce personales contra ocho, y dos de esas ocho hechas por el Real Madrid hacia el final del primer cuarto porque solo llevaba dos y trató de evitar el último tiro.

Los visitantes llegaron al intermedio con diecisiete puntos de renta, 36-53. Salvo en los primeros minutos, anotaron con una continuidad demoledora, sin que lo pareciese. El partido, salvo giro de 180 grados acompañado de milagro, estaba decantado. Y no hubo ni una cosa ni la otra.

El tercer cuarto se fue consumiendo sin mucha continuidad y sin el auxilio de los triples para el Obradoiro. Fueron diez minutos plácidos para el Real Madrid. Los de Moncho Fernández no encontraban la manera de hacer daño y cerraron el cuarto con un 52-71.

En el último acto la afición propició el último arreón local de la manera más insospechada, coreando las decisiones en contra de los árbitros. Es como si por un momento se impusiese la teoría del desconcierto. Stephens clavó un par de triples, Sabat añadió otro, Obst un dos más uno, y Laso pidió tiempo con 71-83, a falta de dos minutos y medio. Y ahí se quedó la reacción.