Quemar después de leer

Antón Parada

BARBANZA

03 ago 2017 . Actualizado a las 21:10 h.

Todos tenemos siempre algo embarazoso que confesar. En mi caso, cuando viajo solo en coche, ventanillas cerradas herméticamente como si del Nautilus se tratase, es altamente probable que en el interior esté sonando alguna cancioncilla que no pondría acompañado ni en broma. Últimamente es Patsy Cline la que está ocupando esa posición con su Leavin’ on your mind, otro clásico tema del country que reduce a una mujer despechada a un estereotipado saco de lloros que aguarda el regreso de él. Sin embargo, el estribillo me sirvió para recordar aquella vetusta rima, acuñada por los poetas de la doble uve, que dice: «Versos no fecundados que viven felices en algún limbo, libres de labios de oídos de copia y duermen en camas de pan Bimbo».

Con el género periodístico también pasa algo similar a esas líneas que se escapan de la mente de uno, si no se tiene tinta a mano, y a las que el conocido rapero zaragozano hizo referencia. Vaya, si no hubiera escuchado aquella melancólica melodía ni yo habría recordado que pensé en escribir esta crónica. Pero me gustaría tomarme el permiso de introducir un nivel más, la última rebanada de la bolsa, dónde uno ha presenciado una historia, mas no consigue que esta sea plasmada en el periódico. Digamos que es más duro convivir con el secreto que con el picor del esbozo o rastro de lo que pudo llegar a ser.

Hace unos días -omitiré datos geográficos e identificativos-, mientras mantenía una conversación en la calle, libreta en mano y cámara al hombro, presencié una historia lacrimógena que le quitaría de golpe toda la tontería a la señora Cline. Dos agentes de la Policía Local hacían entrega de un perro desaparecido a su dueño, tras analizar el microchip, y les prometo que aquel reencuentro se salía de lo común. Por sus miradas parecía que no se hubiesen visto en al menos una década. Hasta que me confirmaron que estaba en lo cierto, ¡la mascota se había ausentado durante diez años para reaparecer de repente! Aquel hombre declinó educadamente mi proposición informativa y condenó aquel instante a la olvido. Por muchas veces que pulsé el play no logré que abandonase mi mente. Quizás este oficio tenga un poco de los Coen y su Quemar después de leer.