Paseos que hacen visibles las barreras

Marta Gómez Regenjo
Marta Gómez NOIA / LA VOZ

NOIA

MARCOS CREO

A simple vista, podría parecer que se ha avanzado mucho para facilitarle la vida a las personas con movilidad reducida, pero rampas y ascensores no siempre son la solución

14 ago 2017 . Actualizado a las 21:53 h.

En los últimos tiempos, la palabra accesibilidad es una de las que más se escuchan de boca de los gobernantes cuando hablan de nuevas actuaciones urbanísticas. La instalación de ascensores o de otros mecanismos que permitan salvar un tramo de escaleras a las personas con discapacidad en edificios públicos están a la orden del día, igual que la ejecución de rampas para permitir que alguien en silla de ruedas pueda bajar de una acera. Pero, cuando se trata de accesibilidad y de comprobar en qué medida ha mejorado la situación para ciudadanos con movilidad reducida, lo mejor es darse un paseo con alguien que tenga que lidiar día a día con las barreras. Porque las hay, aunque a ojos de los que caminan sobre dos piernas sin mayor dificultad sean invisibles.

Cualquier casa consistorial de la zona cuenta con elementos que, a priori, bastarían para allanar el camino a las personas con dificultades de movilidad. Sin embargo, sobre cuatro ruedas uno descubre que rampas y ascensores no siempre son la solución. «O que buscamos é a autonomía, se eu necesito dunha terceira persoa que me axude non teño autonomía». Esta ilustrativa definición de qué debe ser la accesibilidad la realiza el ribeirense José Manuel de la Iglesia a las puertas del centro cultural Lustres Rivas, un ejemplo de que una pasarela no basta para salvar barreras. Hay una plataforma que le permite sortear el escalón de la entrada, pero no alcanza el timbre para que le abran; en el interior del edificio hay otra rampa, imposible para sus fuerzas a pesar de que realiza ejercicio con frecuencia; y su silla a duras penas cabe en el ascensor, en el que no entra una eléctrica.

Lista larga

Son muchos los servicios y espacios públicos que le están vedados por su discapacidad. Es un asiduo del paseo de Coroso, pero hay un tramo junto al cámping «que ten unha pendente abominable e un pavimento esvaradío. O treito que fixeron novo ata Río Azor é outra historia, está fatal, é impracticable». La lista continúa por la pasarela desde a Pedra da Ra hasta el parque periurbano -«eu teño que dar volta», aclara- y prosigue con las dependencias de la Policía Nacional, Hacienda o el ISM, donde otra persona debe colocar la rampa de madera para que él pueda pasar.

Sin embargo, De la Iglesia no olvida que las barreras adoptan muchas formas: «A accesibilidade abarca moito, non só cuestións urbanísticas, tamén lingüísticas, por exemplo. No centro de saúde ou na Policía Nacional non hai persoal formado na linguaxe de signos. Debería ser obrigatorio».

La puerta de atrás

Otra cuestión que se repite es que en los edificios públicos la entrada para las personas que no pueden subir escaleras está en la puerta de atrás. Ocurre en Noia. Pepe Barrio se encuentra a las puertas de la casa consistorial, donde tiene que hacer unas gestiones por la travesía a nado que está organizando, pero los servicios municipales están a tres insalvables peldaños, así que debe rodear el inmueble y entrar por detrás. Allí sí hay rampa, y sí, cumple la normativa vigente, aunque viendo el esfuerzo que debe realizar para empujar su silla de ruedas para subirla queda claro que lo que dice la ley no siempre se adapta a las necesidades de las personas.

Finalizadas las gestiones, Pepe se dirige a las calles Porta da Vila y Escultor Ferreiro, apenas unos metros en los que su silla avanza a trompicones sobre las losas de piedra mal encajadas después de salvar el escollo del paso de peatones. También tienen rampa, pero está hecha de manera que el reposapiés de la silla se frena al tocar el suelo. Barrio Se mueve con precaución: «Aquí xa caín e rompín unha perna», cuenta mientras apunta otros detalles de su vida cotidiana, como que, simple y llanamente, no puede comprar en Noia: «Ou dependo doutra persoa que me axude, ou me sacan a mercadoría á porta, pero na maioría das tendas non entro». Tampoco en los bares.

Pero lo que más le duele es que no se tengan en cuenta los criterios de accesibilidad en actuaciones urbanísticas de nuevo cuño, como la realizada hace unos años en escultor Ferreiro: «Provócame unha gran impotencia que unha obra que estás estreando teña eses defectos».