
Las pequeñas infraestructuras son imprescindibles para garantizar una buena calidad de vida. Con un entorno paradisíaco como el que tiene Barbanza, los paseos y los parques se convierten en piezas fundamentales para que los vecinos puedan disfrutar al aire libre, sobre todo cuando las condiciones meteorológicas lo permiten, como ocurre en verano. Los gobernantes locales son conscientes de ello y por eso el litoral está salpicado de pasarelas que permiten largas caminatas casi sin tocar la tierra o la arena, mientras que en el interior se suceden las zonas de esparcimiento, muchas de ellas destinadas al disfrute de los más pequeños. El problema llega cuando pasan los meses e incluso los años y esas instalaciones no se tocan.
Las quejas de los barbanzanos en este sentido son constantes. Pasarelas que tienen tablones rotos, losas de los paseos que se levantan, juegos rotos en los parques, vallas que corren el riesgo de caer en cualquier momento... Lo peor es que quienes utilizan esas infraestructuras corren el riesgo de hacerse daño e incluso ocurre con más frecuencia de la que debería.
Realizar inversiones, atender demandas vecinales e inaugurar obras está bien, pero garantizar su mantenimiento es todavía más necesario. Como ocurre con la justicia, el desconocimiento no exime a las autoridades locales de responsabilidad en este campo. Basta con dar una vuelta por el territorio o por las redes sociales para fichar aquellos espacios que piden a gritos atención.
No estaría demás que los concellos abrieran una especie de buzón de sugerencias o quejas.