«A hostalaría somos a cabeza de turco, os máis desamparados»

Ana Gerpe Varela
A. Gerpe RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

Antonio Santos, Porto do Son
Antonio Santos, Porto do Son CARMELA QUEIJEIRO

Ante las nuevas restricciones, empresarios de Barbanza no descartan verse obligados a prescindir de personal

23 oct 2020 . Actualizado a las 20:28 h.

Asfixiados y con la cabeza llena de números pensando en cómo van a pagar las facturas. Así están los empresarios de hostelería de Barbanza, que afirman sentirse criminalizados: «Somos a cabeza de turco, os máis desamparados», señala el boirense Juan Vila, propietario de A Batea de Juan. Manifiesta que «a hostalaría non ten problema ningún. A ver cantos infectados houbo en bares ou restaurantes. Hai que controlar pisos e botellóns».

La segunda ola augura un invierno difícil para el sector, y muchos reconocen que su única aspiración es sobrevivir. Sin embargo, no faltan quienes no descartan verse obligados a prescindir de personal: «Estanse complicando as cousas para manter o emprego», comenta Pablo Fernández, al frente del negocio A Cova da Vella de A Pobra. Incluso, algunos todavía tienen a trabajadores parcialmente en ERTE, ya que solo están contratados media jornada.

Con el aforo reducido en el interior, con una terraza que prácticamente no tiene clientes debido al mal tiempo y, desde ahora, con la barra inutilizada, cuadrar las cuentas resulta difícil. Un profesional hace números: «Acabo de pagar 1.000 euros de electricidade, para a semana cobraranme 3.000 da seguridade social e outros 5.000 dos traballadores. Se teño que pechar, que solución me dan?».

 Cada vez menos gente

Una responsable del bar Plaza de Porto do Son, Elena Maneiro, afirma que desde que empezó a elevarse el nivel de contagios en el municipio, el volumen de clientes sigue una línea descendiente. Poco después de las diez de la mañana relata que «só teño tres persoas na terraza, cando esta é unha hora punta».

El hecho de no utilizar la barra rompe por completo el modelo de negocio del bar Acuario de Porto do Son, tal y como explica su dueño, Antonio Santos: «A xente aquí é moito de viños. Vén, toma algo e marcha, non bota máis de dez ou quince minutos». El sonense asegura: «A hostalaría somos os que máis restricións temos e os que máis desinfectamos. Somos aos que máis caña nos meten».

Muchos hablan del impacto que tendrán las nuevas limitaciones los fines de semana, «como un sábado como este en el que se juega el Barcelona-Real Madrid», manifiesta el dueño del Botter, Víctor Casais. Quienes poseen negocios pequeños, como Lorenzo Novo, propietario de la jamonería ribeirense O Tear, están resignados: «Hai clientes habituais que deixaron de vir».

Para aprovechar al máximo las posibilidades de aforo interior, son varios los establecimientos que han decidido colocar algunas mesas pegadas a la barra, como el ribeirense Antonio Lijó, gerente del bar Plaza, quien explica que «ya teníamos la terraza al 75 %». También el sonense Antonio Santos ha optado por esta alternativa.

Algunos temen que las restricciones puedan ir a más si la escalada de contagios continúa: «Como impidan o acceso ao interior dos locais, vai ser unha auténtica catástrofe», expresa el pobrense César López, que regenta la pizzería Mi Manda Picone.

La mayoría de hosteleros ven peligrar la continuidad de sus trabajos, y profesionales como Juan Vila subrayan: «Somos un sector de servizo. Hai xente que traballa fóra e acude a bares e restaurantes para comer, por exemplo».

Lo cierto es que el sector está muy tocado por esta crisis y la continuidad laboral e, incluso, de muchos establecimientos está actualmente en el aire.