Las caras de Odiseo

BARBANZA

20 mar 2018 . Actualizado a las 05:05 h.

or obligación o devoción, somos muchos los que hemos leído La odisea de Homero. Podemos recordar los numerosos adjetivos que adornan el nombre de Ulises, uno de los más significados héroes de la odisea homérica. Pero desde la perspectiva de la invención joiceana sobre la epopeya griega, que podíamos resumir en hacer descender del orden mitológico al personaje hasta encajarlo en el ámbito corriente de lo humano, en el de un (anti) héroe urbano, se nos ocurre imaginar que estamos hablando de un hombre moderno, de un contemporáneo nuestro.

Mas, ¿esto por qué? ¿En qué se basa tal afirmación? Tomemos tres figuras destacadas de la literatura y la historia universal. Pensemos, por ejemplo, en Jesucristo, Fausto o el mismo Hamlet. Ninguno de ellos reúne todas las facetas que adornan la estatura del astuto Ulises. Es como si les faltase alguna de sus cualidades. Veamos. Ninguno de los tres mencionados es tan multifacético, ninguno está constituido con una materia tan compleja. Frente a ellos, Ulises es el hijo del viejo Laertes, pero además es el padre del joven Telémaco y esposo de la paciente Penélope. Para más inri es el amante de Calipso, compañero de armas de los guerreros griegos que lucharon contra Troya, y es el rey de Itaca, su patria natal. Fue sometido a numerosas pruebas, pero gracias a su astucia y valor, las sorteó casi siempre. Tanto Jesucristo como Hamlet o Fausto carecen de alguno de los atributos del griego.

No lo olvidemos. Ulises es el primer pacifista del mundo occidental. Después de fingir que estaba loco para eludir cumplir el servicio militar, se mostró contrario a la expedición guerrera contra Troya. Mas el sargento reclutador era también muy astuto y, para someterlo, colocó a su pequeño hijo Telémaco delante del arado con el que él araba sus arenosas tierras. No obstante, este prematuro objetor de conciencia, una vez en el combate, defendió la idea del «hasta el final» en la guerra de Troya. Cuando los demás jefes argivos querían abandonar, él insistió en continuar la pelea hasta la caída de la ciudad.

Por lo demás, cuando sus compañeros de armas concluían la expedición y regresaban a sus casas para llevar una holgada, cómoda y pacífica vida, la odisea de Ulises comenzaba. En este sentido, también podemos decir que fue el primer caballero europeo: empapó de salmuera su cuerpo desnudo para ocultar sus partes púdicas a la mirada de la princesa hacia la que avanzaba. Pero, por si esto parece poco, Ulises es un inventor: la idea del carro de combate moderno nació de su construcción del caballo de madera que acabó con la resistencia troyana: un artefacto que guardaba en su barriga una cuadrilla de soldados adiestrados para sorprender a un enemigo confiado.

En este orden, Ulises es un hombre completo. Sabedor de su debilidad carnal, ordenó atar a sus hombres para no caer bajo los encantos seductores de las sirenas. Para librarse de los cíclopes, dice a Polifemo que se llama Nadie antes de dejarlo completamente ciego. No es un dios. Es un ser mortal. Tiene todos los defectos de un hombre contemporáneo corriente. Posee un cuerpo limitado. No es un ser ideal. Pero es un hombre decente: noble y generoso.