Será maravilloso viajar hasta Mallorca

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la Torre REDACCIÓN / LA VOZ

AROUSA

CEDIDA

La isla era y es un hito que marcaba el comienzo y el final de las etapas de la vida

04 jul 2021 . Actualizado a las 21:03 h.

A Mallorca íbamos de viaje de novios. Las islas Baleares estaban lejísimos o eso nos parecía y solían ser nuestro primer destino aéreo. Cómo olvidar aquel bautismo de vuelo, los nervios al despegar, la emoción de la llegada. Acabábamos de casarnos y acabábamos de volar. Todo era nuevo y Palma de Mallorca se nos antojaba el paraíso. Había hasta canciones que celebraban aquellas excursiones, eran baladas cursis de Los Mismos (Será maravilloso viajar hasta Mallorca) o Los Tres Sudamericanos (Volando, volando a Mallorca voy). Al volver del viaje de novios, aterrizábamos en la vida real y venían los esfuerzos, los sacrificios, los apuros, los hijos, y más apuros, y más sacrificios y más esfuerzos. Pero pasaban los años, los hijos se hacían mayores y un día nos sorprendían comunicándonos que se iban de excursión de fin de curso a Mallorca y que viajarían en avión.

Nos parecía un gran avance: nosotros habíamos volado por primera vez a eso de los 30 y ellos lo hacían al poco de cumplir los 15. Identificábamos esa tontería con el progreso y eso nos empujaba a hacer más esfuerzos y más sacrificios para que el niño o la niña pudieran hacer aquella excursión mágica a un lugar precioso del que volverían, seguro, como volvimos nosotros, trayendo sobrasada y ensaimada para la familia.

Se cerraba así el ciclo iniciático mallorquín: allí empezábamos el matrimonio y allí celebraban nuestros hijos el final de sus estudios. Mallorca como rito y como premio. Y así, generación tras generación, hemos convertido ese viaje en un hito que marcaba el final y el comienzo de las etapas de la vida.

El viaje de novios no tenía muchos secretos más allá de las largas noches de amor. El resto, una excursión a la Cartuja de Valldemosa, una bajada a las cuevas del Drach, mucha playa y muchas fotos románticas con puestas de sol al fondo. Sin embargo, las excursiones de los jóvenes ya tenían más cara oculta, más lo que no se ve.

La Mallorca de los viajes de novios era una isla tranquila y romántica, sin excesivas locuras ni fiestas intensas, una isla de perlas Majórica y otros detalles almibarados. Pero cuando viajaron hasta allí nuestros hijos de excursión, la cosa ya había cambiado. Llegaban desde Lavacolla a Son Sant Joan, montaban en un autobús que los llevaba al hotel y ahí empezaba la movida. Los profesores acompañantes de aquellos viajes de fin de curso, porque entonces todavía iban profesores intentando controlar las excursiones, eran asediados en el hotel por una turba de relaciones públicas de discoteca que los llevaban al bar, los invitaban a tomar algo y les hacían ofertas increíbles para conducir a los muchachos a sus complejos discotequeros y festivos.

Unos Public Relations ofrecían bus hasta la disco de ida y vuelta, el segundo refresco gratis, bandejas de gominolas, concierto de una banda de rock y seguridad y vigilancia. Todo era verdad excepto lo de los refrescos, pues se servían copas sin parar, y la seguridad, que no aparecía por ninguna parte. Si los profes dudaban, la apuesta subía y se añadía un segundo refresco, dos conciertos y patatas fritas para los chicos y champán, combinados y cóctel de frutos secos para los docentes. 

«Esta no es la Mallorca que yo conocí cuando vine con mi mujer», se sorprendían los profes, que eran encerrados cada noche en una fiesta tecno endiablada mientras los alumnos se organizaban para engañarlos y que no los marearan si bebían o hacían el gamberro. Algunos docentes acababan a la mañana siguiente en una ambulancia camino del hospital llevando a algún alumno que había bebido demasiado. En el hospital, el médico le echaba la bronca pues él era el responsable del alumno. El profe balbuceaba un tímido: «Si es que ya no sabemos qué hacer, si es que nos torean». Y era en ese momento cuando decidía que no volvería a Mallorca en su vida.

Recuerdo una excursión de un colegio de Cambados en la que los profes iban de mesa en mesa, en una discoteca, vigilando para que sus alumnos no bebieran y para que no se extralimitaran unos cuantos buitres nativos que habían acudido al reclamo de las jóvenes excursionistas. Uno de los profesores llevaba una varita de fresno con la que sacudía en los nudillos a quienes se aventuraban en maniobras manuales en la oscuridad.

Ahora ya viajan solos

Más años y ya estamos en la generación de los nietos de quienes descubrieron Mallorca en el viaje de novios. Para los nietos, Mallorca sigue siendo el paradigma de la libertad entendida al estilo Ayuso: reguetón hasta el amanecer y bares abiertos a todas horas. La diferencia con el pasado es que ahora ya viajan solos, sin profes acompañantes. Los docentes no quieren líos y se niegan sistemáticamente a santificar con su presencia lo que los alumnos llaman viaje cultural.

Sin profes por medio, los Public Relations de las discotecas mallorquinas negocian con más libertad y lo hacen directamente con las agencias de viaje para conformar un paquete todo incluido que incluye vuelo, traslado, hotel, comida, bebida y fiesta. El Gobierno Balear nunca ha puesto interés en acabar con esta ceremonia loca, los empresarios de las locodisco se aprovechan y los jóvenes son, simplemente, jóvenes, pero no culpables