No hay edad para empezar a escribir

lucía eiras / A. G. RIBEIRA / LA VOZ

RIANXO

Adrián González

El vecino de Rianxo presenta a los 74 años su primer libro, en el que recopila experiencias y anécdotas que le sucedieron a lo largo de su trayectoria profesional

13 ago 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Con 13 años, Manuel Abuín (Rianxo, 1946) dejó la escuela para ir a mariscar con su padre. Con 16 estaba ya en el Gran Sol. Sus años en el mar, los cuales recuerda con gran cariño, le permitieron vivir una gran cantidad de experiencias y conocer a gente de diferentes partes del mundo. Con todo, estar embarcado nunca había sido su gran pasión, por lo que se esforzó todo lo que pudo para poder volver a tierra. Lo consiguió y se estableció como funcionario de Correos y Telégrafos. Luego tuvo la oportunidad de crear su propia academia de enseñanza, donde llegó a tener siete profesores. «Me fui haciendo poco a poco. Con disciplina y trabajo me convertí en lo que quería ser», comenta.

A pesar de haber abandonado los estudios a muy temprana edad, Abuín mostró siempre un gran interés por la cultura. A sus 74 años vividos, reconoce, de manera intensa decidió recoger en un libro de gran volumen todas sus aventuras. La obra, Vivencias dun mariñeiro rianxeiro, será presentada el sábado, a las 20.30 horas en el Auditorio de Rianxo. Un acontecimiento que el autor espera con calma y en el que, asegura de manera optimista, habrá gente. «Estoy tranquilo porque he conseguido hacer algo con lo que soñaba, así que espero el día feliz».

Abuín se describe a sí mismo como una persona curiosa, a la que siempre le ha gustado conocer y saber sobre los diferentes lugares a los que iba en su barco: «Me iba a tierra y allí me encantaba descubrir las peculiaridades de cada sitio». Paso a paso fue haciendo su camino, construyendo una historia de anécdotas y vivencias. Hace tres o cuatro años decidió dejarlas por escrito: «Tenía la idea en mi cabeza, solo había que ponerla en el papel». Un pequeño bache en el trayecto le obligó a detenerse en seco, pero en cuanto pudo lo retomó: «Este año, superado ese atranco, quise recuperarlo». Manuel Abuín confiesa que no fue algo que le costase en exceso, ya que tenía todo prácticamente escrito: «Solo me quedaba ordenarlo y darle un poco de forma. Cuando lo leí me gustó, así que puedo decir que ya estaba hecho».

Un diario especial

Los desordenados folios dieron lugar a su primera obra literaria en la que recoge, en cierta manera, su vida. Desde aquel crío que dejaba la mochila para coger el rastro del berberecho hasta el hombre que consiguió, sin haber estudiado, montar su propia academia. Descubre una enorme cantidad de hechos de cada una de estas etapas: «Hablo de cuando creé un coro con 60 chiquillos y tuve un problema con el cura, de mi primer embarque, de cuando convencí al patrón para que me dejase ser el cocinero del barco, y de muchas cosas más»

Historias reales en las que no pierde la que es, posiblemente, su seña de identidad, el humor: «Trato muchos temas serios, pero también intento contar cosas divertidas». A pesar de la importante carga autobiográfica que tiene el libro, Abuín aprovecha para reflexionar sobre diferentes temas. «Hay cosas que no me pasaron y saco de mi cabeza; hablo del sol, de la luna, de la gente».

Lo más especial de la obra reside en su interior, pero la fachada no tiene nada que envidiarle. Manuel Abuín presenta un trabajo de gran amplitud, sobre 300 páginas, en tamaño A4: «Cuando lo enseñé por primera vez me dijeron, ‘Manolo, pasácheste’». Pero él tenía un motivo más que razonable para escribirlo de esta envergadura: «Es mi primer libro, pero también va a ser el último, así que quería que fuese especial».

Desde el primer día tuvo claros sus objetivos: recoger la vida de su familia, la suya y de la sociedad. Una vez lo consiguió, dividió la obra en cuatro partes: el libro en castellano, los artículos de prensa, las fotografías y, por último, el mismo ejemplar en gallego. Esta curiosidad se debe, admite entre risas, a que quiso asegurarse de que a nadie le pareciese mal que lo hubiese escrito en una u otra lengua. Una forma peculiar de abrir y cerrar su carrera literaria.