Héroes sin corona

José Antonio Ventoso

BARBANZA

22 abr 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace pocos días fui testigo de un naufragio. Mientras el sol arrostraba la primavera, en el mar un viento de sur levantaba olas traidoras que rompían sin aviso previo sobre los bajíos de la entrada de la ría de Arousa, un mar de fondo acechaba cuan monstruo marino en espera de su holocausto ritual.

Una planeadora en ruta al puerto de Aguiño quedó atrapada por una ola travesera en el Carreiro, sin duda el punto más peligroso de la Rá, y naufragó. De inmediato, barcos y mariscadores acudieron en socorro del compañero en peligro de ahogarse.

En tierra, las gentes alegres y confiadas saludaban la llegada del buen tiempo. Pronto llegaron lanchas de la Xunta y del Servicio de Salvamento. Recuperaron al náufrago y se felicitaron del éxito de la operación, pero la historia sigue.

Las lanchas marcharon, pero pocos prestaron atención a las lágrimas del mariscador, cuando, tras recuperarse del susto de muerte que pudo poner fin a su vida, veía como su herramienta de trabajo se hundía poco a poco en el fondo del mar

El patrón de un barco, el señor Ruiz de Castiñeiras, decidió «botar mans ao porco tras ver a pena na cara do rapaz» e intentar salvar la planeadora. Tranquilo, cachazudo, en definitiva, un lobo de mar. Mientras todos miraban al cielo esperando ayuda divina, localizó a un barco de A Illa y lo llamó por la telefonía: «Chiquita eres ti o barco que anda a faenar por fóra de Sálvora?». «Son», respondió el patrón. «Chiquita, o teu barco ten halado, véxoche dende a ponte. Poderías acudir de contado para darlle un remolque á planeadora dun mariscador?. O susto fíxolle tembelequear as pernas, pero xa non pensa máis que en salvar o seu medio de vida». «Esperade un chisco mentres levanto o aparello e poño rumbo cara o Carreiro, por fóra de Can de Agosto».

El barco Chiquita de A Illa no tardó en acercarse, dar un cabo a la planeadora y llevarla de remolque para intentar que el naufragio no acabara en trágica quiebra de la economía doméstica.

Mientras las autoridades discutían, coordinaban y planeaban acciones y actuaciones, un avezado hombre del mar, sin tanto estudio, pero con gran sentido de la oportunidad, puso en marcha un operativo de salvamento para recuperar no solo al náufrago, sino también a su herramienta más preciada de trabajo. Estos son los verdaderos héroes: hombres sencillos y buenos, como el señor Ruiz, con conciencia de clase y sentido moral que actúan sin aspavientos, ni esperan reconocimientos o medallas.

El sol de primavera arrastra el buen tiempo, mientras los mares equinocciales acechan peligro. Allí gobiernan como reyes sin coronas hombres como el señor Ruiz, habituados a enfrentarse al peligro como los toreros, sabiendo medir la distancia que separa el peligro de la cornada.

Otro día, otra historia.

Una planeadora en ruta al puerto de Aguiño quedó atrapada por una ola travesera