Laberinto para meditar en el Camino

Dolores Cela Castro
dolores cela LUGO / LA VOZ

BARBANZA

Alberto López

La canadiense Laura Dennett mantiene abierto desde hace tres años el primer jardín tranquilo de España, que han visitado cientos de personas en Pedrafita

01 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La escritora canadiense Laura Dennett puso en marcha hace ahora tres años en A Lagoa, Pedrafita, el primer espacio de España de la red mundial de jardines tranquilos, integrada en la organización The Quiet Garden Trust, que nació con la filosofía de mantenerlos abiertos a la contemplación y a la oración. Desde entonces han pasado centenares de personas, la mayoría peregrinos, por el jardín del laberinto, que es como figura en la guía en la que aparecen unos 300 espacios de este tipo, pertenecientes a particulares, iglesias, escuelas y hospitales. En el año 2015, que fue el único en el que la investigadora del Camino de Santiago llevó la cuenta, 115 se detuvieron a contemplar el impresionante paisaje que se divisa desde el banco que colocó para la meditación.

La denominación con la que figura en la guía el espacio de la escritora obedece a que reproduce, con setos, el laberinto de la catedral de Chartres, en Francia. En esta ciudad Dennett inició una peregrinación a Compostela que la llevó, años después, a instalarse de forma permanente en una aldea de apenas media docena de casas, próxima al Camino. 

Quemado por la helada

El laberinto hubo que recortarlo esta primavera, después de que las heladas del mes de mayo lo dejaran completamente quemado, al igual que las hortensias. Todas las plantas han revivido, pero su evolución no se corresponde con la propia de la estación.

La entrada a este jardín es libre y tiene su propio claustro de abedules, como define la escritora al paseo a la sombra de dos filas de árboles de esta especie. No hay que llamar a la puerta para pedir permiso para entrar, sentarse en el banco y contemplar la naturaleza. El acceso está marcado por el letrero de Quiet Garden y la única norma, según Laura Dennett, es no dejar basura y no llevarse plantas. 

ALBERTO LÓPEZ

Hospitalidad

Desde el banco situado frente al laberinto se divisan los picos de Os Ancares lucenses y leoneses. «Este espacio -señala su dueña- conmueve e induce a la contemplación por su gran belleza». «Aquí -añade- es posible descubrir la paz, el consuelo y la alegría. Es un lugar apartado del mundo y no solo quiero disfrutarlo, sino también compartirlo».

Dennett no acostumbra a salir de su casa para hablar con quienes usan su jardín. Ejerce un discreto control y solo en ocasiones entabla conversación con los visitantes, como las seis asturianas que acudieron a su propiedad a ver los acebos en su plenitud, repletos de bolas rojas.

Dennett cuenta otros encuentros, como las 12 mujeres que pertenecen a The Quiet Garden Trust, que llegaron a la finca con la intención de quedarse diez minutos y pasaron hora y media, o un grupo de brasileños a los que acompañaba un sacerdote, que aprovecharon este espacio para el rezo comunitario. No es algo extraño, porque la idea de crear esta red partió de un pastor anglicano, el reverendo Philip Roderick. Actualmente, los 300 jardines, repartidos en 18 países, están abiertos a la paz y a la reflexión de gentes de todas las creencias.

La escritora se encarga personalmente de todos los cuidados que requieren sus plantas. «No dedico mi vida -señaló- a un jardín de revista». «Al final de la estación y al principio -señala- viene una persona que trabajaba para los antiguos dueños de la casa para ponerlo a dormir y para despertarlo».