La empresa Fundiciones Rey expone en Vilagarcía una colección particular confeccionada en los últimos 75 años y que recorre la escultura y la pintura contemporáneas en Galicia
15 sep 2019 . Actualizado a las 19:03 h.Como Sara Salgado, la joven comisaria de la muestra, señala acertadamente en el catálogo de la exposición, cuando uno oye hablar de una colección privada de arte su imaginación tiende a volar hacia rincones extraños. Hacia mundos poblados por banqueros opulentos, que tal vez busquen satisfacer su falta de criterio propio a base de amasar la creatividad de otros, o por financieros a la caza de inversiones alternativas en salones de subastas donde llueven los millones. Hacia negocios en ocasiones no del todo claros, en los que nunca falta un comprador para una pieza interesante, sin importar ni cómo ni de dónde venga mientras la billetera y el amor propio se vean colmados. El fondo que Fundiciones Rey ha reunido a lo largo de 75 años no tiene nada que ver con génesis de semejante pelaje, sino con un factor tanto más prosaico cuanto más sólido se muestra en sus raíces: el trabajo y la industria.
Corría 1944 cuando Ramón Rey Goldar fundó en Vilagarcía una pequeña fundición de hierro. 75 años después, hoy se incorporan a ella los miembros de una cuarta generación para recoger el legado de una historia que arrancó a finales del siglo XVIII en Ribadeo, de manos del marqués de Sargadelos. Si existe una línea bien definida que permite unir aquella siderurgia integral, la primera que funcionó en toda España, con los Rey -y el historiador Benito Manuel Pena Bayón la recorre en el libro que conmemora el 75.º aniversario de la fábrica-, otro trazo paralelo sienta una alianza duradera entre la fundición arousana y el mundo del arte contemporáneo en Galicia.
En algún momento de los años 60, los escultores asentados en el entorno de O Salnés se acercan a la fragua de los Rey para fundir en ella sus obras. Primero en hierro, y con el paso del tiempo también en acero, en bronce y en aluminio. Por amistad, como pago o como simple resultado del proceso de creación, que deja atrás sus moldes y sus prototipos, los propietarios de la industria arousana van reuniendo una colección en la que se suceden nombres como los de Leopoldo Nóvoa, Francisco Leiro, Alfonso Vilar, Acisclo Manzano, Ramón Conde, Manolo Paz, Xaime Quessada, Francisco Pazos, Uxío, Chaves, Lombera o Manolo Chazo, por citar a un puñado de los artistas que en un momento u otro han trabajado con esta casa. Un buen número de las obras que habitan los espacios públicos de nuestras ciudades vieron la luz en los hornos de la familia Rey, que ha incrementado su fondo con pintura y creaciones de cuño propio, puesto que Luis Rey, hijo del fundador, probó suerte con los pinceles, y Elías Cochón Rey, nieto de Ramón y director comercial del grupo, compagina su labor profesional con una pasión voraz por la escultura.
Todo se refleja en la exposición que podrá contemplarse hasta el 18 de septiembre en la sala Antón Rivas Briones de la capital arousana para viajar después a Cuntis, A Coruña y O Porriño. Dos retratos -los del empresario Ramón Rey y su esposa Carmen Bóveda, pintados por Rivas Briones- dan la bienvenida al visitante. Al fondo, el fotógrafo José Luiz Oubiña atrapa decenas de miradas. Son los fundadores de ayer y su plantilla de hoy. Sus manos.
En sus 75 años de historia, la compañía ha reunido un meritorio fondo
Se suceden nombres como Nóvoa, Leiro, Conde, Paz o Quessada