El párroco no dejó que las campanas sonasen en Catoira

Serxio González Souto
serxio gonzález CATOIRA / LA VOZ

CATOIRA

Cristina Conde

En Santa Baia de Oeste y en Dimo hubo repiques para conmemorar la declaración del toque manual como Patrimonio Cultural Inmaterial, pero en San Miguel el cura no quiso que los vecinos se alarmasen

03 dic 2022 . Actualizado a las 19:49 h.

Creada en 1945 en el seno de la Organización de las Naciones Unidas, la Unesco trabaja desde entonces en la promoción de la educación, la ciencia y la cultura como vías de entendimiento entre los diferentes pueblos que habitan el planeta. Esta semana, el organismo decidía incluir el toque manual de campanas, una tradición profundamente arraigada en toda España, en su catálogo de Patrimonio Cultural Inmaterial. Son muchos los enclaves de la península que han celebrado esta decisión activando los badajos de sus iglesias para hacerlas sonar. Por lo que respecta a la orilla sur del mar de Arousa, Catoira convocó este sábado por la mañana a sus campaneros para un repicado conmemorativo en las iglesias de San Miguel, Santa Baia de Oeste y San Pedro de Dimo. Todos lo hicieron con una sola excepción que merece ser explicada.

En la cultura tradicional, la campaña constituye el mejor y más efectivo medio para comunicar todo tipo de mensajes. Aunque los códigos tienden a desaparecer al mismo ritmo que los campaneros, no se trata de un uso circunscrito a tiempos pasados. Su sonido continúa siendo en muchas parroquias sinónimo de noticias que interesan a toda la comunidad. Desde una simple señal de alerta ante amenazas como un incendio forestal hasta la constatación de que un miembro del colectivo ha fallecido. En función de quién y cómo lo haga, el repicado puede poseer la capacidad de espantar calamidades como el granizo para el campo. Tampoco faltan leyendas que atribuyen a determinados párrocos conocimientos arcanos y lecturas que les permiten ahuyentar a seres del todo inconvenientes, como los tronantes causantes de tormentas, con la inestimable ayuda de una buena campanada broncínea.

Probablemente consciente de este poder modificador del ánimo, el cura párroco de San Miguel impidió que Miguel, el campanero que se dirigía a la iglesia, hiciese sonar las suyas. El clérigo estaba firmemente convencido de que un toque a deshora alarmaría a los vecinos sin razón. Sí podrán tocar, en cambio, el jueves que viene, día de la Inmaculada Concepción, por tratarse de una jornada festiva. Ni Fernando Rial ni José Manuel Castro tuvieron el mismo inconveniente en Santa Baia, como tampoco Alberto Castro en Dimo. En ambas parroquias sí doblaron las campanas. Hemingway, en San Miguel, las pasaría canutas para titular sus novelas.