Mi profesión

Emilio Sanmamed
Emilio Sanmamed LIJA Y TERCIOPELO

BARBANZA

17 jul 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Por prescripción sentimental ya no se me permite ser trágico y coserle lágrimas a estos artículos tan miércoles. Pero es que yo me pongo frente al folio y pierdo la noción de la lástima. La mayoría de las veces que estoy triste no es por tristeza, ni por la porcelana rota que dejan las esperanzas, ni por el olor a tomillo de los abuelos que se han ido, ni porque tengo el corazón muy redondo, muy cuadrado, muy seno, muy coseno y más adentro una taberna que nunca cierra. No, no es eso.

En gran parte escribo -o escribía- triste por la música que escucho mientras lo hago. Por culpa de una lista de canciones que recopilé en Spotify llamada Escribiendo. Tiene cuatro seguidores y es un catálogo de melodías funestas, un compendio de lo más mustio del panorama musical, que induce más al suicidio que a la literatura. Siempre la oigo mientras hago estos artículos, es un intensificador de penas que creía necesario. Porque también creía necesario que para ser bueno en este oficio uno debe saborear el humus del quebranto. A lo mejor me equivoqué, siempre hay una primera vez.

Esos cantos al desencanto me han vuelto un flojeras y un inútil. Abandono esa lista para los que quieran escuchar gruñir a las cicatrices. Abandono, asimismo, la profesión de escritor maldito. Mi profesión es el viento y el árbol y la Dorna y las peonzas y el relámpago y mi hermanita pequeña y los trenes y los besos y Spiderman y las olas impares del mar y los grillos y los días de lluvia y los barquitos de papel y mirar las nubes. Todas las canciones que todavía quiero bailar contigo son mi profesión.