Tras el parón por las ventanas FIBA volvía el Obradoiro a jugar en Sar. Tiempo para entrenar y ajustar detalles. El ataque bastante fluido, en el que colaboró mucho el Estudiantes, fue la tónica de los primeros minutos, en donde Singler capitalizó bastantes acciones ofensivas. Se le veía motivado después de su último partido. Tanto que regaló a la grada un gesto inusual de aliento. En el segundo cuarto se vio la mejor versión del equipo, con seis triples anotados y una defensa más que aceptable, que hizo que nos fuéramos a los vestuarios con 16 puntos de ventaja y con muy buenas sensaciones.
La salida del tercer cuarto tuvo un protagonista destacado, Brodziansky, que las metió de todos los colores. Mantuvo una cómoda diferencia en el marcador. No me extrañaría nada que fuese el MVP de la jornada. Podrían ser dos consecutivos para jugadores del Obra, algo que no sé si ha ocurrido alguna vez.
Pero como la alegría dura poco en casa del pobre, llegamos a un último cuarto en donde la cómoda diferencia de 22 puntos se vio reducida a 11 en apenas un minuto. El cinco que afrontó de inicio el último cuarto fue quizás algo blando en la defensa de ciertas situaciones. Si a eso le unimos la poca fluidez en ataque en los cinco primeros minutos del último acto, con solo tres puntos anotados, nos encontramos con un Estudiantes crecido, que envió el mensaje de querer luchar por el partido.
Así fue cuando a falta de apenas tres minutos se pone a cuatro puntos y obliga al tiempo muerto de Moncho Fernández. Se mascaba la tragedia. El equipo sale con la consigna clara de buscar dentro a Brodziansky, dos faltas recibidas que son cuatro tiros libres convertidos por el amigo Vladimir, que nos hacen respirar. El poco acierto del rival en los dos últimos minutos hizo el resto.
Un dato: 29 triples en las dos últimas victorias consecutivas, con unos grandes porcentajes. Está clara la apuesta del baloncesto moderno por el tiro de 3, cuestión que me alegra. Quinta victoria y andar miudiño. Seguimos sumando.