El último adiós a una de las palmeras centenarias de Vilagarcía

Antonio Garrido Viñas
a. garrido VILAGARCÍA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

Martina Miser

Uno de los icónicos ejemplares que están delante del Concello fue talado, víctima del escarabajo picudo

08 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo advirtió Cholo Dorgambide en una de las últimas sesiones plenarias y tenía razón el edil del PP. «Esa palmera es un peligro y va a haber que talarla», apuntó el popular, antes de explicar las características de las raíces de esa especie y de asegurar que ambas habían sido plantadas ante el Concello por su abuelo.

La profecía de Cholo se cumplió ayer. Operarios municipales, con la colaboración de los servicios de Protección Civil, procedieron a la tala del enfermo ejemplar, que fue víctima del escarabajo picudo. El diagnóstico llegó en septiembre del año pasado, cuando técnicos de la empresa Arbogal se encaramaron tanto a la ya desaparecida como a su hermana para comprobar el tamaño del ataque. Y fue entonces cuando se constató que no había mucho solución. Una poda extrema fue la última medida desesperada, pero no evitó el fatal desenlace, que se consumó ayer.

Fue a las cuatro de la tarde y con pocos testigos. Por allí andaban Gaspar González, concejal de Somos Maioría, y también Lino Mouriño, el edil de Obras. Y algún espectadores, escasos en realidad, que se acercaron al ver el despliegue de máquinas, grúas y aparatos varios, para ver en directo las maniobras de esa decapitación arbórea. Allí se plantaron los operarios municipales para iniciar su trabajo. Trozo a trozo -hasta una docena de grandes dimensiones acabaron sobre la explanada del concello- se fue efectuando la tala. No fue fácil, porque la palmera parecía resistirse a su fúnebre destino y la sierra mecánica sufría de lo lindo, al mismo tiempo que a su manipulador le brotaba el sudor pese a que la tarde era otoñal. Luego, quedaba todavía un último paso: triturar todos los restos, que no podían ser reutilizados por la presencia del peligroso insecto. Esa tarea se alargó durante varias horas, porque la cantidad de madera daría para una buena barbacoa.

Los ejemplares llegaron a Ravella entre 1905 y 1910. Llegaron siendo apenas unos retoños y se habían convertido en un símbolo. Ahora ya solo queda la mayor para componer una postal que se ha convertido en asimétrica.