Alcohol y jóvenes, el caldo de cultivo de la oleada de vandalismo navideña de Barbanza

Álvaro Sevilla Gómez
Álvaro Sevilla RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

CARMELA QUEIJEIRO

Las fuerzas del orden constataron un aumento en los destrozos durante las vacaciones y reconocen que dar con los culpables de los actos es como buscar una aguja en un pajar

14 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Tan dañino como difícil de controlar. Así definen fuentes de las fuerzas del orden de Barbanza el fenómeno del vandalismo. Ponen en el foco a la suma de dos elementos, el alcohol y los jóvenes, a los que achacan la mayoría de destrozos de mobiliario público que se registraron en la última oleada navideña. Centrada en objetos de decoración e iluminación, los agentes saben que será prácticamente imposible detectar a los culpables.

«Estos episodios ocurren de noche, normalmente durante los viernes y los sábados. Los chavales se toman cuatro copas, se envalentonan y rompen papeleras, macetas, alguna farola. En Navidad, pues se llevan o rompen un árbol u objetos de algún belén. Es el pan de cada día», destaca uno de los agentes municipales de la zona, en la que se registraron incidentes de esta índole en prácticamente todas las localidades.

En Noia, se partieron abetos; en Ribeira, se robaron piezas de decoración, prácticamente igual que en el resto de municipios barbanzanos. Más grave fue el robo en Boiro de cerca de una decena de metros de luces led que decoraban e iluminaban el paseo del río Breiro. Como en el resto de casos, se cree que varios jóvenes acudieron al lugar donde se encuentra el estanque para destrozar el mobiliario y dejar a los viandantes sin luz. Fuentes del Concello confirman los hechos e indican que todavía se trabaja para identificar a los culpables con el fin de que sufraguen los desperfectos.

Igual de dañinos fueron los destrozos que sufrió el columpio que una vecina de Ribeira colocó en el entorno de Pedra da Ra para honrar a su madre fallecida, y que sentía predilección por el lugar. También destrozado, desde el ejecutivo indican que, después de que lo reventaran y pintasen en múltiples ocasiones, parece que la mujer ha tirado la toalla y no volverá a reponerlo.

Dificultades

Otros agente de la zona explican que «aunque nos avisen los vecinos, cuando llegamos allí lo normal es que no quede nadie. O los pillas in situ o es imposible identificarlos y multarlos. Aprovechan zonas con poca luz, de madrugada, les vale cualquier cosa».

La clave, indican desde las fuerzas del orden, pasa por contar con imágenes o vídeos en los que se puedan identificar a los culpables. Explican además que en ocasiones son esas propias personas o sus amigos quienes las comparten a través de las redes sociales, lo que ha llevado a localizar a más de uno que estuvo haciendo el cafre por la comarca después de una noche de fiesta.

«Son incluso mejores que las de las cámaras de seguridad», afirman las mismas fuentes, que destacan que el mal es conocido, pero igual de difícil de controlar. Mientras, los concellos tienen que volver a tirar de los fondos municipales para sufragar los daños. Un círculo difícil de romper y poner fin.

Más roturas de mobiliario que grafitis

Los grafitis son tan viejos como el ser humano. No solo por las pinturas de Altamira, sino por los chascarrillos que a día de hoy aún se pueden leer en las paredes de Pompeya. Escritos hace unos 2.000 años, indican que el ser humano ha cambiado poco. Hoy día, fuentes de las policías locales afirman que las pintadas han ido a menos, y que lo que más se registran son destrozos de mobiliario público. Pero todavía quedan mensajes de amor y el típico «fulanito estuvo aquí».

Las multas por infracciones leves van desde los 100 a los 600 euros; las graves, hasta 30.000

Agentes de la comarca destacan que la gran mayoría de daños por vandalismo se tipifican por la ley de seguridad ciudadana. Los que están considerados como infracciones leves son aquellos que se centran en destrozos de mobiliario. Los graves vienen parejos a una alteración de la seguridad ciudadana, como podría ser obstaculizar carreteras con vehículos o contenedores, así como causar desórdenes en la vía pública. En el caso de los primeros, las multas llegan a los 600 euros; mientras que los graves pueden alcanzar los 30.000.

Las acciones más perniciosas están penadas con hasta 600.000 euros, pero las mismas fuentes reconocen que no se dan en la comarca, ya que están pensadas para las manifestaciones que se suelen registrar en las grandes ciudades del país, con quemas de vehículos y enfrentamientos con la policía, y que podrían acabar incluso por la vía penal. En el caso de los grafitis, penados por la Ley del Suelo, las multas van desde los 100 a los 600 euros.

Las multas las decide la Delegación de Gobierno y no los propios concellos.