La juventud no es cosa de pócimas

Rosa Estévez
rosa estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

MARTINA MISER

Pura Ramos, que cumplió ayer cien años, sigue tocando el piano todos los días: «Es mi forma de escape»

20 jun 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

«¡Queremos la pócima!», dijo, con una sonrisa que le quitaba hierro a la reivindicación, una de las invitadas al cumpleaños de Pura Ramos. Esta recibió la petición con una sonrisa. «¿Qué pócima va a haber?», decía luego. Cumplir cien años hecha una rapaza es decisión de la naturaleza. «Llevo toda la vida tomando una pastilla para las cervicales, pero fuera de eso nunca tuve nada, nunca estuve enferma», explica ella. ¿Será que la pócima está en los genes? Quizás ayude, también, que la suya haya sido una vida libre de vicios. «Nunca he fumado», dice con un gesto de horror ante la simple idea de dar una calada. «Jamás».

Pura nació en Monforte. A los seis años se quedó huérfana e ingresó en un colegio. Fue allí donde aprendió a tocar el piano. Ese instrumento se ha convertido en su mejor compañero, y cada día sigue invirtiendo un par de horas en ejercitar sus dedos. «Ya no toco como antes», recuerda. Y es que la música se le daba bien. Muy bien. Tanto, que llegó a tocar con Gustavo Freire, uno de los mejores músicos y compositores gallegos. Fue en Lugo, cuando la Guerra Civil acababa de finalizar. Pura recoge aquel recuerdo con cariño. Luego, de vuelta en el presente, asegura que cuando se sienta ante el teclado disfruta tocando a Chopin. ¿Y del trap y de todas esas músicas del siglo XXI, qué opina? «No las desprecio, son música al fin y al cabo. Pero desde luego no son para mí».

Pura llegó a Vilagarcía cuando estalló la Guerra Civil. Aquí vivía una hermana suya que estaba casada y que la acogió cuando las cosas se pusieron tan, tan feas. Y aquí construyó nuestra protagonista su larga vida. Conoció a Luis y se casó con él. Nacieron tres hijos. Creó una enorme familia que la adora hasta tal punto que, hasta quienes se han instalado en Maryland (EE.UU.), hacen esfuerzos para venir a verla todos los años, por estas fechas. Ayer «la familia americana» estaba en el restaurante La Batea para celebrar con Pura que lleva un siglo aquí. «Estoy encantada. Veo tanto amor y tanto cariño...», decía ella mientras avanzaba por un salón lleno de besos, de abrazos, de buenas palabras.

«Esta mujer es una sabia. Era amiga de mi madre y ahora es amiga mía», nos cuenta una mujer. Pura destila, es verdad, esa serenidad que parece acompañar a quien ha vivido mucho y ha aprendido las lecciones que el destino le tenía guardadas. «La vida siempre da. Cosas buenas, cosas malas... De las dos hay para todos», reflexiona. A ella le regala cada día el amor de los suyos. Sus horas al piano. Y los partidos de Nadal. «Me encanta Nadal, veo todos los partidos que puedo; pero ponen muy pocos».