La Semana Santa de Paradela en cien latigazos

Serxio González Souto
Serxio González MEIS / LA VOZ

MEIS

Martina Miser

La escenificación del via crucis y la crucifixión de Cristo reunió a una multitud en torno a un espectáculo que no admite la indiferencia

02 abr 2023 . Actualizado a las 21:40 h.

El origen de la Semana Santa de Paradela se hunde un par de siglos en el tiempo. El hallazgo de un escrito por el que esta pequeña parroquia de Meis adquiría un Cristo articulado de madera apunta a que sus habitantes iban, ya en el siglo XVIII, algo más allá que sus vecinos a la hora de celebrar la Pasión y Resurrección. De aquella talla solo queda el recuerdo, habida cuenta de que si por algo se caracteriza la Pascua de Santa María de Paradela es por ser de carne y hueso hasta el tuétano.

Esta mañana de Viernes Santo se puso en escena el momento más contundente de la conmemoración. Es cierto que la Última Cena ya se había cerrado el jueves por la noche con un trato contundente hacia la figura de Jesucristo, arrojado al suelo sin contemplaciones por los centuriones romanos. Pero lo de la mañana siguiente se lleva la palma. Tras un juicio bien escenificado, en el que un Pilatos que oscilaba entre la incredulidad y la ira y un Herodes cargado de retranca y aplomo se pasaban la pelota de condenar al Nazareno, habló el Sanedrín. No hubo nada que hacer. Puestos a escoger, que se salve Barrabás, que abandonó la escena dando brincos y voces de «libertad», y para el hijo del hombre, latigazos y crucifixión. Dicen, quienes frecuentan esta celebración año tras año, que esta vez la cosa fue bastante suave. Cómo sería en ediciones anteriores, viendo cómo el actor recibió, a modo de aperitivo de lo que le venía por delante, una treintena de azotes con los chicotes de cuerda de los romanos, allí mismo, bajo el trono del enviado del César. La espalda enrojecida del santo carpintero indicaba que en Paradela no se andan con bromas con este asunto. 

A continuación, la clásica remontada del Monte de A Croa, reconvertido en el particular Gólgota de Paradela. Todo un señor via crucis, con sus doce estaciones, a lo largo de las que Cristo se fue al suelo varias veces mientras recibía otra generosa y constante ración de latigazos. Tampoco los ladrones se fueron de rositas. Venían por detrás y la multitud fijaba sus desvelos en Jesús, pero ellos se llevaron también lo suyo. Como colofón se levantaron las tres cruces, sobre la tierra que encierra los restos de un antiguo castro, para conducir la Pasión a su conocida conclusión fatal, con sus tres protagonistas colgando de los maderos que poco antes habían arrastrado... Atados con cuerdas, por fortuna.

El gentío respalda, desde luego, una trabajada escenificación que este año, como gran novedad, sitúa a Fátima Rey a la dirección. La verdad es que su mano se nota. Todo está más organizado, mejor trabado, y los actores se dirían más entregados a sus respectivos papeles. Ni que decir tiene que los centuriones están en primera línea de un espectáculo que no deja a nadie indiferente y se antoja del gusto de paladares más bien tirando a recios. El domingo, ya se sabe, Resurrección. Antención a los romanos que guardan el santo sepulcro. Su forma de caer y permanecer inertes en el suelo durante el resto de la escena es de lo más profesional.