Un estudio financiado por la DGT sobre la red viaria y la siniestralidad indica que en la comarca hay siete puntos negros de accidentes, atribuidos al consumo de estupefacientes y alcohol por parte de los conductores. Las policías locales coinciden en que los tramos señalados en el informe tienen una elevada concentración de sucesos que, en su caso, atribuyen a un exceso de velocidad.
Desde luego, basta con circular por las carreteras, las señaladas en el estudio u otras, para ver que hay mucho cafre al volante. Los que confunden la calzada con un circuito de alta velocidad, los que adelantan en línea continua, los que obligan a que el conductor de atrás adivine cuáles son sus intenciones y también aquellos que piensan que si van despacio no crean peligro, aunque se incorporen a una carretera general como si estuvieran solos en el mundo. Eso sí, a diez por hora.
Ahora bien, también hay muchas carreteras, y alguna de ellas figura en el informe, que dejan bastante que desear. En una oscura noche de invierno, una señalización horizontal bien definida o unas marcas reflectantes en las márgenes también contribuyen a evitar que se produzcan accidentes. Porque no todo es, como acostumbra a figurar en los informes, esa frase tan ambigua, que más bien parece una disculpa, de «conducción inadecuada a las circunstancias de la vía».
Cuando la vía en cuestión no tiene arcenes, los estrechos carriles están ocupados por la vegetación y en la calzada sobran los remiendos, lo que resulta difícil en sí misma es la conducción.