Trauma es una palabra derivada del griego que significa herida. Un trauma es un evento desgarrador tan poderoso que es capaz de afectarnos seriamente durante mucho tiempo o toda la vida. Las consecuencias de un trauma son variadas, desde ataques de pánico hasta conductas disruptivas.
Creo que no hay en el diccionario, o en los tratados de psicología, un concepto opuesto al trauma. No me refiero a un buen recuerdo que, al revisarlo en tu cabeza, te haga feliz. Sino, más bien, a un acto positivo sobre el que no tienes control, tan potente que durante largo tiempo tenga consecuencias beneficiosas para ti. El antitrauma.
Como todos, yo tengo mis traumitas. Los manejo como puedo y son first world problems, pero no quiero hablar de mis traumas, y sí me gustaría mencionar que una vez experimenté un antitrauma: Hacíamos cola en la Galería de la Academia de Florencia. Tras un rato, entramos y observábamos obras como El rapto de las Sabinas, preciosas… pero al llegar, de la mano de mi mujer, al pasillo principal en cuyo frontispicio se alza inevitable el David de Miguel Ángel, supe que aquel era uno de los momentos más importantes de mi vida.
Esa sensación vuelve a mí a veces, como un trauma, no la controlo, simplemente llega y el universo se acurruca en mi hombro a proyectar la belleza del David entre mis bronquiolos. Me hace sentir que todo va a estar bien. Y los cuervos que suelen graznar desde la ventana «has desperdiciado tu vida» vuelan lejos unos días. Mi mano sostenía la mano de mi mujer, contemplábamos el David y la existencia ha merecido la pena.