Daniel Monzón: «La juventud de hoy comparte con los quinquis la desesperanza por el futuro»

Pablo Penedo Vázquez
pablo penedo VILAGARCÍA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

Martina Miser

El director de películas como «Celda 2011» pausó en Vilagarcía su gira de promoción de «Las leyes de la frontera» para recibir uno de los premios Curtas 2021 por su labor de pionero en el género fantástico en el cine español

09 nov 2021 . Actualizado a las 20:42 h.

Daniel Monzón nos atiende horas antes de recoger, con sumo gusto resalta, uno de los cinco premios honoríficos que este año entrega el Curtas Festival do Imaxinario de Vilagarcía de Arousa por su contribución como pionero del cine fantástico con su ópera prima, El corazón del guerrero, en 1999. El director del Celda 211 o El Niño se halla en plena promoción de su última película en cartelera, Las leyes de la frontera

-La segunda vez en la que el nombre de Daniel Monzón aparece en los créditos de una película -la primera fue como coguionista- la sitúa de figurante en «Torrente, el brazo tonto de la ley»...

-¡Ah! Ja, ja, ja… Sí, sí, sí. Ciertamente. Soy muy amigo de Santiago (Segura). En aquella época los dos queríamos hacer cine. Él había hecho unos cortos y yo había trabajado con él. Y cuando finalmente la rodó, nos pidió a sus amigos que hiciéramos unos cameos. Mi papel es el de un tipo al que atracan Jorge Sanz y Gabino Diego en un 24 horas, y que empieza a gritar, a gritar, a gritar y se pone tan nervioso que lo revientan a tiros.

-Un año después del triunfal estreno de Segura tras la cámara a usted lo nominan al Goya a mejor dirección novel por «El corazón del guerrero». Espada y brujería made in Spain premiada internacionalmente. Un buen motivo para ser reconocido por el Curtas...

-Sí. Sí, sí, sí. Adoro el género fantástico. La película por la que yo me enamoro del cine, por la que yo soy director de cine, es King Kong, la clásica de 1933, que mi abuela me llevó a ver con 8 años. El fantástico me parece un género terriblemente rico. Porque te permite contar cosas muy profundas a través de parábolas, hablar realmente de cosas muy sutiles sobre la especie, sobre lo humano. El corazón del guerrero era un perro verde. Y no se ha hecho nada parecido después en España. Reuní a tres equipos de efectos especiales, cuando antes una película española solo requería de uno. 

-¿Hubo algún motivo para que no siguiese por el género fantástico?

-Yo las películas que hago son las que se me meten dentro. Y amo todos los géneros. Pero todavía no ha habido ninguna otra idea que me empuje a hacer una película del género fantástico.

-Ha rodado un par de comedias, pero donde se ha hecho fuerte es en el thriller social alrededor de la cara b de las clases bajas de la sociedad española. «Celda 211». «El Niño». Y ahora, en cartelera, «Las leyes de la frontera».

-Sí. Sí. En el caso de Las leyes de la frontera, el libro de Javier Cercas me impresionó mucho. Sobre todo me atrajo la historia de ese primer amor adolescente, por el cual estás dispuesto a hacer lo que sea. Lo que conectó conmigo fue que yo soy un chaval de esa época. Tenía 10 años en el 78, cuando transcurre la película, pero mi adolescencia pasó cruzándome con los quinquis. Era una gente que me atracó más de una vez, que yo veía con temor, pero también con fascinación. Significaba algo, como una promesa de aventura, más allá de la vida ordenada y acorde a las reglas que yo llevaba. Era una gente que veía como más salvaje, más libre. Su vida no era nada fácil. Todos ellos acabaron muertos. Muchos eran personajes con mucho carisma. Recuerdo a uno que estuvo una temporada en mi clase y trabé una cierta amistad con él. Siempre me ha resultado muy interesante conocer al otro, a esa persona que parece tan distante a mí y a la que cuando la conoces, te une tanto, la humanidad. Es ese interés por conocer lo que hay teóricamente al otro lado cuando posiblemente lo lleves dentro lo que a lo mejor me ha empujado a hacer estas películas. 

-¿Vuelve al retrato del mundo quinqui de la Transición por pura fascinación por la novela de Cercas o ve algo de aquel mundo juvenil, de tantos chavales perdidos por falta de horizontes, en el de la España del 2021?

-Todo esto lo he visto después reflexionando. Lo que me arrastró y emocionó fue esa historia de amor de alguna manera imposible. Conectó mucho con ese chaval que era yo a los 17-18 años, esas ganas de enamorarte hasta las trancas y de por enamorarte hacer lo que sea y saltarte las normas. Y después estaba todo lo demás. Ese marco de transición de joven a adulto en la Transición que yo viví me resultaba muy interesante. Esa historia personal te permitía dibujar también esa España de fondo de la época y también, de alguna manera, reflexionar sobre el presente a partir de lo que ocurrió hace 40 años. A los que tenemos una edad le película nos devuelve a nuestra infancia o adolescencia. Y sobre la reflexión que propones acerca de la juventud, emocionalmente, los chavales que ven Las leyes de la frontera se sienten terriblemente cercanos. La película les entusiasma. 

-¿Y a qué cree que se debe esa respuesta de la juventud?

-Primero, a que las pulsiones emocionales de un adolescente son exactamente las mismas ahora que hace 40 años o hace 100. Esa rebeldía que pugna por salir. Ese querer saltarse las convenciones. El probar lo prohibido. El enamorarse. El querer encontrar una familia más allá de la familia que son los amigos. Con todo eso el adolescente de ahora se siente terriblemente identificado. Por otro lado, al ritmo de la película. Te está contando una historia profunda, que les afecta, que la entienden, que participan de ella, de una manera muy trepidante, muy entretenida. Y visualmente, fascinante, porque es una España que ellos no han conocido pero que les resulta muy seductora. Estéticamente también hay algo en la juventud de ahora. En la música, detrás de lo que es el trap, C. Tangana, Rosalía están la rumba catalana, Los Chichos, Los Chunguitos… Este movimiento urbano, de suburbio, está ahí. La moda, la ropa vintage, los chavales de ahora ven aquello en la película y quieren vestir así. Después está para muchos descubrir que habían existido los quinquis. Los hijos de las personas que se habían ido a las grandes ciudades y se quedaban hacinados en los arrabales viendo desde la barrera la llegada de la democracia, la libertad y la bonanza económica. Es verdad que la juventud de ahora no puede comparar sus condiciones con las que vivían los quinquis, pero la desesperanza ante el futuro sí que la tienen. Porque es gente que ha estudiado carreras, que ha estudiado idiomas, que tiene másteres y que está paseando una bicicleta llevando comida de un sitio a otro, o contratada en una hamburguesería a tiempo parcial y dice ‘¿Qué hay de toda esa promesa de un futuro para nosotros, que hemos estudiado, que hemos seguido las normas?’. Lo que ven los chavales en la película les toca, les llega, les fascina. Y finalmente, cuando termina, les conmueve mucho.

Dos grandes autores para abrir el Curtas 2021

El Curtas 2021 alzaba su telón a primera hora de la noche de ayer. Con el ya tradicional acto de entrega de sus primeros premios en reconocimiento a la promoción del género fantástico, con el director mallorquín Daniel Monzón y la escritora valenciana Elia Barceló recogiendo sendos galardones justo antes de la proyección de «El Carruaje Fantasma». Una experiencia única, acompañada en el centenario de una de las grandes obras clásicas del género por la música de cámara en vivo del grupo Caspervek.