Doce horas con Mario

Miguel Gómez EL ESCÁNER

ANDAR MIUDIÑO

PACO RODRÍGUEZ

09 may 2022 . Actualizado a las 19:58 h.

Hay historias que merecen ser contadas y otras que deben ser contadas. Coincidimos en un vuelo a Perú, sería el año 98. El viaje era largo (de aquí a Lima). Había empezado a escribir la que tendría que haber sido mi primera novela, La fiesta del Pichas. «El Pichas. No le habían hecho un favor sus amigos; el mote había derrotado a un nombre del que ya nadie se acordaba, ni siquiera él. Soy el Pichas, se presentaba a sí mismo...». Un año después publicó La fiesta del Chivo. Nunca lo denuncié y Moncho se cabreó: Pelea, Miguel, es de tu liga. Y se puso a canturrear: «Tus lágrimas las compras en las rebajas. Era un hombre y ahora es Gómez».

Imposible, pensé yo; a por ellos, pensó Moncho. El partido del Obra fue casi perfecto. Recurriendo por momentos a una zona, con Vicedo y Scrubb desafiando a la física para aguantar a Yabusele. Moncho se enfadaba si la defensa, pocas veces, concedía canastas que, por scouting, querían evitar; Laso metía presión a los árbitros y más exigencia física con Taylor. Las opciones pasaban por que aguantase el oxígeno para tomar buenas decisiones y seguir obligando al Madrid a atacar en media pista. La bombona llegó hasta el minuto 35 (77-84). Yo ya no creía, pero volvimos con tres triples. 86-86. 34 segundos; el Madrid solo dos faltas. Pudo ser 2+1 la canasta de Birutis; pudo quedarse Abalde mirando el fallo de Llull. Cruel, con lo bonito que hubiese sido ver, por una vez, al Pichas derrotar al Chivo.