Ramiro Carregal, 90 años de proezas

RIBEIRA

Abraldes

Después de situar a Frinsa en el podio de la conserva española, el mecenazgo ocupa buena parte de su agenda diaria

12 may 2017 . Actualizado a las 21:12 h.

Ramiro Carregal Rey alcanza hoy la edad mágica de 90 años, cota que, sin duda, merece una mirada retrospectiva a su trayectoria, una vida que tuvo su punto de partida en la Vilagarcía de Arousa que hoy atisba desde la ladera del monte de San Alberto de Ribeira, donde se encuentra la conservera Frinsa, a consecuencia de cuya creación se instaló en la capital de Barbanza a principios de los años sesenta cuando empezó a funcionar para generar frío industrial que abastecía de hielo a la entonces potente flota pesquera de Santa Uxía.

Conversar con Ramiro Carregal es recorrer el mundo de su mano y experimentar todo tipo de sensaciones, algunas de tal intensidad que uno concluye que hasta corrió peligro su vida al verse obligado a negociar incluso con dictadores, pero lo cuenta con tal normalidad que la preocupación se torna expectación, como cuando asistes a una película de intriga que sabes que tiene final feliz, lo que no influye en que te lo pases pipa a lo largo de su desarrollo.

Los cimientos

Ramiro comenzó a poner los cimientos de su obra empresarial así. Se inició trabajando en Metalúrgica del Noroeste, para la que recorrió Europa y se fue por África adelante buscando donde abrir minas, y de allí atravesó el Atlántico para hacer lo propio en Sudamérica, antes de regresar a España y poner en marcha la que llamaban fábrica del hielo que suministraba a los pesqueros de Santa Uxía. Ese fue el germen de Frinsa, hoy tercera conservera de pescado española, de cuyo milagro aún se habla en los foros especializados, porque alcanzó el podio en poco tiempo aplicando la filosofía de su fundador: reinvertir beneficios con el fin de dotarse de la tecnología más avanzada y con mayor capacidad de producción para abastecer la marca blanca de grandes superficies como Carrefour o Dia.

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Ramiro Carregal siempre estuvo dispuesto a compartir su éxito empresarial con el entorno en el que creció, motivo por el que nunca dio la espalda a un mecenazgo que trasciende la ría de Arousa, en cuyas dos orillas se asientan la mayor parte de las entidades a las que presta ayuda. Empezó muy pronto colaborando con el deporte local, y siempre apostando a ganador, como lo fue aquel épico equipo de fútbol sala, el Frinsa, al que aún hoy se recuerda en esta competición. Como lo son las dos regatas de vela que cada primavera-verano se desarrollan en las rías de Arousa y Muros-Noia y que nadie quiere perderse, o las competiciones de primer orden como el Arousa Fútbol 7 que cada año trae a Vilagarcía a los equipos de categorías inferiores de los mejores clubes de fútbol europeos.

Pero, sin lugar a dudas, el mecenazgo más agradecido es el que extiende a esas más de medio centenar de entidades humanitarias que trabajan para mejorar las vidas de personas necesitadas; o aquellas otras que luchan contra enfermedades como el cáncer, y ahí está el premio internacional que lleva el nombre de Ramiro Carregal y que ha sido otorgado a eminentes profesionales que trabajan en todo el mundo para avanzar contra una dolencia que se llevó por delante a su esposa, Carmen Varela.

La elegancia

La elegancia humana de Ramiro que se evidencia en su generosidad y su afabilidad es equivalente a la que proyecta su imagen exterior, siempre limpio, impoluto, bien cuidado y mejor vestido. Y si el premio de quién se cuida es que su esfuerzo por ser elegante no pase desapercibido, el reconocimiento de quién se vuelca con las causas humanitarias son las distinciones y homenajes públicos, y de estos, el presidente de Frinsa, que cada día sigue acudiendo a su puesto de trabajo, acumula tantos que se pierden en su currículo.

Dice que empezó a trabajar cuando tenía 17 años y hoy cumple 90, y sigue estando de alta en la Seguridad Social, de la que probablemente es su afiliado más fiel, ya que suma 88 años de cotización, otro milagro más que solo está al alcance de Ramiro Carregal. Esta circunstancia lo hizo merecedor de la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo que recogió en junio del 2013, probablemente uno de los homenajes de los que está más satisfecho.

Hoy cumple 90 años, y ya avisa que aún le queda cuerda para alcanzar los 100, eso si, cuidando su cuerpo cada día, y también su espíritu, repartiendo generosidad y amistad.