Salen a la luz las estructuras de la cetárea romana de Alobre

VILAGARCÍA DE AROUSA

El Concello de Vilagarcía y Mercadona negocian la forma de poner en valor el hallazgo
23 feb 2024 . Actualizado a las 20:37 h.No hace falta haberse doctorado en Historia Antigua para comprender que cualquier movimiento de tierra próximo a un enclave como el castro de Alobre, en Vilagarcía de Arousa, revelará algo interesante desde el punto de vista arqueológico. La construcción del nuevo supermercado que Mercadona promueve en la avenida Valle-Inclán, en la parcela que se abre bajo el mirador del parque, reveló en sus prolegómenos la existencia de una valiosa cetárea de factura romana. Su descubrimiento se debe a la doctora María Martín y a los miembros de la empresa A Citania Arqueoloxía, que ha llevado a cabo el control arqueológico imprescindible para que el proyecto de la cadena valenciana siguiese adelante. Citania continúa excavando el área aledaña a las obras del futuro establecimiento, y acaba de sacar a la luz las estructuras de aquella factoría milenaria asociada al castro.
Los hallazgos relacionados con los productos pesqueros y la salazón en los albores de la era histórica ilustran la arraigada tradición que vincula este género de actividades con el litoral gallego, desde A Guarda hasta Ribadeo. Un particular club, el de este tipo de descubrimientos, en el que militan Vigo, Bueu, O Grove, Cariño, Espasante, Bares o Viveiro, y al que Vilagarcía ingresa gracias a la cetárea de Alobre. Sus restos se encuentran en el extremo sur de la parcela en la que trabaja Mercadona, fuera de lo que será su área comercial. Más allá de garantizar que ninguna obra tocará el yacimiento, la cadena se limita, por el momento, a explicar que será la Dirección Xeral de Patrimonio Cultural de la Xunta la que determine qué hacer con los restos de origen romano. El Concello de Vilagarcía avanzó ayer un paso más, y confirmó que negocia con la empresa la forma en la que ponerlo en valor, de acuerdo con los criterios que establezca Patrimonio.
Aunque el porvenir de los restos de la antigua factoría todavía no se haya concretado, casos similares indican que, en realidad, no existen más que dos caminos: su enterramiento, una vez que los arqueólogos hayan documentado todo cuanto sea posible, a fin de preservar el hallazgo a la espera de tiempos mejores; o una intervención que permita tanto esa puesta en valor a la que se refiere Ravella como la profundización en las excavaciones para que la investigación no se detenga.
Que el jardín botánico Enrique Valdés Bermejo se encuentre a un paso hace pensar en una posible integración en él. De su estado de conservación, que parece bueno, dependerá la calidad de la información que Citania extraiga a la hora de conocer mejor la forma en la que operaban las cetáreas y los métodos con los que procesaban el pescado. Y, por supuesto, la evolución del asentamiento que, con el tiempo, daría lugar a Vilagarcía: un gran castro bañado por el mar en el interior de la ría de Arousa.
Sardinas, lubinas y ostras, un paladar que poco ha cambiado en más de dos mil años
Las últimas excavaciones de Alobre —impulsadas por la Diputación de Pontevedra junto a una ligera musealización al aire libre— documentan diferentes estructuras presentes en el castro entre finales del siglo I antes de Cristo y la tercera centuria después de Cristo. En su artículo Las industrias de salazón en el Norte de la península Ibérica en época romana, Carmen Fernández y Julio Martínez, del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid, se hacían eco, ya en 1994, del descubrimiento de varias piletas probablemente destinadas al procesado de pescado. Los hallazgos, que sus autores vinculaban a un primer momento indígena y a un segundo estadio a finales del siglo I después de Cristo, se habían producido en 1921 y en 1938, al hilo de una serie de obras relacionadas con el puerto de Vilagarcía.
Los importantes yacimientos de sal de la orilla sur de la ría y la abundantísima pesca proveerían a la cetárea de excelente materia prima. El pescado se aprovechaba íntegramente. Mientras la carne se salaba, las vísceras y la sangre se empleaban en la elaboración de salsas de calidad y enorme demanda, como el célebre garum, y las espinas se trituraban para obtener harina de pescado. En cuanto a las especies que se capturaban, las cosas no parecen haber cambiado demasiado desde entonces. El concheiro de Alobre contenía restos de lubinas, sargos, sardinas, ostras, mejillones, almejas, navajas, lapas o bígaros, además de mamíferos como vacas, ovejas, cerdos, cabras, ciervos y cetáceos. La pesca de la ballena tampoco era extraña en aquellos tiempos.

Visibles desde el mirador del Alobre. Las imágenes, tomadas el sábado, cuando las máquinas no trabajaban, muestran la existencia de estructuras semicirculares y lo que parece un muro. El área en la que se encuentran, en el extremo sur de la parcela, linda con el jardín botánico Enrique Valdés Bermejo y queda fuera de la zona comercial que explotará Mercadona. Está balizada y será protegida y preservada de acuerdo con los criterios que establezca la Dirección Xeral de Patrimonio Cultural de la Xunta.